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Fósiles de una nueva especie de saurópodo, caracterizada por las largas espinas inclinadas hacia delante en su cuello, han sido identificados en la Patagonia argentina.
Bajadasaurus pronuspinax, nombre que procede de su hallazgo en la formación geológica conocida como Bajada Colorada, pertenece a la familia de los dicreosáuridos, distinguida por largas espinas que cubren su cuello y espalda como continuación de sus vértebras, y vivió a comienzos del Cretácico Inferior hace alrededor de 140 millones de años.
El descubrimiento ha sido publicado en Scientific Reports por un equipo de paleontólogos del CONICET (organismo oficial de investigación en Argentina) del Área de Paleontología de la Fundación Félix de Azara (Universidad Maimónides) y del Museo Paleontológico Ernesto Bachmann.
«La funcionalidad de las largas espinas en los dicreosáuridos es aún motivo de controversias entre los paleontólogos. Con el hallazgo del Bajadasaurus creemos que se puede arrojar claridad sobre algunas cuestiones», afirma en un comunicado Pablo Gallina, investigador adjunto del CONICET en la Fundación Félix de Azara y primer autor del trabajo.
Algunas de las hipótesis formuladas indican que estas espinas servían de soporte de una especie de vela que regulaba la temperatura corporal de los dinosaurios o que conformaban una cresta de exhibición que les otorgaba mayor atractivo sexual. También se especuló, por ejemplo, que estas especies podrían haber tenido una joroba carnosa entre las espinas que servía para almacenar reservas. Otra presunción es que las espinas estaban cubiertas con fundas de de cuerno que cumplían una función defensiva frente a potenciales ataques.
«Nosotros creemos que las largas y puntiagudas espinas en el cuello y la espalda del Bajadasaurus debían servir para disuadir a posibles predadores. Sin embargo, pensamos que si sólo hubieran sido estructuras de hueso desnudas o forradas únicamente de piel podrían haber sufrido roturas o fracturas fácilmente con un golpe o al ser atacados por otros animales. Esto nos lleva a sugerir que estas espinas debieron estar protegidas por una funda córnea de queratina similar a lo que sucede en los cuernos de muchos mamíferos», explica Gallina.
El estudio del cráneo, el mejor preservado de mundo para un dinosaurio dicreosáurido, sugirió a los investigadores que estos animales pasaban gran parte del tiempo alimentándose de plantas del suelo mientras las cuencas de sus ojos, cercanas al techo del cráneo, les permitían controlar lo que sucedía en su entorno.
«La importancia de este estudio radica, entre otras cosas, en que nos permite conocer un poco más sobre los dinosaurios que habitaron la zona de Patagonia Norte mucho antes del reinado que ejercieron durante el Cretácico Superior grupos de dinosaurios como los saurópodos titanosaurios o los terópodos abelisaurios sobre los que sabemos mucho más», concluye el investigador.
Fuente: CONICET. Edición: EP.
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