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En el año 48 antes de Cristo, Cleopatra, con 19 años, ya era una próspera monarca de Egipto. Julio César, triunfante, llegó a la capital del país del Nilo para decidir el destino de la reina y de su reino. Con su astucia, Cleopatra concibió un plan. Ocultándose en una alfombra se adentró en la habitación de César. Frente a él y utilizando todos sus encantos cautivó al conquistador romano. Sin ayuda de ningún soldado, la joven logró preservar su trono al vencer a uno de los generales más poderosos de la época.
Durante los siguientes veinte años, Cleopatra demostraría su sagacidad, inteligencia y la ambición que la llevaría a la cima del poder.
Es conocida por ser la reina más grandiosa de Egipto, era muy educada, hablaba varios idiomas y aunque se dice que fue célibe la mitad de su vida adulta, los romanos la veían como la seductora más peligrosa del Mediterráneo.
Existen contradicciones entre lo que se sabe de la verdadera reina y la sensual seductora de la leyenda. Mientras los escritores egipcios la exaltaron como la diosa Isis, los romanos la culpaban por la caída de los dos líderes más poderosos de Roma.
Las relaciones amorosas de Cleopatra causaron sensación en la época y perpetuaron su imagen. El amor fue su medio para llegar al poder. Fue una de las amantes más astutas de la antigüedad, empero, sus relaciones con César y Marco Antonio fueron el medio para alcanzar metas que iban más allá de sus ambiciones.
Cleopatra VII nació en el año 60 antes de Cristo y fue la última reina de Egipto. Con su reinado finalizó una de las civilizaciones más importantes del mundo antiguo. En el tercer milenio antes de Cristo, cuando Europa Occidental estaba en la Edad de Piedra, Egipto florecía. Las fronteras desérticas alejaban a los invasores y las crecientes anuales del Nilo ofrecían fértiles tierras de cultivo. Los egipcios desarrollaron una cultura insular única en un vacío de serenidad.
Dedicaron gran parte del presente al futuro, construyeron tumbas monumentales para sus muertos pero, inevitablemente, llegaron los invasores. En el año 322 a.C., Alejandro Magno reclamó Egipto para su Imperio griego. En su corta vida, el joven general conquistó gran parte del mundo conocido. Cuando murió los restos de Egipto cayeron en manos de su teniente, quien se coronó a sí mismo rey Ptolomeo I y estableció su capital en la recién fundada ciudad de Alejandría en la costa mediterránea. Dos siglos y medio después, nació Cleopatra VII en la Alejandría de Ptolomeo XII, el tercero de los seis hijos de Ptolomeo I.
Cleopatra estudió las ciencias, la literatura, la filosofía, poesía y música griega. Dominaba el arte de la gracia social y la belleza. También estudió la antigua religión de su pueblo y fue la primera de su estirpe en aprender egipcio, uno de los nueve idiomas que hablaba.
Al igual que los faraones anteriores, los ptolomeos consideraban a Egipto de su exclusiva propiedad, su gobierno, rígido y eficiente, tenía un propósito: enriquecer la monarquía.
Once años antes del nacimiento de Cleopatra, su padre, conocido entonces como Auletes el flautista, asumió el trono de un territorio amenazado. Durante décadas los romanos habían destronado los anteriores reinos griegos de Alejandro con el objeto de anexarse Egipto.
Sus riquezas y cosechas del grano no hacían un potencial proveedor para todo el imperio. Sin embargo, la República romana había alcanzado un penoso estado de corrupción interna. Sus líderes militares luchaban abiertamente para convertirse en los líderes de un gobierno romano inestable. El Senado no confiaba en las capacidades de los generales de controlar las riquezas de Egipto.
Al padre de Cleopatra se le permitió continuar en el trono y así ella creció bajo la amenaza de la invasión de Roma y observó a su padre luchar por su reino. En su esfuerzo por mantenerse en el trono, Auletes obtuvo la confianza del nuevo cónsul de Roma: Julio César, un brillante y ambicioso político de 40 años.
Junto al general Pompeyo Magno y Marco Craso, César formó el primer triunvirato —en realidad los tres gobernaban el mundo romano—.
