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Los científicos rusos están determinados a evitar a toda costa que un incidente como el de Cheliábinsk, o algo aún peor, los pille por sorpresa otra vez. Con ese objetivo en mente, han simulado con éxito la destrucción de un asteroide de 200 metros, usando una bomba atómica y sin que sus fragmentos llegaran a la Tierra después.
Ya se había propuesto anteriormente, como medida preventiva, la eliminación de asteroides que estuvieran en ruta de colisión directa con nuestro planeta, pero hacerlo podría llevar a consecuencias catastróficas, ya que muchos de los fragmentos seguirían la misma trayectoria y terminarían igualmente cayendo sobre nuestras cabezas, multiplicando el daño y, además, con una carga extra y letal de radiación, consecuencia de la explosión nuclear.
Pero esta vez los científicos del Departamento de Mecánica Celeste y Astrometría NII PMM de las universidades rusas de Tomsk y San Petesburgo, han logrado evitar ese problema. ¿Cómo? Destruyendo el asteroide antes de que su trayectoria le lleve directamente contra nosotros. Se sabe que la mayoría de objetos peligrosos para nuestro mundo pasan cerca de la Tierra varias veces antes de que se produzca la colisión. Por lo tanto, existe la posibilidad de destruir el asteroide justo en el momento en que se encuentre más lejos de nosotros. Algo que sería mucho más seguro y efectivo que hacerlo cuando el impacto es inminente.
Para la simulación de un objetivo potencial, los investigadores eligieron un cuerpo celeste de 200 metros de diámetro, parecido al famoso asteroide Apophis, que en el año 2029 pasará a solo 38.000 kilómetros de la Tierra. Los cálculos mostraron que la destrucción del objeto deberá abordarse dirigiendo contra él un arma nuclear de un megatón. Tras la explosión, si se lleva a cabo en el momento preciso, parte del asteroide se volatilizará en forma de gas y líquido, mientras que el resto se partirá en múltiples fragmentos de menos de diez metros. Esa es la máxima seguridad que el sistema puede proporcionarnos.
«Dado que el cohete cazará al asteroide por detrás —afirma Tatiana Galushina, de la Universidad de Tomsk— prácticamente todos los fragmentos que queden tras su destrucción volarán lejos de nosotros». En este caso, la órbita de los fragmentos será significativamente diferente de la del asteroide original, así que durante los diez primeros años tras la explosión es posible que un pequeño número de estos fragmentos caiga sobre la Tierra. Durante ese tiempo, su radiactividad se habrá reducido considerablemente, y apenas unos años después ya no supondrá ningún peligro.
Por supuesto, las explosiones nucleares en el espacio están prohibidas por varios tratados internacionales, pero en el caso de una amenaza real para la humanidad no sería complicado hacer una excepción a esta regla. Especialistas de áreas muy diferentes, expertos en mecanica celeste y balística han colaborado en este proyecto. Y los científicos aseguran que los cálculos teóricos que han llevado a cabo son solo la primera parte del trabajo. Lo siguiente, por supuesto, será hacer una prueba real...
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