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El arte antiguo de las catacumbas de Roma, pintado en las paredes y tallado en los sarcófagos, muestra a Jesús multiplicando panes, sanando enfermos y resucitando a los muertos. Estas imágenes comparten un detalle sorprendente: en todas, Jesús parece sostener una vara. Esto llevó a algunos estudiosos a preguntarse si los primeros cristianos veían a Jesús como un mago.
La magia estaba muy presente en los siglos III al VIII, cuando aparecieron las imágenes de Jesús con lo que parece ser una vara. En ese tiempo, el cristianismo aún coexistía con el judaísmo antiguo y con los dioses y diosas romanos. Según Lee Jefferson, especialista en religión en el Centre College de Kentucky, no existía aún una Biblia consolidada ni un acuerdo sobre la figura de Jesús, lo que generaba diversidad en las interpretaciones de su poder.
La magia en esa época no se parecía a la que vemos en la cultura popular actual. Se centraba en hechizos que las personas buscaban para resolver problemas cotidianos, como enfermedades o asuntos amorosos. Los magos proporcionaban estos hechizos, que la gente debía recitar en casa —como quien sigue una receta médica—. Si se pronunciaban mal, no funcionaban.
En un contexto de incertidumbre, donde la supervivencia de las cosechas y las enfermedades eran impredecibles, la magia ofrecía una ilusión de control. No obstante, tanto judíos como politeístas la despreciaban, y fue prohibida en el Imperio romano. Aunque las personas seguían practicándola en privado, era vista como algo vergonzoso, según Jefferson.
Algunos críticos de la época llamaban a Jesús mago como una forma de desprestigiarlo. Los líderes religiosos politeístas veían al cristianismo como una superstición, similar a la magia. Por ejemplo, Celso, un filósofo crítico del cristianismo, consideraba a Jesús un mago. Sin embargo, para los seguidores del nazareno, él no realizaba magia, sino milagros —actos divinos que superaban la muerte, en contraste con la magia, que se enfocaba en cuestiones menores—.
Jesús, con su capacidad para vencer la muerte, sanar y proveer alimento, fue visto como superior a los dioses romanos tanto por cristianos como por no cristianos. De acuerdo a Felicity Harley-McGowan, historiadora del arte de la Universidad de Yale, se creía que Jesús tenía un poder especial sobre la muerte, lo que hacía que incluso se invocara su nombre para obtener protección. Si bien algunos dioses romanos, como Asclepio, podían curar y resucitar, no lo hacían directamente como el nacido en Belén, quien realizaba estos actos con sus propias manos.
El arte cristiano temprano refleja este enfoque en los milagros de Jesús, con menos énfasis en su sufrimiento y redención. Por ejemplo, existen muchas pinturas de Jesús con una vara resucitando a Lázaro, pero pocas que representen la última cena o la crucifixión.
Los estudiosos coinciden en que «vara» no es el mejor término para describir el objeto que lleva Jesús en estas imágenes. La vara no estaba asociada con la magia, sino que, debido a nuestras nociones modernas sobre los magos —como Harry Potter—, la interpretamos de esa manera. En los primeros años del cristianismo, la magia no incluía varas, y no hay obras de esa época que muestren a magos usándolas. Muchos prefieren el término «bastón» o «cayado» para describir el objeto.
Este objeto en las imágenes de Jesús tiene un significado especial. En esos tiempos, las personas conocían mejor a Moisés, un profeta judío que también realizaba milagros con un cayado. De esta forma, Jesús se asocia con Moisés, actuando como una figura paralela. Según Jefferson, Jesús era visto como un «nuevo Moisés».
El cayado simbolizaba poder y autoridad, algo que las personas de la época podían identificar fácilmente, al igual que una barba o un pergamino señalaban sabiduría. Como explica Harley-McGowan, el bastón representaba la autoridad de Jesús y su capacidad para obrar milagros.
Referencias:
Por: MysteryPlanet.com.ar.
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