A pesar de que César ahora poseía gran poder político, sabía que la verdadera fuerza estaba en manos de sus líderes militares. Como resultado comenzó a planificar su primera campaña militar en la Galia, hoy Francia. Pero para lograr el éxito César necesitaba dinero. Auletes le prestó grandes cantidades, a cambió César declaró a Egipto, a menos por el momento, aliado de Roma.
Cleopatra tenía 10 años cuando su padre cerró el trato con César. Durante la década siguiente, con ayuda de los grandes dones de su padre, el ejército de César barrería con todo en las Galias. Era una conquista espectacular que garantizó su futuro en Roma.
Cleopatra era cautivada por las historias del poderoso César, decían que era atractivo y de refinados modales. Se rumoreaba que gustaba de hombres y mujeres, un escritor de la época así lo escribió: «César, el hombre ideal para las mujeres y la mujer ideal para todo hombre».
El padre de Cleopatra, Auletes, se vio obligado a dejar el país luego de la rebelión de los súbditos egipcios contra el aumento de los impuestos. Una vez más, buscó ayuda en Roma para reintegrar el dinero del soborno a César. Esta vez un joven oficial, Marco Antonio, dirigió el calvario romano que ayudó a restaurar el trono egipcio del padre de Cleopatra. Pero, al aceptar nuevamente la ayuda de Roma, Egipto se colocaba bajo la protección del Imperio. La toma de poder era inevitable.
Cleopatra era ahora, en el año 55 a.C., a los doce años, la hija mayor de Auletes. El respeto por su padre la hizo su fiel favorita. Mientras su padre la preparaba para asumir el poder, inculcaba en ella sus deseos de proteger lo que quedaba del reino ptolomeo. Cleopatra pudo aprender de su padre que el valor, la astucia y la crueldad eran la clave de la supervivencia de la monarquía. Pronto se dio cuenta que el causante de las pesadillas de los miembros de su familia era Roma.
En una última estrategia por mantener el poder, Auletes redactó un testamento que hacía a Cleopatra y su hermano menor, Ptolomeo XIII, corregentes. Nombró al pueblo egipcio su guardián y exigió al Senado respetar el testamento. En el año 51 a.C., Auletes murió.
Cleopatra debía gobernar con su hermano. Para respetar la antigua práctica egipcia de mantener la línea real de matrimonios dentro de la familia, se casaron. Pero no existe evidencia de que se consumara la unión. Ella pronto perdió la paciencia frente a la debilidad e ineficacia de su hermano. En Egipto sólo el rey tenía poder, pero por ser menor, el joven Ptolomeo debía obedecer a sus consejeros.
Se convenció al pueblo de que Cleopatra era la culpable de una sequía reciente y así fue expulsada del país, pero pronto la princesa sorprendería a todos.
En un reino árabe vecino, la ambiciosa joven formó un ejército y lo dirigió hacia Egipto para enfrentar a las fuerzas de su hermano. Perder la batalla significaría la muerte segura, sin embargo, hubo incidentes en Roma que la obligaron a retrasar la invasión.
Cuando Craso fue asesinado en la batalla, César reto abiertamente a Pompeyo para ganar la autoridad del Imperio. Temiendo que estuviese planificando convertirse en un dictador, el Senado exigió que desplazará sus tropas, César se negó y trasladó rápidamente su ejército a Italia. Este hecho desencadenó una guerra civil. Retirándose, Pompeyo recurrió a la ayuda de sus aliados orientales.
A pesar que Egipto envió hombres, embarcaciones y granos, César logró descubrir el itinerario de las fuerzas de Pompeyo, quien logró escapar con vida y buscó su seguridad en Egipto.
Con una estrategia concebida para ganar el aprecio de César, los consejeros del joven Ptolomeo se enemistaron con el hombre que habían apoyado y decapitaron a Pompeyo. Pero cuando César llegó a Alejandría y le entregaron la cabeza de su enemigo se enfureció por la traición hecha a Roma. Exigió el resto de la deuda del pacto con Auletes y enunció que él personalmente resolvería la controversia entre Cleopatra y su hermano. Y los convocó a ambos.
