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Nuestro planeta tiene intrigantes puntos en común con este pariente cósmico muy lejano.
Aproximadamente a 322 años luz de la Tierra, un mundo extremo llamado WASP-189b orbita una de las estrellas más calientes del universo, HD 133112.
Veinte veces más cerca de su estrella que nosotros del sol, WASP-189b revienta por completo con una temperatura diurna de 5.792 grados Fahrenheit (3.200 grados Celsius). El abrasador exoplaneta también está hecho de gas y tiene aproximadamente 1,5 veces el tamaño de Júpiter —en su interior podrían caber unas 1.950 Tierras—.
No hace falta decir que, desde su descubrimiento en 2018, los científicos razonaron comprensiblemente que WASP-189b no se parece en nada a nuestro orbe de origen. Pero en un artículo publicado la semana pasada en la revista Nature Astronomy, un equipo de investigadores encontró una manera en que la Tierra se relaciona con este pariente cósmico lejano. Si se encontraran cara a cara, los dos podrían charlar sobre sus atmósferas en capas, y la Tierra podría cotillear sobre sus agujeros de ozono y el cambio climático.
Aquí en la Tierra, tenemos una capa atmosférica llamada troposfera que comienza al nivel del mar y contiene una tonelada de vapor de agua. Las nubes y, por lo tanto, el clima —como la lluvia y la nieve— se originan allí. Por encima de eso, tenemos la estratosfera, hogar de la capa de ozono, que nos protege de la radiación ultravioleta del sol.
«En el pasado, los astrónomos a menudo suponían que las atmósferas de los exoplanetas existían como una capa uniforme y trataban de entenderlo como tal», dijo en un comunicado Jens Hoeijmakers, astrofísico de la Universidad de Lund y coautor del estudio.
Sin embargo, al analizar WASP-189b midiendo la luz de las estrellas que pasa a través de la atmósfera del exoplaneta intensamente calentado —con el espectrógrafo HARPS en el Observatorio La Silla en Chile—, Hoeijmakers y sus colegas encontraron una firma química única para sacudir nuestro conocimiento de atmósferas planetarias. Algo que indica que que la atmósfera del orbe distante puede tener capas como la de la Tierra.
«Los gases en su atmósfera absorben parte de la luz de las estrellas, de manera similar al ozono que absorbe parte de la luz solar en la atmósfera de la Tierra y, por lo tanto, dejan su característica “huella dactilar”», dijo Bibiana Prinoth, astrofísica de la Universidad de Lund y autora principal del estudio.
Horneándose, WASP-189b emitió señales de hierro, cromo, vanadio, magnesio y manganeso. Pero lo más importante, apunta Prinoth, es que «en nuestro análisis, vimos que las “huellas dactilares” de los diferentes gases estaban ligeramente alteradas en comparación con nuestra expectativa. Creemos que los fuertes vientos y otros procesos podrían generar estas alteraciones».
Esos ajustes variaron a lo largo de la gama de elementos detectados, de manera similar a la forma en que el vapor de agua y el ozono de la Tierra se ven afectados de manera diferente por los procesos naturales debido a la formación de capas atmosféricas. Entonces... ¡voilà!, eso también sugiere la existencia de capas en WASP-189b.
Pero aún hay mas. El equipo también descubrió restos de óxido de titanio en el escudo atmosférico de WASP-189b. «El óxido de titanio absorbe la radiación de onda corta, como la radiación ultravioleta», señaló en un comunicado Kevin Heng, astrofísico de la Universidad de Berna y coautor del estudio. «Por lo tanto, su detección podría indicar una capa en la atmósfera de WASP-189b que interactúa con la radiación estelar de manera similar a como lo hace la capa de ozono en la Tierra».
En resumidas cuentas, WASP-189b podría tener su propia capa de ozono.
«Nuestros resultados demuestran que incluso las atmósferas de los planetas gaseosos gigantes intensamente irradiados tienen estructuras tridimensionales complejas», concluyó Hoeijmakers, al abordar cómo los resultados del nuevo artículo podrían dictar la forma en que se examinarán las atmósferas de los exoplanetas en el futuro.
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