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Un grupo de investigación del Politecnico di Milano analizó por primera vez la orientación de las antiguas tumbas japonesas, las llamadas kofun, revelando algo fascinante.
Las islas japonesas están salpicadas de cientos de túmulos funerarios antiguos, los más grandes de los cuales tienen la típica forma de ojo de cerradura.
Llamados kofun, fueron construidos entre los siglos III y VII d.C. Los más imponentes se atribuyen a los semilegendarios primeros emperadores, mientras que los más pequeños pertenecen probablemente a funcionarios de la corte y miembros de la familia real. Entre estos, el llamado Daisenryō-Kofun es uno de los monumentos más grandes jamás construidos en la Tierra: mide 486 metros de largo y unos 36 de alto. Se atribuye tradicionalmente al emperador Nintoku, el decimosexto de Japón.
No existen fuentes escritas sobre estas tumbas, y las excavaciones son raras y se limitan a las más pequeñas, ya que las más grandes se consideran tumbas de los primeros emperadores semilegendarios y, como tales, están estrictamente protegidas por la ley.
La protección también se extiende al exterior: muchos monumentos están cercados y no se permite ingresar al perímetro. Por estas razones, es imposible obtener medidas precisas de tamaño, altura y orientación. Además, su número desalienta cualquier investigación de campo. Por lo tanto, es natural estudiarlos utilizando imágenes satelitales de alta resolución, que brindan herramientas simples pero muy poderosas para las investigaciones de sensores remotos.
Y eso es justamente lo que hicieron Norma Baratta, Arianna Picotti y Giulio Magli del Politecnico di Milano, con el objetivo de profundizar en el conocimiento de las relaciones de estos fascinantes monumentos con el paisaje y, en particular, con el cielo. El equipo midió la orientación de más de 100 kofuns y llegó a conclusiones interesantes.
Los resultados, recién publicados en la revista científica Remote Sensing, indican una fuerte conexión de los pasillos de entrada de kofun con el arco en el cielo donde el Sol y la Luna son visibles todos los días del año, y muestran la orientación de los mayor kofuns en forma de ojo de cerradura al arco del sol naciente. En particular, el Daisenryō-Kofun está orientado hacia la salida del sol en el solsticio de invierno.
La orientación de las tumbas imperiales hacia el sol no ocurre por casualidad: más bien está en pleno acuerdo con la tradición imperial japonesa. De hecho, el origen mítico de la dinastía de los emperadores japoneses los considera descendientes directos de la diosa del sol Amaterasu.
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