Con su audacia, Cleopatra tramó la próxima jugada. Regresó secretamente al palacio, se escondió en una alfombra enrollada y fue conducida hasta la habitación de César, quién se convirtió en su amante esa noche.
A la mañana siguiente el joven Ptolomeo llegó al encuentro pactado y encontró a César y a su hermana juntos. Sorprendido por el éxito de Cleopatra con el romano, Ptolomeo arrojó su corona y salió llorando de la habitación. A pesar de que la seducción del enemigo era una excelente estrategia política, Cleopatra pudo haber sido igualmente seducida. César tenía 52 años y los años de entrega política y campaña le habían dejado una presencia vigorosa e imponente. Para una mujer de 19 años ganar el cariño del hombre más poderoso en el mundo debía ser un éxito emocionante. Es posible que César, que se divertía con mujeres de todas las edades, viera todo el asunto como una aventura fortuita.
Y así, con sus encantos, la reina logró vencer a César.
Temiendo que Cleopatra convenciera a César que lo eliminara, el joven Ptolomeo y la hermana menor de Cleopatra, Arsinoe, atacaron. Luego de una guerra de seis meses las fuerzas de César lograron una victoria aplastante. Ptolomeo se ahogó tratando de escapar y Arsinoe fue desterrada a Roma.
Nuevamente coronada reina, Cleopatra siguió la tradición, se casó con su último hermano Ptolomeo XIV de 11 años.
Mientras Cleopatra y César se divertían en noches de alegría y lujuria a bordo de una barca, el pueblo murmuraba que la reina estaba mostrando orgullosamente su maravilloso trofeo. Preocupados por su reputación, los oficiales de César finalmente convencieron a su comandante que abandonara Egipto.
Luego Cleopatra dio a luz a un hijo que llamó Cesarión. En el año 46 a.C. hizo su gran entrada a Roma con su hijo. Habían transcurrido cuatro años desde su primer encuentro amoroso. Soñaba con un futuro glorioso, pues hasta el momento César no tenía hijos varones, por lo que tenerlo como aliado aseguraría que Egipto estuviera a salvo. Con el famoso general como esposo, juntos en pareja, podrían gobernar el Imperio, restaurar el reino de Ptolomeo y legar el poder a sus hijos.
A César parecía agradarle la visita de Cleopatra y la hospedó en una de sus villas campestres.
Mientras continuaban las relaciones entre ambos, se rumoreaba que él planificaba convertirse en rey y aplastar los últimos vestigios de la República. Las maniobras de Cleopatra para consolidar su posición como consorte no hacían más que incrementar la furia de Roma. Este fue el caldo de cultivo perfecto para un destructivo complot.
A mediados de marzo del año 44 a.C., cuando entraba en el edificio del Senado, César fue apuñalado.
Desolada y rodeada de la hostilidad romana, la monarca regresó a Egipto. Su amante había muerto y con él habían desaparecido todos sus planes para el futuro. Cesarión nunca había sido reconocido oficialmente por César.
Para proteger su único derecho político en Roma, Cleopatra nombró a Cesarión su co-gobernante. Al poco tiempo, falleció su hermano Ptolomeo XIV. Mientras, Cleopatra esperaba ansiosamente noticias sobre el líder que reemplazaría a César.
Marco Antonio, uno de los amigos más cercanos de César y su teniente, produjo mediante su discurso en el funeral un frenesí entre el pueblo romano que quería vengar su muerte. Los líderes del complot abandonaron Roma para unirse a las tropas situadas en el este, pero temiendo la continua hostilidad de Roma, Cleopatra no pudo apoyar abiertamente a Antonio.
La conmoción recorrió Roma al enterarse que César en su testamento había nombrado a su sobrino nieto (adoptado) Octavio, de 18 años, su único heredero. A pesar que César no pudo dejar su cargo por sucesión, legó a Octavio poder político y el apoyo de su ejército.
