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El faraón Tutmosis III, sexto rey de la Dinastía 18 del Antiguo Egipto, intentó borrar sistemáticamente de los anales y edificios egipcios el nombre de Hatshepsut —su madrastra y predecesora—, pero, por cuestiones desconocidas, no lo logró por completo. Ahora, un grupo de arqueólogos polacos ha identificado un templo con inscripciones haciendo alusión a esta reina-faraón que, como quinta gobernante de dicha dinastía, llegó a ser la mujer que más tiempo estuvo en el trono de las «Dos Tierras».
De acuerdo a un reporte publicado en Science & Scholarship in Poland, los arqueólogos trabajaban en el ancestral complejo Gebelein, a 30 km de Luxor, cuando divisaron un templo dedicado a las deidades Hathor y Amón Ra que pronto dedujeron había sido comisionado por la reina Hatshepsut.
Si bien el templo ya era conocido, los arqueólogos en general habían pasado por alto un estudio pormenorizado del mismo, probablemente debido a la condición deteriorada en la que se encuentra.
«Las imágenes de muchas deidades fueron destruidas en la antigüedad. El faraón Akenatón instauró la adoración de un solo dios cuyo símbolo era el disco solar. Las representaciones de otros dioses que carecían de aspectos solares fueron borradas durante su reinado. La diosa Hathor era asociada con el sol, por lo que sus representaciones se salvaron de la destrucción», explicó Wojciech Ejsmond, líder del equipo de investigadores polacos.
Los expertos creen que la construcción del templo sucedió durante el gobierno de Hatshepsut (1490–1468 a.C.), pues fragmentos de jeroglíficos y cartuchos encontrados allí mencionan a la reina.
Hatshepsut fue la mujer que gobernó Egipto por más tiempo, y durante su reinado se dedicó a embellecer el país y a restaurar los templos, con el beneplácito de sus aliados los sacerdotes.
El padre de Hatshepsut, Tutmosis I, había logrado expandir el Imperio egipcio de manera nunca antes vista en tan sólo trece años de reinado. Este prodigioso monarca pasaría a la historia por llevar a sus tropas al curso de un río enorme que, al contrario que el Nilo, no discurría de sur a norte, sino a la inversa: el Éufrates.
A la muerte, algo temprana, de Tutmosis I, Hatshepsut era la mejor situada para sucederle en el trono, pues sus hermanos varones ya habían muerto. Es posible que incluso el propio Tutmosis I tratase en vida de asociar a su hija al trono, como así lo demuestra que la nombrase Heredera. Sin embargo, sus deseos fueron incumplidos, pues al parecer una conjura palaciega encabezada por el chaty y arquitecto real, Ineni, consiguió sentar en el trono a Tutmosis II, nacido de una esposa secundaria. Hatshepsut tuvo que soportar convertirse en la Gran Esposa Real de su hermanastro, y se cree que este fue un duro golpe a su orgullo. Así, no es de extrañar que mientras su débil y blando esposo ceñía la doble corona, Hatshepsut comenzara a rodearse de un círculo de adeptos que no dejaron de crecer en poder e influencias.
Tutmosis II tuvo un reinado muy breve, y murió en plena juventud cuando sus dos únicos hijos conocidos aún estaban en la primera infancia. Como había pasado en la generación anterior, la gran esposa real Hatshepsut no había traído al mundo un varón, sino una niña, por lo que volvió a abrirse una crisis sucesoria. Una vez más, Ineni consiguió que la nobleza aceptara como único candidato factible a un hijo de Tutmosis II y de una simple concubina, que sería nombrado rey como Tutmosis III. No obstante, la reina viuda Hatshepsut no quería que la historia se repitiera por segunda vez, y lo cierto es que la modificó considerablemente.
Dado que Tutmosis III era demasiado pequeño para gobernar, la gran esposa real de Tutmosis II asumió la regencia y pospuso indefinidamente el matrimonio entre el nuevo rey y su hija, la princesa real Neferura, única persona que podría legitimar su ascenso al poder absoluto. La situación no era rara: hubo muchos casos de regencia a lo largo de la historia egipcia, aunque nunca de una mujer que no fuera madre del rey.
