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Un equipo internacional de científicos planetarios ha encontrado un asteroide muy peculiar: tiene la composición muy similar a la de nuestra luna y sigue la órbita de Marte.
Liderada por el Observatorio y Planetario de Armagh (AOP), en Irlanda del Norte, la investigación se centró en el estudio de los llamados troyanos.
En astronomía, los troyanos son asteroides que comparten órbita con un planeta en torno a los puntos de Lagrange estables L4 y L5, los cuales están situados 60° delante y 60° detrás del planeta en su órbita. Los asteroides troyanos se encuentran distribuidos en dos regiones alargadas y curvadas alrededor de estos puntos. Son de especial interés para los científicos, ya que representan los vestigios de la formación y evolución temprana del sistema solar.
Generalmente el término se refiere a los asteroides troyanos de Júpiter, que constituyen la gran mayoría, aunque también se han hallado algunos en las órbitas de Neptuno y Marte.
Irónicamente, es mucho más fácil encontrar troyanos de Marte que de nuestro propio planeta porque estos troyanos terrestres, si existen, se sitúan siempre cerca del Sol en el cielo, donde es difícil apuntar con un telescopio. Un troyano terrestre, llamado 2010 TK7, fue encontrado hace una década por el telescopio espacial WISE de la NASA, pero el modelo informático mostró que es un visitante temporal del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter en lugar de una reliquia planetesimal de la formación de la Tierra.
Para conocer la composición de los troyanos de Marte, el equipo internacional utilizó X-SHOOTER, un espectrógrafo montado en el Observatorio Europeo Austral de 8 metros del Very Large Telescope (VLT) en Chile. X-SHOOTER observa cómo la superficie del asteroide refleja la luz solar de diferentes colores: su espectro de reflectancia. Al realizar una comparación espectral con otros cuerpos del sistema solar con composición conocida —un proceso llamado taxonomía—, los científicos esperaban determinar si este asteroide está hecho de material similar a los planetas rocosos como la Tierra, o si es una pieza de carbono y materia rica en agua típica del sistema solar exterior más allá de Júpiter.
Uno de los troyanos que examinó el equipo fue el asteroide (101429) 1998 VF31. Los datos de color existentes en el objeto sugirieron una composición similar a una clase común de meteoritos llamados condritas ordinarias. El poder de recolección de luz del VLT permitió recopilar datos de mayor calidad sobre este asteroide que nunca. Combinando estas nuevas mediciones con datos obtenidos previamente en la Instalación del Telescopio Infrarrojo de la NASA en Hawái, el equipo intentó clasificar 101429. Descubrieron que el espectro no se correspondía bien con ningún tipo particular de meteorito o asteroide y, como resultado, expandieron su análisis para incluir espectros de otros tipos de superficies.
Para su sorpresa, encontraron que la mejor coincidencia espectral no era con otros cuerpos pequeños sino con nuestro vecino más cercano, la Luna.
«Muchos de los espectros que tenemos para los asteroides no son muy diferentes de la Luna, pero cuando miras de cerca hay diferencias importantes, por ejemplo, la forma y la profundidad de las absorciones espectrales amplias en longitudes de onda de 1 y 2 micrones. Sin embargo, el espectro de este asteroide en particular parece ser casi una réplica de las partes de la Luna donde hay lecho de roca expuesto, como el interior de los cráteres y las montañas», explica Galin Borisov del AOP, que estuvo profundamente involucrado en el análisis espectral.
¿De dónde podría haber venido un objeto tan inusual? Una posibilidad es que 101429 sea solo otro asteroide, similar quizás a los meteoritos de condrita ordinarios, que adquirió su apariencia lunar a través de eones de exposición a la radiación solar, un proceso llamado «meteorización espacial».
Alternativamente, el asteroide puede parecerse a la Luna porque proviene de ésta.
«El sistema solar primitivo era muy diferente del lugar que vemos hoy. El espacio entre los planetas recién formados estaba lleno de escombros y las colisiones eran comunes. Grandes asteroides golpeaban constantemente la luna y los otros planetas. Un fragmento de tal colisión podría haber alcanzado la órbita de Marte cuando el planeta aún se estaba formando y estaba atrapado en sus nubes de troyanos», argumenta el doctor Apostolos Christou, astrónomo de AOP y autor principal del artículo.
Un tercer escenario, y quizás más probable, es que el objeto provenga del propio Marte. Como señala Christou, «la forma del espectro 101429 nos dice que es rico en piroxeno, un mineral que se encuentra en la capa exterior o corteza de cuerpos del tamaño de un planeta».
«Marte, al igual que la Luna y la Tierra, fue golpeado por impactos tempranos en su historia; uno de ellos fue el responsable de la gigantesca cuenca Borealis, un cráter tan ancho como el planeta mismo. Un impacto tan colosal podría haber enviado fácilmente a 101429 en su camino hacia el punto lagrangiano L5 del planeta», añade el astrónomo.
De hecho, hace unos años se propuso un origen en Marte para los hermanos troyanos de 101429, un grupo de troyanos conocidos colectivamente como la familia Eureka. Estos asteroides también tienen una composición inusual pero, mientras que el 101429 es rico en piroxeno, estos asteroides de la familia Eureka son en su mayoría olivino, un mineral que se encuentra en las profundidades del manto planetario.
101429 y sus hermanos también tienen algo que enseñarnos sobre cómo encontrar los troyanos terrestres, si es que existen. El trabajo anterior del equipo había demostrado que la radiación solar hace que los escombros de estos asteroides, en forma de trozos del tamaño de una roca o un bloque de una ciudad, se filtren lentamente de las nubes troyanas de Marte. Si los troyanos terrestres son como los de Marte, el mismo mecanismo actuaría como una fuente de pequeños asteroides cercanos a la Tierra que se destacarán por su composición poco común.
Hallar estos objetos podría ser un trabajo para el Observatorio Vera C. Rubin, en Chile, que en un par de años comenzará el sondeo más ambicioso del sistema solar. Se espera que descubra una cantidad diez veces mayor a la de asteroides conocidos hasta ahora.
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