El futuro de Marco Antonio era incierto. Estaba asombrado porque César lo había ignorado y había favorecido a Octavio, un frágil y delgado adolescente, famoso por su bebida y por seducir a esposas de otros hombres. Pero, inicialmente, Octavio fue muy popular y aún cuando circulaban rumores sobre sus escándalos sexuales, César había observado en él cualidades excepcionales.
Conforme ocurrían los sucesos en Roma, Cleopatra se colocó estratégicamente entre las dos facciones en guerra. Cuando Octavio se dio cuenta que no podía retar la gran base de poder de Antonio, hizo un pacto con él y con el segundo comandante de César. Juntos formaron otro triunvirato para gobernar Roma. Su primer objetivo: castigar a los asesinos de César.
Cleopatra prometió ayudar tanto al triunvirato como a aquellos que apoyaran a la República pero debido a una serie de intencionales retrasos logró evitar el compromiso de las tropas egipcias hasta que se decidiera definitivamente la guerra. La decisión vino en el año 42 a.C. cuando fueron vencidos los ejércitos conspiradores en Grecia. Octavio estaba enfermo y no podía luchar, y así, la mayor parte de la gloria se la adjudicó Antonio. Gozaba ahora de gran popularidad y se consideró líder del Imperio romano.
Cleopatra recibió las noticias del éxito de Antonio con un gran alivio. Ella se había encontrado con el carismático oficial en Roma varias veces, no había ningún registro sobre sus planes, pero siempre demostró su gran ingenio. Tenía que encontrar alguna forma de vencer al general romano.
Cuando Antonio convocó a la reina egipcia a su centro de operaciones para justificar el haber apoyado los planes de asesinato de César, ella lo ignoró. Fue un gran riesgo desafiar a Antonio, pues todos los soldados de Roma lo apoyaban. Su arma era la osadía.
Finalmente, a la tercera convocatoria, apareció Cleopatra. Sabía lo que estaba en juego, Antonio tenía el mismo poder de decidir el destino de Cleopatra y de su reino que el que tuvo César hacía diez años. Al invitarlo a una magnífica fiesta en su barcaza real, Cleopatra aseguró el futuro del país. En Antonio encontró un líder atractivo y dominante de 40 años y de presencia temeraria. Observó en él las mismas cualidades que César había descubierto: inteligencia, generosidad y lealtad.
A pesar que las monedas de la época muestran una mujer sencilla, Cleopatra llevó a sus encuentros toda la seguridad de una mujer que, habiendo ya ganado el amor de los más grandes líderes del mundo, no tenía necesidad de probar sus encantos. Tenía en ese momento 29 años y era toda una reina. Practicaba las técnicas de belleza de Egipto, famosas en todo el mundo. Se decía que se bañaba en leche para evitar las arrugas, rizaba su cabello al estilo griego y bordeaba sus ojos almendrados con polvo negro plomo para lograr una mirada penetrante. Pintaba sus labios y mejillas con ocre rojo. Sus métodos de belleza personal eran tan famosos que se decía había escrito un libro sobre ellos. Al igual que César, Marco Antonio se enamoró locamente de la exótica reina egipcia.
Al lograr su meta inicial de preservar la seguridad de Egipto, Cleopatra convenció a Marco Antonio que la acompañara a Alejandría. Según dice Plutarco: «En todo momento ella le acompañaba y no lo dejaba escapar ni de día ni de noche, jugaba a los dados con él, bebía con él, cazaba con él».
La pareja comenzó a consolidar sus ambiciosos planes. La meta de Antonio, al igual que la de César, era alcanzar la fama con la conquista. Cleopatra, quien deseaba restaurar las fronteras originales del reino Ptolomeo, sabía que para ello el general romano necesitaría las riquezas de Egipto. A cambio de su apoyo, Antonio prometió ayudar a la reina egipcia. Él la reconoció públicamente como la gobernante de Egipto y Chipre, y accedió a ejecutar a su hermana menor.
Cleopatra ahora era la reina de Egipto pero, antes que continuaran sus planes, Octavio obligó a Antonio a volver a Roma para arreglarse una controversia política. Parte del arreglo era el casamiento de Antonio con la hermana de Octavio, la joven y bella Octavia.