Cuando se vio lo suficientemente fuerte, la hasta entonces gran esposa real y esposa del dios, Hatshepsut, en presencia del faraón Tutmosis III y con el apoyo de dos influyentes sacerdotes, se autoproclamó también faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón. El golpe de efecto fue magistral, y el inexperto Tutmosis III no pudo hacer otra cosa más que admitir la superioridad de su tía y madrastra. Hatshepsut se había convertido en la tercera reina-faraón conocida en la historia egipcia.
Hatshepsut asumió todos los atributos masculinos de su cargo excepto el título de «Toro poderoso» haciéndose representar a partir de entonces como un hombre y tocándose de barba postiza. Estableció una insólita corregencia con su sobrino, aunque hubo un clarísimo predominio de la primera sobre el segundo, hasta tal extremo de colocarlo en un segundo plano impropio del papel futuro que tendría Tutmosis III en la historia. Tal era el carisma y la personalidad de esta mujer.
En torno al año 16 del reinado de Hatshepsut, el ansia de poder del joven Tutmosis creció tanto que planeó obtenerlo a cualquier precio. Así, no es de extrañar que en apenas un año murieran los dos principales sustentos de la reina y sus más grandes apoyos, los sacerdotes Hapuseneb y Senenmut. Y por si no fuera poco, poco después murió la gran esperanza, el arma secreta de la reina, la princesa Neferura.
Los golpes que sufrió Hatshepsut fueron tan grandes que a partir de entonces la reina se retiró parcialmente del cargo y el otro rey, Tutmosis III, comenzó a tomar las riendas del gobierno. Al parecer, la ambición de Hatshepsut era aún más grande y no estaba satisfecha con ser ella sola «faraón», sino que se proponía inaugurar una auténtica dinastía femenina de reyes, y por esa razón declaró Heredera a su amada hija Neferura. La muerte de la princesa fue tan repentina y favorable a Tutmosis III que hay quien piensa que fue intencionada, y que consiguió su objetivo: derrumbar a la reina-faraón.
Abandonada por todos, Hatshepsut falleció en su palacio de Tebas tras un largo reinado de 22 años. Se ignora la edad de su muerte, pero se estima que debería oscilar entre los cuarenta y los cincuenta años. Tiempo después, Tutmosis III ordenó borrar cualquier registro del reinado de Hatshepsut y remover sus imágenes de los templos y monumentos. El rey pretendía borrar la evidencia que Egipto fue gobernado por una mujer fuerte. Por esta razón, los eruditos sabían muy poco sobre la existencia de Hatshepsut antes del año 1822 d.C., cuando fueron descifrados los jeroglíficos en los muros del complejo funerario de Deir el-Bahri.
«La reina Hatshepsut gobernó junto con Tutmosis III para asegurar la estabilidad de Egipto, y muchas de sus acciones fortalecieron la posición del joven rey», argumenta Ejsmond en su artículo. «Tal vez, en tiempos posteriores a la muerte de su madrastra, y debido a una situación dinástica complicada, Tutmosis III temía que otra reina ambiciosa tomara el poder y desplazara a su propio hijo. Esto pudo llevar a la decisión de eliminar toda referencia a Hatshepsut como faraón; después de todo, si no está grabado en los jeroglíficos, jamás sucedió».
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2 comentariosMuy interesante. En la medida que el conocimiento aumenta, los nuevos descubrimientos acompañan las épocas de desarrollo histórico, como acompañádolas. Aparecen cuando van a ser debidamente valoradas. Varios otros artículos, muy buenos también para leer.
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16:30
Extraordinaria mujer predecesora de muchas luchadoras hoy en diferentes países. No es de extrañarse la comen si de género que viene desde esa época, maravillosa historia poco conocida de las mujeres egipcias que estuvieron en el poder
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