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Y el reciente paso devastador del huracán Dorian por las Bahamas es un claro ejemplo, con más de 18 horas de pesadilla.
Los que siguen los pronósticos del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos no daban crédito entre un boletín y otro: el huracán se mantuvo estacionario con una fuerza nunca antes vista por allí, lluvias, vientos y destrucción.
Aunque estaba previsto que ralentizara su desplazamiento e incluso se detuviera, muy pocos esperaban que su parada sobre Bahamas fuera a durar tanto.
Desde la tarde del lunes de esta semana, Dorian se mantuvo casi sobre el mismo lugar hasta el amanecer del día siguiente, cuando comenzó a desplazarse al noroeste a la velocidad de una tortuga: 2 km/h que subieron después a 7 km/h.
What's left of the Bahamas after #HurricaneDorian? According to this one resident, his island is gone. pic.twitter.com/s257gMNEhM
— AJ+ (@ajplus) September 5, 2019
En redes sociales, muchos habitantes de Bahamas se cuestionaban cuánto terminaría el vendaval, que comenzó a azotar las islas también a paso muy lento desde la tarde del domingo.
El caso de Dorian, sin embargo, no fue una excepción: Harvey también se detuvo al entrar en Texas en 2017 y, el año pasado, Florence se ensañó por horas con las Carolinas luego de tocar tierra en el este de Estados Unidos.
De hecho, un estudio de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. señala que de los 66 ciclones que se detuvieron o ralentizaron su movimiento en los últimos 70 años, casi la mitad lo hizo en las últimas tres décadas.
La investigación, publicada en junio en la revista Nature, indica, de hecho, que desde mediados del siglo XX los ciclones tropicales se han hecho más propensos a «detenerse» cerca de la costa y pasar muchas horas sobre dichas regiones.
De acuerdo con sus resultados, en el periodo comprendido entre 1944 y 2017, la velocidad promedio de los huracanes ha disminuido 17 %, entre los 15,4 km/h y 18,5 km/h.
Dentro del ojo del huracán #Dorian. Imágenes tomadas el domingo pasado por Ian Sears, del Centro de Operaciones Aéreas de la NOAA.#HurricaneDorian #HurricaneDorian2019 pic.twitter.com/tbZaTW2ZQq
— Mystery Planet (@MysteryPlanet) September 3, 2019
«Harvey en 2017, Florence en 2018 y ahora Dorian, en 2019, son excelentes ejemplos de esta situación, pero la tendencia se remonta a varias décadas», explica a BBC Mundo Tim Hall, investigador principal del Instituto Goddard de la NASA y autor principal del estudio.
El hecho de que un huracán se detenga sobre un área implica que la devastación sobre esa zona será exponencialmente mayor, dado que la fuerza de sus vientos y lluvias las impactarán por más tiempo.
Harvey, por ejemplo, arrojó más de 1.500 mm de lluvia sobre Houston luego de detenerse allí durante días.
Y ahora Dorian ha castigado a Bahamas con marejadas de seis metros y lluvias torrenciales por más de 48 horas.
De acuerdo con Hall, para cada caso de tormentas que se han detenido o ralentizado su paso durante el último medio siglo, existe una causa particular, que se vincula con el debilitamiento o colapso de los patrones de viento a gran escala.
Sin embargo, señala, se cree que es esta situación es provocada por una desaceleración general de la circulación atmosférica (vientos globales), tanto en los trópicos, donde se forman los huracanes, como en las latitudes medias, hacia donde se desplazan en su rumbo a los polos.
De hecho, una de las principales causas que hizo a Dorian permanecer por casi un día detenido sobre Bahamas fue precisamente la calma de los vientos en la atmósfera superior.
«Los detalles de cada caso difieren, por supuesto. Pero las probabilidades de que tales eventos ocurran están aumentando», indica el experto en huracanes de la NASA.
En otra investigación de la NOAA 2018, el investigador James P. Kossin también encontró que el aumento en los estancamientos de los ciclones tropicales es una tendencia no solo en el Atlántico.
Su estudio fue un paso más allá: consideró que dichos patrones eran «generalmente consistentes con los cambios esperados en la circulación atmosférica forzados por las emisiones antropogénicas».
Ahora que un ciclón de gran intensidad vuelve a repetir un comportamiento similar que el que han tenido otros en los últimos años, muchos medios y expertos no han dudado en señalar que podría estar condicionado por la misma causa: el cambio climático.
Casi ningún académico duda de la influencia que ya está teniendo el calentamiento global sobre los ciclones tropicales.
De acuerdo con el meteorólogo Philip Klotzbach, de la Universidad Estatal de Colorado (EE.UU.), no existe evidencia de que el cambio climático esté produciendo más huracanes, pero sí de que está generando las condiciones para que se hagan cada vez más destructivos.
Dorian, por ejemplo, es el quinto huracán de categoría 5 que se forma en el Atlántico en solo cuatro años, un récord nunca antes alcanzado desde que se tiene registro.
«Una atmósfera más cálida puede retener más humedad y, por lo tanto, traer más lluvia. Además, con el aumento del nivel del mar, la marejada ciclónica penetrará más tierra adentro, dado que el nivel del mar de fondo es más alto», señala.
Hall, por su parte, señala que hay un consenso en la comunidad científica de que los océanos más cálidos -principal alimento de los huracanes- están conduciendo a una mayor intensidad de los ciclones (aunque no a su frecuencia).
De acuerdo con la investigación de la NOAA y la NASA, la frecuencia de tormentas tropicales intensas se ha multiplicado desde 1980 y el riesgo de huracanes con vientos de más de 250 km/h se ha triplicado desde entonces.
Fuente: BBC.
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