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Una vasta y misteriosa zona débil en el campo magnético de la Tierra, conocida como la Anomalía del Atlántico Sur, no solo ha continuado su expansión frente a las costas de Sudamérica, sino que ha desarrollado un nuevo «lóbulo» en dirección a África durante la última década. Este fenómeno, que tiene implicaciones directas para la seguridad de los satélites, ha sido mapeado con una precisión sin precedentes gracias a la misión Swarm de la Agencia Espacial Europea (ESA).
Desde 2014, esta región anómala ha crecido en un área equivalente a casi la mitad de Europa continental, según revela un nuevo estudio publicado en la revista Physics of the Earth and Planetary Interiors.
«La Anomalía del Atlántico Sur no es un bloque único», afirma el autor principal Chris Finlay, profesor de Geomagnetismo en la Universidad Técnica de Dinamarca. «Está cambiando de manera diferente hacia África que cerca de Sudamérica. Algo especial está ocurriendo en esta región que causa que el campo se debilite de forma más intensa».
La explicación científica apunta a patrones inusuales en el límite entre el núcleo y el manto de la Tierra, conocidos como «parches de flujo inverso». El profesor Finlay señala que, normalmente, las líneas del campo magnético salen del núcleo en el hemisferio sur, pero bajo esta anomalía, «van de regreso hacia el núcleo».
Los datos de Swarm han permitido observar cómo una de estas áreas se mueve hacia el oeste sobre África, contribuyendo al debilitamiento localizado.
El debilitamiento en el Atlántico Sur no es el único cambio dinámico que experimenta nuestro planeta. Los datos de la misión de la ESA también muestran que, mientras el campo magnético se ha fortalecido sobre Siberia, se ha debilitado sobre Canadá. La región de campo fuerte canadiense se ha reducido en un área casi del tamaño de la India, mientras que la siberiana ha crecido en una superficie comparable a la de Groenlandia.
Este cambio en el norte está directamente relacionado con el desplazamiento del polo norte magnético hacia Siberia en los últimos años, un factor crucial para los sistemas de navegación modernos.
Gracias a los 11 años de servicio de Swarm, que ha proporcionado el registro continuo más largo de mediciones magnéticas desde el espacio, los científicos pueden comprender mejor estos complejos procesos. Anja Stromme, gerente de la misión, concluyó: «Es maravilloso ver el panorama general de nuestra Tierra dinámica. Los satélites están en excelente estado y esperamos extender el registro más allá de 2030 para obtener conocimientos sin precedentes sobre nuestro planeta».
Swarm es la primera constelación de satélites de observación de la Tierra de la ESA, diseñada para medir las señales magnéticas del núcleo, el manto, la corteza, los océanos, la ionosfera y la magnetosfera terrestres. Sus datos permiten a los científicos estudiar las complejidades de nuestro campo magnético protector. Crédito: ESA/AOES Medialab.
Cabe destacar que esta anomalía, identificada por primera vez en el siglo XIX, es de especial interés para la seguridad espacial. Los satélites que la atraviesan se exponen a dosis más altas de radiación, lo que puede provocar fallos de funcionamiento, daños en componentes críticos e incluso apagones totales.
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