En Alejandría, Cleopatra sufría por la noticia del matrimonio, pues acababa de dar a luz al hijo de su nuevo amado. No obstante, el general regresó pronto a Egipto y prosiguió su vida con Cleopatra, decisión que Octavio utilizó para provocar la indignación del pueblo romano.
Cuando en el año 36 a.C., Marco Antonio fue derrotado en una expedición militar contra los partos, la desaprobación popular de su conducta se intensificó en Roma. Cleopatra apoyó a Antonio con dinero y provisiones, también tuvo otro hijo. Pero el evidente regreso de Antonio a Alejandría fue un retroceso penoso para los planes de ambos. Se rumoreaba en Roma que Antonio estaba deprimido y que bebía mucho.
Cleopatra necesitaba crear una nueva campaña, ya que Octavia se dirigía a Grecia con nuevas tropas para su esposo Antonio. La reina egipcia hizo lo posible para evitar que Antonio se encontrara con Octavia.
Marco Antonio sabía que Octavio había enviado a su hermana esperando que fuera rechazada, ello lo motivaría a declararle la guerra. No obstante, los deseos de Cleopatra prevalecieron. Viajó a Grecia y aceptó las tropas y las provisiones. Pero al darse cuenta que la guerra con Octavio era inevitable se negó a ver a su esposa.
Utilizando sus nuevas tropas para ganar una pequeña victoria en Armenia, Antonio regresó a Alejandría y nombró a Cleopatra co-gobernante de Egipto, Chipre, Libia y Siria, el reino Ptolomeo original. Para desafiar a Octavio éste reconoció a Cesarión como el verdadero hijo de César, el resto del Imperio se dividió entre sus otros tres hijos. Al hijo de su primera esposa Antonio le dio las regiones occidentales del Imperio. Así, Cleopatra y Antonio gobernarían un territorio más grande que el Imperio de Alejandro Magno. Éste se extendería desde el norte de Europa hasta el desierto del Sahara, desde el Canal de la Mancha hasta la India.
Antonio y Cleopatra con su inteligencia concibieron un plan de acción para el nuevo mundo del Imperio grecorromano. Proponían una verdadera asociación de los poderes conflictivos, Grecia y Roma. Sin las tensiones provocadas por las constantes invasiones los reinos unidos podrían beneficiarse de todas las ventajas del libre comercio y de la paz.
El pueblo romano, inducido por las propagandas de Octavio, pensó que Antonio estaba entregando la supremacía de Roma a la misma mujer calculadora que había arruinado la vida de César. Octavio alentó el escándalo con historias sobre la sumisión de Antonio a la reina egipcia, diciendo que quien fuera una vez un gran general ahora le daba masajes a los pies de Cleopatra. Decía que planificaba hacer de Alejandría la nueva capital del Imperio. Enfurecidos por la aparente traición de Antonio, muchos romanos decidieron apoyar a Octavio.
Era el año 33 a.C. y se habían definido las líneas de batalla. Los romanos que aún apoyaban a Antonio partieron al Asia Menor donde él y Cleopatra agrupaban sus tropas. En ese mismo año, Antonio se divorció de Octavia, lo que le molestó a todos.
La presencia de Cleopatra en el cuartel general de su amado y su insistencia en desempeñar un importante papel en la estrategia militar dañaron la moral de los oficiales de Antonio, pero cuando éste le pidió que volviera a Egipto, aunque sólo para conservar las apariencias, ella se rehusó. Cleopatra era una reina guerrera y por ello exigía respeto.
El divorcio de Antonio y Octavia impulsó a Octavio a declararles la guerra a Cleopatra y a Marco Antonio. Al ver a Octavio en batalla, Marco Antonio confió en poder ganarle pero el elegido del César había acumulado poder durante diez años y había colocado a un brillante general, Marco Agripa, al comando de sus tropas. Él demostraría estar a la altura de lo que venía.
Con Cleopatra a su lado, Antonio guio a su ejército de 85.000 soldados hasta Grecia donde esperaba dar la batalla decisiva. Pero Agripa, hábilmente cortó las líneas de abastecimiento.
