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Este hallazgo, que data de hace aproximadamente 13.000 años, destaca la creatividad y la capacidad ingenieril de las sociedades paleolíticas.
Un equipo internacional de investigadores ha descubierto lo que podría ser el mapa tridimensional más antiguo del mundo, esculpido en un megaclasto de cuarcita dentro del refugio rocoso de Ségognole 3, ubicado en la cuenca de París, Francia.
Se trata de una representación miniaturizada del paisaje circundante que, según el Dr. Anthony Milnes, de la Universidad de Adelaida, y el Dr. Médard Thiry, del Centro de Geociencias PSL, muestra la interacción del agua con el terreno, reflejando la geografía y los sistemas hidráulicos locales.
Desde luego, el mapa no es como los que conocemos hoy en día, con distancias y direcciones precisas. Más bien, es una suerte de maqueta tridimensional del flujo desde las montañas hacia los valles, la convergencia de ríos y la formación de lagos y humedales.
«Para las personas del Paleolítico, la dirección de los flujos de agua y el reconocimiento de las características del paisaje eran cruciales, mucho más que conceptos modernos como la distancia o el tiempo», explicó el Dr. Milnes.
Además, los investigadores encontraron que el refugio rocoso no solo fue modelado para representar el paisaje, sino que también se modificó para dirigir el agua de lluvia. Estas intervenciones podrían tener un significado simbólico o mítico relacionado con la fertilidad y la vida.
Antes de este hallazgo, el mapa tridimensional más antiguo conocido era una losa portátil de la Edad de Bronce, de unos 3.000 años de antigüedad, que representaba redes fluviales y montículos terrestres. Este nuevo descubrimiento no solo supera en antigüedad a ese mapa, sino que también amplía nuestra comprensión de la imaginación y la capacidad tecnológica de los seres humanos prehistóricos.
«Esta investigación subraya la importancia de la colaboración interdisciplinaria entre arqueología, geología y geomorfología para lograr avances significativos», destacó el Dr. Thiry.
El estudio, publicado en el Oxford Journal of Archaeology, no solo arroja luz sobre el ingenio de los humanos paleolíticos, sino que también plantea preguntas profundas sobre su relación con la naturaleza y el agua, elementos esenciales para la vida y la espiritualidad.
Este extraordinario hallazgo refuerza la idea de que nuestros ancestros no solo sobrevivieron en su entorno, sino que lo comprendieron y moldearon de formas que aún hoy sorprenden a la ciencia moderna.
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