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En el carso de Trieste, cerca de la frontera de Italia con Eslovenia, se ha encontrado una piedra circular con 29 grabados que podría representar el mapa celeste más antiguo del mundo: data de hace al menos 2.400 años y representaría las estrellas de Escorpio, Orión, las Pléyades y Casiopea, además de una supernova «fallida» en un punto del cielo donde hoy podría esconderse un agujero negro.
Esta teoría surge a raíz de un estudio publicado en Astronomische Nachrichten —la revista astronómica más antigua aún activa— por el astrónomo Paolo Molaro, del Instituto Nacional de Astrofísica (INAF) de Trieste, y el arqueólogo Federico Bernardini, de la Universidad Ca' Foscari de Venecia, quienes comenzaron a colaborar hace un par de años tras descubrir dos grandes piedras circulares en la entrada del Castelliere di Rupinpiccolo.
Las piedras tienen un diámetro de unos 50 centímetros y un grosor de 30, datando de una época entre el 1800 a.C. y el 400 a.C. Una de ellas, aparte del corte circular, no muestra más rastros de elaboración y podría representar el disco solar, mientras que la otra podría ser el mapa celeste más antiguo jamás descubierto. En su superficie hay 29 grabados, 24 en un lado y 5 en el otro.
Los signos, aunque dispuestos de forma irregular, muestran una orientación común, sugiriendo que podrían haber sido realizados por la misma persona. Esta hipótesis se refuerza al considerar la herramienta que habría sido empleada para hacerlos: un martillo junto con un cincel metálico primitivo de 6 a 7 mm de punta. Curiosamente, se descubrió un instrumento de bronce con estas mismas características a pocos kilómetros de distancia, en el Castelliere di Elleri, y actualmente se exhibe en el Museo Arqueológico de Muggia.
Gracias a simulaciones realizadas con software que reconstruye la bóveda celeste de épocas pasadas, los investigadores encontraron una superposición estadísticamente significativa entre 28 de los signos grabados en la piedra y las estrellas de Escorpio, Orión, las Pléyades y —considerando también los 5 signos en la parte posterior de la roca— Casiopea.
En cuanto al 29º signo, los estudiosos teorizan que podría representar una «supernova fallida», uno de esos objetos que los astrónomos llaman transitorios porque aparecen y luego desaparecen. Si es así, podría haber un agujero negro en ese punto del cielo hoy en día.
Las preguntas que plantea el estudio son muchas y sugerentes. Por ejemplo, aún queda por entender quién pudo haber grabado la piedra. Se sabe que los habitantes que vivían en Castelliere en ese momento no conocían la escritura. Si lo grabado en la piedra fuera realmente un mapa celeste, demostraría la existencia de una sorprendente curiosidad por la astronomía ya en la Europa protohistórica.
La representación más antigua del cielo nocturno conocida hasta la fecha, según los expertos del INAF, es probablemente el disco de Nebra, un artefacto de bronce hallado en Alemania que cuenta con aplicaciones de oro para indicar el Sol, la Luna y las Pléyades. Aunque este disco, que data alrededor del 1600 a.C., sería en realidad más una representación simbólica que un mapa.
Para obtener mapas «fielmente» precisos del cielo, debemos esperar hasta el siglo I a.C., la época donde surgieron aquellos probablemente derivados del catálogo de Hiparco, que data del 135 a.C.
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