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Un descubrimiento arqueológico en el sureste de Turquía ha abierto una puerta inesperada al pasado más remoto de la humanidad.
En el sitio neolítico de Sayburç, cercano al famoso Göbekli Tepe, se encontró en 2021 un relieve tallado en piedra que algunos expertos ya consideran como una de las escenas narrativas más antiguas jamás descubiertas. Pero lo más sorprendente es la hipótesis del investigador británico Graham Hancock, quien propone que esta imagen podría ser una representación temprana —y oralmente transmitida— de la Epopeya de Gilgamesh, lo que desplazaría el origen del texto más antiguo conocido de la humanidad por más de seis mil años.
Tradicionalmente, la Epopeya de Gilgamesh se atribuye a la civilización sumeria alrededor del 2000 a.C., cuando fue por primera vez registrada en escritura cuneiforme. Sin embargo, estudios sobre tradiciones orales en pueblos indígenas han demostrado que es posible preservar relatos complejos durante miles de años sin necesidad de escritura, a través de rituales, canciones y narraciones transmitidas entre generaciones. El autor británico se pregunta entonces: si estas tradiciones sobreviven miles de años, ¿por qué no pensar que Gilgamesh también lo hizo?
El relieve de Sayburç, datado en torno al 8500 a.C., muestra a un hombre enfrentando un toro salvaje (uro), otra figura humana entre leopardos en actitud dominante y elementos fálicos notables. Estas imágenes, al ser interpretadas desde una perspectiva simbólica y comparativa, llevan a Hancock a considerar que podrían ser fragmentos visuales de un relato que luego evolucionaría hasta convertirse en la epopeya mesopotámica que hoy conocemos.
La investigadora Eylem Özdoğan, arqueóloga responsable del estudio del relieve de Sayburç, señala que la escena representa una clara narrativa en desarrollo, a diferencia de otras imágenes más simbólicas de la época. En su artículo publicado en Antiquity en 2022, defiende que esta es «la representación narrativa más detallada del Neolítico hallada hasta la fecha en el Cercano Oriente». La imagen no parece representar una simple caza; más bien, contiene figuras humanas en interacción con animales salvajes, con actitudes extrañamente calmadas e incluso ritualistas.
Uno de los personajes está flanqueado por leopardos y se muestra sentado, desnudo, sosteniendo su órgano sexual con aparente serenidad. Esta actitud, lejos de lo absurdo, parece tener una carga simbólica profunda, relacionada con un antiguo motivo iconográfico conocido como el «Señor de los Animales», presente en culturas de todo el mundo antiguo, desde Egipto hasta América del Sur. El patrón común: una figura masculina, dominante, enfrentando o controlando animales salvajes con total aplomo.
El escritor británico, al observar este relieve, nota paralelismos clave con pasajes de la Epopeya de Gilgamesh. Por ejemplo, el combate contra el «Toro del Cielo», una criatura enviada por los dioses para castigar a los protagonistas Gilgamesh y Enkidu, podría estar representado en la escena de Sayburç donde un hombre confronta a un toro en movimiento. Aunque hay diferencias —como la ausencia de un segundo personaje en la escena tallada— la esencia del enfrentamiento permanece. Según el investigador, lo que vemos podría ser una versión oral muy antigua de estos relatos épicos, antes de que adquirieran nombres y estructuras formales.
Para entender cómo el autor de la serie documental Los Apocalipsis del Pasado llega a su teoría, es necesario repasar los elementos centrales del Poema de Gilgamesh. En la epopeya, el héroe sumerio y su compañero Enkidu realizan diversas gestas, entre ellas la muerte del Toro del Cielo, la caza de leones y la derrota del monstruo del bosque, Humbaba. En el relieve de Sayburç, aparecen precisamente un toro, grandes felinos y una figura central que no muestra miedo sino dominio. Incluso el simbolismo fálico, que podría parecer irrelevante a simple vista, tiene eco en pasajes del poema donde se alude al deseo, la virilidad y la mortalidad del cuerpo.
Hancock también destaca que una de las figuras del relieve de Sayburç, el hombre sentado entre leopardos, recuerda poderosamente a una estatua descubierta en Karahan Tepe, otro sitio cercano y contemporáneo. Esta escultura de casi 2.30 metros de altura, datada en el 9400 a.C., representa a un hombre desnudo con rasgos similares: manos sobre el sexo, postura solemne y ojos penetrantes. ¿Estamos ante un arquetipo visual que representaba al héroe mítico Gilgamesh mucho antes de que tuviera nombre?
La distancia temporal entre estas expresiones visuales (8500 a.C.) y los primeros textos escritos (2000 a.C.) puede parecer enorme. Sin embargo, el escritor británico recuerda que han pasado más de 3.000 años desde Homero y aún seguimos contando historias como La Odisea.
«Las leyendas pueden vivir mucho más tiempo de lo que creemos, adaptándose, transformándose, pero conservando su núcleo simbólico. Y en el caso de Gilgamesh, ese núcleo podría haber estado presente ya en el arte neolítico de Anatolia», argumentó.
Para el investigador británico, el relieve de Sayburç representa una puerta abierta a una época donde las historias se transmitían sin palabras escritas, pero con una riqueza simbólica capaz de perdurar milenios. Sugiere que no es necesario pensar que los sumerios «inventaron» a Gilgamesh desde cero. Más bien, pudieron haber recogido un relato ya antiguo, lleno de resonancias míticas, y lo adaptaron a su propia cosmovisión. Incluso el nombre de Gilgamesh podría haber sido una adición tardía a una tradición oral más antigua, cuyos protagonistas cambiaban según el tiempo y la cultura.
Graham Hancock en Göbekli Tepe, el sitio arqueológico principal, ubicado a aproximadamente 35 kilómetros por carretera de Sayburç. Crédito: Santha Faiia.
Esta interpretación no pretende invalidar los aportes de la arqueología convencional, sino abrir el juego a nuevas lecturas posibles del pasado. El hallazgo de Sayburç, junto a Karahan Tepe y otros sitios como Boncuklu Tarla, indica una continuidad cultural y simbólica que se remonta hasta el 11.000 a.C. Lejos de representar comunidades primitivas, estas sociedades ya manejaban un complejo lenguaje visual y arquitectónico, posiblemente asociado a rituales, mitos y cosmogonías compartidas.
La idea de que el Poema de Gilgamesh tenga una raíz narrativa que se remonta más de 10.000 años no es descabellada si se considera el poder de las historias para perdurar. En ese sentido, el relieve de Sayburç no sería solo una pieza de arte antiguo, sino un testimonio silencioso de una de las narraciones más antiguas de la humanidad: la lucha del hombre contra la naturaleza, el poder, la muerte y el destino. Tal vez, como sugiere Hancock, «no sea una coincidencia… sino un legado».
Arriba, sello cilíndrico mostrando al héroe Gilgamesh, período acadio, 2400 a.C. Abajo, la escena de Sayburç, actual Turquía.
Fuente: Graham Hancock. Edición: MP.
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