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Un nuevo estudio científico podría cambiar radicalmente nuestra comprensión de la mente. Investigadores del Wellesley College han descubierto que ciertos efectos de la anestesia podrían estar vinculados a procesos cuánticos en el cerebro, proporcionando una de las pruebas más sólidas hasta la fecha en favor de la teoría de la conciencia cuántica.
Durante décadas, una de las preguntas más profundas y difíciles de la neurociencia ha sido: ¿cuál es la base física de la conciencia? La mayoría de los expertos sostiene que la conciencia emerge de la actividad eléctrica y química del cerebro, según las leyes de la física clásica. Sin embargo, una minoría de investigadores ha propuesto una idea radicalmente distinta: que la conciencia podría tener un origen cuántico, basado en procesos que ocurren a nivel subatómico.
A diferencia de la física clásica, que describe el mundo visible y predecible que nos rodea, la física cuántica gobierna el comportamiento de las partículas más pequeñas del universo, donde ocurren fenómenos extraños como la superposición, el entrelazamiento o el colapso de la función de onda.
Según la teoría de la conciencia cuántica, lo que llamamos «mente» no se genera solo por la conexión entre neuronas, sino que emerge de procesos cuánticos que ocurren dentro de los microtúbulos, unas estructuras diminutas que forman parte del esqueleto interno de las neuronas. Estos microtúbulos podrían actuar como canales para la computación cuántica en el cerebro.
Esta perspectiva no solo intenta explicar fenómenos subjetivos como el sentido del yo, la percepción del tiempo o la intuición, sino que sugiere que la conciencia estaría conectada a un nivel más profundo de la realidad: un campo cuántico universal, una dimensión invisible o incluso —según algunas tradiciones filosóficas orientales— algo similar al Akasha, una especie de matriz fundamental donde toda la información del cosmos estaría entrelazada.
El propio profesor Mike Wiest, autor del estudio, lo sugiere al afirmar que este enfoque nos ofrece una visión del mundo más conectada y holística, donde la conciencia no sería una función aislada del cerebro, sino parte de una red más profunda que subyace a toda la realidad.
En su investigación, publicada en la revista especializada eNeuro, Wiest y su equipo estudiaron cómo ciertos anestésicos afectan la conciencia en ratas. Cuando administraron un fármaco que se une a los microtúbulos, descubrieron que los animales tardaban mucho más en perder la conciencia bajo los efectos de un gas anestésico.
Este resultado sugiere que los anestésicos podrían actuar directamente sobre los microtúbulos para inducir la inconsciencia, lo que representa una fuerte evidencia de que estas estructuras están involucradas en el mecanismo mismo de la conciencia. Y dado que no se conoce un mecanismo clásico que explique este fenómeno, el hallazgo refuerza la idea de una base cuántica para la mente.
«Cuando se acepte que la mente es un fenómeno cuántico, entraremos en una nueva era de comprensión sobre lo que somos», señala Wiest. Este cambio de paradigma también podría tener aplicaciones prácticas, desde mejorar el uso clínico de anestesia hasta entender mejor condiciones como el coma, el trastorno bipolar, el Alzheimer o la esquizofrenia.
De izquierda a derecha: el profesor Mike Wiest y las estudiantes del Wellesley College Jess Lopes, Emeline Gaunce y Derin Timuçin, quienes también colaboraron en el estudio.
Wiest planea continuar investigando este campo y escribir un libro de divulgación científica para explicar esta teoría a un público general.
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