El incendio que casi destruyó la catedral de Notre Dame en 2019 llevó al descubrimiento de dos misteriosos ataúdes de plomo escondidos debajo de su piso. Fueron desenterrados a principios de este año, pero solo ahora se ha dado a conocer lo que se encontró en su interior.

Un sarcófago de plomo del siglo XIV descubierto en el piso de la catedral de Notre Dame en París. Crédito: AFP.

De las cenizas y los escombros, los investigadores ahora han sacado a la luz dos cuerpos. Según el periodista Kim Willsher de The Guardian, informando desde París, uno es un joven noble y el otro, un sacerdote de élite.

Una placa de bronce en el ataúd del sacerdote confirma que el cuerpo pertenece a un antiguo líder religioso de Notre Dame, llamado Antoine de la Porte, quien murió en 1710 a los 83 años. Debido a que ayudó a reconstruir la famosa catedral, fue una figura bastante respetada en su época. Incluso hay un cuadro colgado de él en el Louvre.

La placa de bronce.

El dueño del otro cuerpo es más un misterio. El hombre sin nombre parece haber muerto entre las edades de 25 y 40 años, y obviamente era importante dado su prominente entierro. Sus huesos hablan de una vida a caballo, por lo que los investigadores lo han apodado Le Cavalier, que significa ‘el jinete’.

Eric Crubézy, antropólogo biológico de la Universidad de Toulouse, estuvo allí para supervisar la apertura de los ataúdes. Dijo que el cuerpo de Le Cavalier tenía mala salud en general. La mayoría de sus dientes se habían perdido y sus huesos mostraban signos de lesiones. La forma en que su cráneo había sido aserrado y su pecho abierto para ser embalsamado aparentemente era una práctica común en el entierro de la nobleza.

Algunos aspectos del esqueleto del hombre han llevado a Crubézy a sospechar que incluso podría haber muerto de meningitis crónica, provocada por la tuberculosis.

Apertura de los sarcófagos en el laboratorio forense de Toulouse. Crédito: DR UT3.

«Habría tenido un final de vida difícil», señaló el antropólogo a los periodistas en una conferencia de prensa.

Al morir, su cuerpo casi se ha moldeado en el ataúd. No queda tejido orgánico. Solo está espolvoreado con los restos de hojas y flores, con los que fue enterrado.

En comparación, de la Porte se veía mucho más saludable cuando murió. Incluso a la madura edad de 83 años, los dientes del sumo sacerdote parecen haber estado en excelentes condiciones.

«Eran notables para su edad. Vemos esto muy raramente, pero claramente se limpiaba los dientes y los cuidaba», precisó Crubézy a los periodistas.

El único signo real de enfermedad que se destacaba en el cuerpo del anciano era el dedo gordo del pie. Crubézy cree que podría haber sido afectado por la gota. Esta es una enfermedad artrítica que a menudo se asocia con la realeza que se excede en la carne, los mariscos o el alcohol.

Los investigadores del Instituto Arqueológico Nacional de Francia (Inrap) planean analizar más a fondo los dos cuerpos para comprender mejor quiénes eran estos hombres y cómo vivían hace tantos años.

Obra de arte en el Museo de Louvre en París dedicada a Antoine de La Porte. Fue hecha alrededor de 1710 por Jean Jouvenet. Crédito: RMN-Grand Palais (musée du Louvre) / Michel Urtado.

Pero por más interesantes que estos humanos puedan ser para los científicos e historiadores, en Francia, su derecho como personas es lo primero. Según la ley de la nación gala, los cuerpos encontrados en ataúdes no son artefactos arqueológicos. Son restos humanos y deben ser tratados con respeto.

El equipo de Inrap planea honrar estas reglas, y cuando terminen su cuidadoso trabajo con los cuerpos, serán puestos a descansar en un lugar tranquilo una vez más.

Fuente: Universidad de Toulouse/The Guardian/SciAl. Edición: MP.

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