Así lo ha confirmado una reciente investigación de científicos del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas (UTIG), que examinó de nuevo la zona de la península de Yucatán en México y el cráter de Chicxulub.

Una de las conclusiones que sacó el estudio es que la fuerza del impacto era similar al de 10 mil millones de bombas atómicas. Sean Gulick, profesor de investigación del UTIG comentó los hallazgos.

«Es un registro ampliado de eventos que pudimos recuperar desde cero. El golpe del asteroide los frió (a los dinosaurios), luego [los] congeló. No todos murieron ese día, pero muchos dinosaurios sí», calculando que un 75 % de la vida en el planeta desapareció tras el impacto.

Con un grosor de 425 pies (130 metros), materia diversa se acumuló dentro del cráter dentro de las 24 primeras horas, lo que brinda registros sobre las consecuencias del impacto. Foto: Sean Gulick y Joanna Morgan durante la expedición que recolectó los núcleos del cráter de impacto sumergido.

El fuerte golpe de este asteroide con la superficie terrestre además provocó otros graves efectos:

  • Se liberó en la atmósfera 425 gigatoneladas de CO2 y otras 325 de sulfuros (una gigatonelada equivale a 1.000 millones de toneladas métricas).
  • Grandes maremotos afectaron a la zona e incluso llegaron a lo que hoy es Estados Unidos.
  • Los científicos creen que la atmósfera a 2.500 km alrededor de la zona cero se calentó como resultado de esa tormenta de escombros, provocando gigantescos incendios forestales.
  • Luego de la liberación de azufre en la atmósfera se provocó una gran nube que cubrió todo, hizo desaparecer el Sol y propició el rápido congelamiento de la Tierra.
  • También se quemaron millones de hectáreas de bosques y selvas, terminando con el ecosistema.

«Con un asteroide de 12 kilómetros golpeando Yucatán, los efectos locales debieron ser catastróficos y también probablemente en distancias de hasta 1.500 kilómetros del impacto, donde el pulso térmico pudo hacer que los árboles ardieran. A mayores distancias, el material eyectado también habría provocado incendios por fricción a medida que caía desde la atmósfera. Pero esos efectos debieron ser de corta duración y no pueden explicar la extinción global del 75 % de la vida», agregó el profesor Gulick, que afirma que el «verdadero asesino» fue la fase posterior de enfriamiento.

Las evidencias obtenidas incluyen trozos de carbón y mezclas de rocas llevadas allí por el reflujo del tsunami, y además señalan una notoria ausencia de azufre.

«La única forma de producir una extinción masiva global como esta fue un efecto atmosférico», subrayó.

La investigación fue publicada recientemente en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. y se basa en trabajos anteriores, que describen cómo se formó el cráter y cómo la vida se recuperó tras el impacto del asteroide.

Fuente: Universidad de Texas. Edición: Diego Bastarrica.

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