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Los científicos creen tener las herramientas para estudiar el tema seriamente y saber qué son y de dónde vienen los ovnis. Una de ellas sería utilizar satélites para detectarlos y estudiarlos.
Recientemente, y para escarnio del mundillo escepticoide, la Marina de EE.UU. admitió oficialmente que los videos de pilotos persiguiendo ovnis eran genuinos. Y en agosto pasado, incluso, estableció un cuerpo especial para investigarlos con el fin de determinar si representan una amenaza para la seguridad nacional.
Renombrados bajo las siglas UAPs (Unidentified Aerial Phenomena) para sacarle el estigma meramente extraterrestre, estos objetos han sido filmados volando a velocidades superiores a las que podría soportar un piloto humano. No dejan estela de propulsión visible, no generan estampidos sónicos y, en definitiva, no muestran señales de proceder de este mundo.
Esto ha generado que un grupo de científicos, a menudo alejados de la temática por prejuicios o miedos al qué dirán sus pares, ahora se interese en aportar su grano de arena para otorgarle a los ovnis la importancia y seriedad que se merecen.
«Hay una necesidad del estudio científico de los UAPs y el requerimiento de recolectar evidencia fiable, algo que no pueda ser fácilmente ignorado por la ciencia», dijo Philippe Ailleris, controlador de proyecto del Centro de Tecnología e Investigación de la ESA en Países Bajos. «Nadie sabe desde dónde o cuándo puede aparecer potencialmente un UAP, de allí la dificultad para la investigación en este campo».
En los últimos años se han visto rápidos avances en las tecnologías de la información y comunicación, desde software y computación en la nube hasta inteligencia artificial y aprendizaje automático. Todas herramientas que ofrecen a los científicos nuevas posibilidades de recolectar, almacenar, manipular y transmitir datos.
Pero Ailleris apunta a otra potente herramienta. «La ubicación sobre nuestras cabezas de los satélites es una oportunidad perfecta para detectar algo», señaló.
El trabajar en el sector espacial, Ailleris está al tanto que existen satélites de observación terrestre civiles que podrían ser utilizado en la búsqueda de UAPs. Un camino es aprovechar la imagería gratis cosechada por los satélites Copernicus de la Unión Europea, un programa de observación de la Tierra coordinado y administrado por la Comisión Europea en sociedad con la ESA.
Asimismo, cada vez hay más naves de escaneo de nuestro planeta siendo lanzadas para monitorear la salud de nuestro mundo. «Y dicho trabajo ya no está solo limitado a potencias espaciales; el sector privado también ha entrado en escena», añadió Ailleris. «Esta evolución estimulará las ideas en diferentes dominios, incluyendo en varios tópicos controversiales, incluyendo, por qué no, la investigación científica de los UAPs».
Trabajando con Ailleris en la imagería satelital, está Kevin Knuth, un ex científico del Centro de Investigación Ames de la NASA en California que ahora se desempeña como profesor asociado de física en la Universidad de Albany en Nueva York.
«Estamos considerando usar los satélites para supervisar la región del océano al sur de la isla Catalina, donde en 2004 tuvo lugar el incidente Nimitz», comentó Knuth, en referencia a los avistamientos reportados por pilotos y operadores de radar con base en el portaaviones USS Nimitz.
Esta área también será el objetivo para la llamada Expedición UAP (UAPx), que en 2021 será llevada a cabo por este y otros científicos. La meta de esta excursión será, según se lee en su sitio web, «proveer evidencia irrefutable de que los fenómenos aéreos no identificados son objetos reales, que se pueden detectar y estudiar».
El equipo de UAPx incluye a veteranos militares y físicos, como así también a investigadores científicos y observadores entrenados que utilizarán dispositivos especializados para observar cualquier objeto que pueda responder por un UAP.
«Esperamos detectar estos objetos, determinar sus características, patrones de vuelo y cualquier tipo de actividad que nos permita estudiarlos más efectivamente», le dijo Knuth al portal Space.com. «A parte de supervisar la región, también estamos pensando en valernos de satélites para obtener una confirmación independiente de los avistamientos e información cuantificable».
«Ciertamente, creo que los UAPs merecen ser estudiados, al igual que lo haríamos con cualquier otro problema de la ciencia», indicó Jacob Haqq-Misra, astrobiólogo del Instituto de Ciencia Espacial Blue Marble en Seattle (Washington).
En agosto, Haqq-Misra ayudó a organizar el taller interdisciplinario patrocinado por la NASA TechnoClimes 2020, que buscaba priorizar y guiar futuros estudios teóricos y observacionales de tecnofirmas no radiales —eso es, manifestaciones observacionales de tecnología, particularmente aquella que pueda ser detectada a través de medios astronómicos—.
El astrobiólogo cuenta que su conocimiento sobre los UAPs surgen del dominio público, tales como los videos recientemente liberados por la Marina y declaraciones del Departamento de Defensa. Salvo eso, aún no ha conducido sus propias investigaciones al respecto.
«También permanezco agnóstico en cuanto a cualquier hipótesis particular que intente explicar los UAPs, al menos hasta que tengamos más datos a considerar», confesó. «A esta altura, la hipótesis de una inteligencia no-humana detrás del fenómeno es la más popular, pero no necesariamente eso significa que sea más probable entre otras».
Ravi Kopparapu es un científico planetario en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland. Dedicado a estudiar la habitabilidad, modelos climáticos y químicos en el contexto de la caracterización de atmósferas exoplanetarias. Su visión es que los UAP/OVNI representan un problema científico interesante, en parte debido a los avistamientos de objetos que parecen desafiar las leyes de la física.
Con eso dicho, Kopparapu es precavido al usar en traer el término «extraterrestre» a la conversación. «Eso es porque no hay una evidencia concreta, que yo sepa, que apunte a que son extraterrestres», precisó.
«Hay un problema fundamental que ahora debemos abordar en un estudio científico de los UAPs: no tenemos la recolección adecuada de datos sobre este fenómeno, no al menos que pueda ser compartida con los científicos interesados en verificar los testimonios y filtrar los eventos verdaderamente inexplicables».
Kopparapu cree que el tema y su asociación con lo extraterrestre, que por décadas fue considerado un tabú en la comunidad científica, ha impedido hasta ahora una investigación adecuada.
«Pienso que la gente inmediatamente asocia a los ovnis con alienígenas, y yo quiero que los científicos no caigan en esa trampa. Hay que ser estrictamente agnóstico y no dejar que ideas preconcebidas nublen el juicio. Pero también hay que tener una mente abierta. Considerar esto como un problema científico. Y si resulta que hay una explicación mundana, pues así será».
«Hay que dejar que los datos nos guíen hacia qué son», concluyó.
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