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Un equipo de investigadores de la Escuela Politécnica Federal (ETH) de Zúrich ha publicado recientemente un estudio que podría hacer avanzar significativamente nuestra capacidad para detectar vida extraterrestre en exoplanetas.
Disponible en The Astrophysical Journal, su trabajo se centra en la misión Large Interferometer for Exoplanets (LIFE), la cual está diseñada para medir directamente el espectro del infrarrojo medio de exoplanetas en la zona habitable. Utilizando una colección de pequeños observatorios en órbita, el objetivo es caracterizar las atmósferas de estos mundos lejanos, evaluar su habitabilidad potencial y buscar signos de vida extraterrestre.
Con la esperanza de que los telescopios espaciales necesarios para llevar a cabo tales tareas se construyan algún día, los investigadores suizos buscaron validar la capacidad de la misión tomando a nuestro propio planeta como sujeto de prueba.
Y el resultado fue positivo. Concluyeron que la Tierra sería identificada como un planeta templado y habitable con niveles detectables de gases atmosféricos importantes como dióxido de carbono (CO2), vapor de agua (H2O), ozono (O3) y metano (CH4) —indicativos de la presencia de vida y condiciones habitables—. Una buena señal, considerando que nuestro mundo está lleno de vida.
Ahora, aquí es donde las cosas se ponen interesantes. El estudio también encontró que el ángulo de visión y la estación del año no alteraron significativamente la detectabilidad de estas moléculas o sus abundancias relativas en la atmósfera terrestre. Esto es crucial porque algo tan simple como la cobertura de nubes puede afectar los datos atmosféricos.
Además, se observaron cambios estacionales en la cantidad de energía que la Tierra refleja o emite, especialmente cuando se observó el Polo Norte, lo que llevó a variaciones en la temperatura superficial recuperada, la temperatura de equilibrio y el albedo de Bond (en términos simples, cuánta radiación electromagnética termina de nuevo en el espacio después de rebotar en el planeta, pero no proveniente del planeta directamente). Gracias a esta precisión, los científicos pudieron determinar la temperatura superficial de nuestro planeta a pesar de la presencia de nubes.
La presión atmosférica fue mucho más difícil de discernir, por lo que se requiere trabajo futuro para desarrollar mejores métodos y obtener números más precisos. Básicamente, debido a la naturaleza dispersa de la atmósfera terrestre y, por extensión, de otros posibles exoplanetas similares a la Tierra, se dificultó que los instrumentos obtuvieran una lectura precisa.
Sin embargo, hay un aspecto favorable en el error.
La investigación destacó que simplificaciones comunes —como no reparar en las nubes y asumir abundancias de gases verticales constantes— introducen sesgos en los resultados obtenidos. Al interpretar datos atmosféricos de exoplanetas, incluyendo todos los datos recopilados hasta ahora por otros estudios y astrónomos, todo podría necesitar una segunda revisión. La atmósfera terrestre es compleja. ¿Qué nos dice que los otros exoplanetas que ya hemos descubierto no son igualmente complejos?
Utilizar la Tierra como conejillo de indias proporciona evidencia convincente de que los procedimientos de medición de la misión son factibles y efectivos. Además, abre nuevas vías para la exploración de mundos habitables, marcando un momento crucial en la búsqueda para entender nuestro lugar en el universo y posiblemente encontrar a nuestros gemelos cósmicos.
«La comunidad de exoplanetas en su conjunto se está preparando para la creciente cantidad de datos que vendrán en el futuro de planetas cada vez más pequeños», explicó el profesor Sascha Quanz de la ETH Zúrich, uno de los autores del estudio. Dado que la Tierra es el único planeta con vida que conocemos, tiene sentido utilizarla para probar el equipo futuro.
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