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El color de la piel de los dioses ha quedado al descubierto en los muros de este antiguo templo egipcio.
Los templos egipcios no solo eran coloridos, sino que también brillaban. Desde el comienzo del período faraónico, las columnas, puertas y obeliscos estaban revestidos en oro. De hecho, a partir de fuentes textuales, los eruditos saben que se utilizaban láminas gruesas de cobre dorado, cuyos vestigios hoy solo se evidencian en los agujeros que dejaron en las paredes.
En el templo de Edfu se han descubierto partículas de este tipo de dorado en varias zonas altas de las paredes del santuario de la barca sagrada. Y ahora, en cooperación con el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto, un equipo de la Universidad Julius-Maximilianus de Wurzburgo (JMU) las ha investigado.
Los relieves y pinturas fueron limpiados y consolidados por un equipo egipcio de conservadores bajo la dirección de Ahmed Abdel Naby. La Fundación Gerda Henkel financió el proyecto conjunto, bautizado como Horus Behedety.
«La doradura de las figuras no solo tenía el propósito de inmortalizarlas y divinizarlas simbólicamente, sino que también contribuía a crear una atmósfera mística en el lugar. Debía ser especialmente impactante cuando el sol iluminaba el espacio», comentó la Dra. Victoria Altmann-Wendling, investigadora del proyecto en la JMU.
«Este hecho es especialmente interesante, ya que los textos describen que la carne de los dioses estaba hecha de oro», añadió.
El trabajo en el santuario de la barca se completó esta primavera, y se tienen previstas más investigaciones sobre los pigmentos y la doradura. Hasta el momento, los restauradores egipcios eliminaron polvo, excrementos de aves y otras acumulaciones, como hollín, de los relieves de arenisca. Fue durante este proceso que hallaron los restos de la pintura que los cubría por completo.
Como resultado, este trabajo permitió obtener más detalles de las escenas y jeroglíficos que no podían identificarse solo con el relieve, como los elementos de la vestimenta o las ofrendas. Los artesanos también utilizaron color para corregir los jeroglíficos tallados en la piedra.
«Estamos documentando un antiguo control de calidad en la pintura», señaló el profesor Martin A. Stadler, director del proyecto Horus Behedety en la JMU.
Otro hallazgo importante son los dipinti, grafitis pintados con tinta en escritura demótica que constituyen un testimonio directo de los sacerdotes que ingresaban al templo. Este tipo de inscripciones personales suelen encontrarse en las zonas exteriores o en los accesos del templo, pero no en el santuario, donde se albergaban la barca y la estatua del dios venerado. En este caso, el mismísimo Horus.
Las oraciones dirigidas a este dios, conocidas científicamente como proskynemata, brindan nuevas perspectivas sobre la «biografía espacial» del recinto, así como sobre las creencias y prácticas rituales de los sacerdotes.
Además de ser el santuario mejor conservado de Egipto, el templo de Horus en Edfu es una maravilla de la arquitectura antigua. Mide 137 metros de largo y 76 metros de ancho en los pilones, con alturas que oscilan entre los 15 y 35 metros.
Con estas imponentes dimensiones y sus paredes completamente cubiertas de inscripciones y relieves pictóricos, se erige como un monumento único de la religión y arquitectura del Antiguo Egipto. Fue construido entre el 237 y el 57 a.C., bajo los reinados de los reyes Ptolomeo III-XII, y contiene más textos religiosos y escenas rituales que casi cualquier otro templo egipcio.
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