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Por primera vez, investigadores han anunciado el hallazgo de pisadas fosilizadas de 1.5 millones de años que demuestran que dos especies protohumanas coexistieron en el mismo paisaje en Kenia. Este descubrimiento sugiere que estas especies pudieron haber interactuado, abriendo nuevas preguntas sobre el comportamiento de nuestros ancestros.
«Es probable que las dos especies fueran conscientes de la existencia de la otra en ese entorno y, además, se reconocieran como “diferentes”», explicó Kevin Hatala, paleoantropólogo de la Universidad de Chatham, en Pensilvania, en una entrevista con Live Science.
Hatala lideró un equipo que analizó las huellas encontradas en 2021 en Koobi Fora, una zona situada en la orilla este del lago Turkana. Los resultados del estudio fueron publicados el 28 de noviembre en la revista Science.
A lo largo del este de África, se han descubierto múltiples huellas fosilizadas, como el famoso rastro de Laetoli en Tanzania, atribuido a Australopithecus afarensis hace 3.6 millones de años. Sin embargo, las huellas de Koobi Fora presentaban algo único: dos bípedos con pies significativamente diferentes dejaron sus rastros en la misma orilla del lago, con apenas unas horas de diferencia.
Koobi Fora albergó a varias especies de homínidos durante unos 3 millones de años, incluidas dos especies de australopitecinos y cuatro miembros del género Homo. Aún así, dado que el registro fósil es fragmentario, hasta ahora no se había podido determinar qué homínidos compartieron el mismo paisaje al mismo tiempo.
El nuevo rastro descubierto mide aproximadamente 8 metros de largo e incluye una docena de huellas dejadas por un individuo, junto con tres huellas adicionales de otros individuos. También se encontraron huellas de un marabú gigante extinto (Leptoptilos falconeri) que caminó por el lodo húmedo, el cual se enterró rápidamente y quedó preservado.
Usando técnicas de imágenes 3D, Hatala y su equipo analizaron la forma y el movimiento de los pies de quienes dejaron los rastros. Dos de las huellas aisladas tenían arcos elevados y un patrón de pisada de talón a punta similar al de los humanos modernos, características que indican que fueron dejadas por Homo erectus. Este ancestro directo tenía un cuerpo y tamaño muy similares a los nuestros.
En contraste, el rastro de la docena de huellas mostró un patrón diferente: pies más planos, con un golpe más profundo en la parte delantera que en el talón, y un dedo gordo algo separado del resto, una característica típica de Paranthropus boisei. Este australopitecino robusto era conocido por sus mandíbulas grandes y un dedo gordo divergente.
Las huellas variaban en tamaño, pero no se pudo determinar si pertenecían a machos, hembras o niños. Las pisadas de P. boisei correspondían aproximadamente a una talla masculina 8.5 o femenina 10 en el sistema de calzado de EE.UU., mientras que las de H. erectus eran más pequeñas, entre una talla femenina 4 y masculina 6.
Zach Throckmorton, paleoantropólogo de la Universidad Estatal de Colorado, comentó que las comparaciones realizadas por el equipo de Hatala ofrecen «evidencias convincentes» de que Homo erectus y Paranthropus boisei coexistieron en Koobi Fora hace 1.5 millones de años. Según Throckmorton, la falta de una adaptación clave en las huellas de P. boisei —la estabilidad del dedo gordo, crucial para caminar y correr eficientemente— demuestra sus diferencias anatómicas en comparación con los humanos modernos.
«Las huellas son una instantánea de un momento en el tiempo», señaló Jeremy DeSilva, paleoantropólogo del Dartmouth College. Este estudio confirma que ambas especies no solo vivieron simultáneamente, sino que compartieron el mismo entorno y caminaron con estilos ligeramente diferentes. «Es fascinante imaginar cómo se habrían percibido entre sí y si llegaron a interactuar de alguna manera», añadió.
Hatala sugiere que la interacción entre P. boisei y H. erectus podría haber sido similar a la que se observa hoy entre chimpancés y gorilas, quienes interactúan tanto de manera positiva como negativa. Dado que las huellas fueron encontradas a pocos metros de distancia y hechas en un intervalo breve de tiempo, estas especies pudieron haber estado más cerca de lo que se pensaba.
El H. erectus persistió durante más de un millón de años después del periodo donde dejaron las pisadas encontradas. Por otro lado, P. boisei se extinguió en los siguientes cientos de miles de años.
«Quizás los cambios climáticos afectaron la disponibilidad de recursos, lo que llevó a la extinción de Paranthropus y a la persistencia de Homo. Esta es una hipótesis que requerirá más pruebas, y esperamos que, al combinar huellas fósiles con otros datos paleontológicos y arqueológicos, podamos comprender mejor cómo factores como la competencia y la división de nichos influyeron en nuestra historia evolutiva», concluyó Hatala.
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