El 2 de Septiembre del año 31 a.C. se encontraron ambas flotas en las costas de Grecia, cerca de Actium. Si bien cada una constaba de aproximadamente 400 embarcaciones, muchos de los escuadrones de Antonio estaban desmoralizados y su lealtad era cuestionable.
Apenas comenzada la batalla, gran parte de la flota de Antonio se rindió. Al ver la situación, Antonio le pidió a Cleopatra que escapara. El barco de ella, con los tesoros egipcios importantes, inmediatamente izó sus velas y se dirigió hacia el mar abierto seguido de una flota de 60 barcos de guerra.
Después de la lucha, Antonio y algunos de sus barcos lograron escapar y luego reunirse con ella. Los seguidores de Octavio describieron la batalla como una huida cobarde de Cleopatra y de su enamorado, según Plutarco: «Y fue aquí cuando Antonio mostró a todo el mundo que ya no actuaba según el pensamiento y las motivaciones de un comandante o un hombre, o incluso por su propio juicio. Tan pronto como la nave de Cleopatra izó las velas abandonó a todos quienes luchaban y morían por él, y siguió sólo a aquella que había causado su ruina».
Al parecer, Antonio y Cleopatra trataron simplemente de salvar lo que pudieron en una situación desesperada. Albergaron la esperanza de poder conseguir nuevos apoyos para su lucha contra Octavio pero pronto se enteraron que todas las potencias del Mediterráneo ahora lo apoyaban.
Octavio le escribió a la reina egipcia que si abandonaba a Antonio le concedería cualquier favor. Pero, a pesar de los crueles actos cometidos en el pasado, Cleopatra, cuando tuvo la oportunidad de salvarse no abandonó a su fiel hombre, probando así el firme amor por su consorte romano.
Para morir como un verdadero romano, Antonio se preparó para el ataque final con sus escasas tropas contra el ejército invasor de Octavio. Pero cuando llegó al puerto de Alejandría para enfrentar a su enemigo se asombró ante las naves que rodeaban una escuadra egipcia que no oponía resistencia. Temiendo la traición y el supuesto suicidio de Cleopatra, Antonio, apesadumbrado, cayó sobre su propia espada.
Cuando encontraron a Antonio con vida fue llevado al monumento donde Cleopatra se escondía de Octavio, quien venía a reclamar los tesoros que ella ocultaba. Para mantener cerrada la puerta, ella y sus doncellas hicieron entrar a Antonio a través de una ventana. Momentos después murió en sus brazos.
Cleopatra fue capturada por los soldados de Antonio, si bien a sus tres hijos con Antonio les fue permitido vivir en el exilio, Cesarión y el hijo de Antonio de su primera esposa fueron ejecutados. Cuando se le informó que sería llevada a Roma, Cleopatra recordó a su hermana menor, quién había sido encadenada y arrastrada por las calles de Roma como trofeo de César. Consiguió entonces que un áspid —una víbora mortalmente venenosa y símbolo de la religión egipcia— fuera introducida en su habitación oculta en una cesta de higos. Arreglada con sus más finas ropas, sobre un sofá dorado, la colocó sobre su cuerpo. Cleopatra murió con el orgullo y la dignidad propias de la más grandiosa reina egipcia. Tenía 39 años.
Cleopatra, Julio César, Marco Antonio, la ambición y el amor unieron y destruyeron a tres de las figuras más importantes del mundo antiguo. Sus pasiones y sueños de gloria les fueron impuestos a gran parte de la civilización occidental. En sus manos estuvo el destino del mundo grecorromano. La civilización sobreviviría pero marcada para siempre.
Cleopatra fue una dirigente astuta y visionaria, una mujer que logró dominar al mundo en una época en la que el juego de poder era sólo para los hombres. Era valiente y hábil. Uso todo su talento para convertirse en la gobernante más temida y respetada de su tiempo. Lo arriesgó todo por el sueño de un Imperio y sólo para verlo caer al apoyar al hombre equivocado.
Pagó con la vida su fracaso, pero con su muerte nació su leyenda, una leyenda fascinante y seductora, la mujer que sacudió los cimientos del Imperio romano hace 2000 años.
Por MysteryPlanet.com.ar.
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