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El príncipe Felipe murió a los 99 años esta mañana del 9 de abril de 2021. Exiliado, marino, combatiente en la Segunda Guerra Mundial, y consorte de la reina Isabel II, figuran entre las palabras que definieron su vida.
«Con profundo pesar, su majestad la reina ha anunciado la muerte de su amado esposo, su alteza real el príncipe Felipe, duque de Edimburgo», se lee en el comunicado del Palacio de Buckingham. «Su alteza real falleció pacíficamente esta mañana en el Castillo de Windsor».
Felipe nació el 10 de junio de 1921 en la villa Mon Repos en Corfú, una isla griega del mar Jónico. Su padre fue el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, el cuarto hijo del rey Jorge I de Grecia y de la gran duquesa Olga de Rusia, nieta del zar Nicolás I de Rusia. Su madre era la princesa Alicia de Battenberg, hija mayor del príncipe Luis de Battenberg, marqués de Milford Haven.
Hacia finales de la guerra Greco-Turca, en septiembre de 1922, el tío de Felipe, el rey Constantino I de Grecia, fue obligado a abdicar y el nuevo gobierno militar arrestó al príncipe Andrés, junto con otros. Se creía que la vida del príncipe estaba en peligro, y Alicia estaba bajo vigilancia. En diciembre de ese mismo año, un tribunal revolucionario desterró al príncipe Andrés de Grecia de por vida. El buque de guerra británico HMS Calypso evacuó a la familia real junto a Felipe, quién fue llevado por su seguridad en una cuna hecha con una caja de frutas. La familia de Felipe fue a Francia, donde se establecieron en el suburbio parisino de Saint-Cloud, en una casa prestada por su adinerada tía, la princesa Marie Bonaparte.
Cuando Felipe tenía siete años, su familia se mudó al Reino Unido. Asesorado por su tío, lord Luis Mountbatten, solicitó la nacionalidad británica y adoptó el apellido materno (Battenberg —en alemán, significa 'montaña (de) Batten'— pero traducido al inglés, Mountbatten).
En 1939, luego de cursar estudios en Alemania y en Escocia, se unió a la Marina Real británica, fue en ese momento cuando Jorge VI, monarca del Reino Unido, visitó con sus hijas la Universidad Naval. Isabel, la primogénita, tenía 13 años, y la llamaban Lilibet. Felipe, en ese entonces un cadete de 19 años con un metro ochenta y tres y una elegancia natural, fue designado para entretener a la adolescente y a su hermana Margarita. Cuando Isabel lo vio quedó deslumbrada. Pasaron el día juntos. Al despedirse, ella subió al Victoria & Albert, el yate real, y Felipe la siguió en un bote de remos mientras la futura reina usaba unos binoculares para no perderlo de vista.
Isabel se mostró deslumbrada por el cadete y pronto comenzó a intercambiar cartas con con el incipiente marino.
Entonces estalló la guerra. Aunque tenían la posibilidad de instalarse en Canadá, Isabel con su familia se quedaron en su país. En 1940, en medio del conflicto, hablaron por la radio, dando un mensaje de esperanza a sus compatriotas. Cinco años después se capacitó como conductora y mecánica en el Ejército. Mientras mostraba su compromiso con el país, su corazón seguía comprometido con Felipe, quién servía en la Marina.
Entre otros combates, Felipe participó en la Batalla de Creta, y fue Mencionado a los despachos por su servicio durante la Batalla del Cabo Matapán, en la que controlaba los reflectores de los acorazados. También fue galardonado con la Cruz de Valores Griegos de Guerra. Fue comisionado como alférez de navío después de una serie de cursos en Portsmouth en los que obtuvo la mejor calificación en cuatro de las cinco secciones del examen de calificación. También participó en tareas de escolta de un convoy en la costa este de Gran Bretaña, así como en la Invasión aliada de Sicilia.
Finalmente, durante su servicio con la flota británica del Pacífico en la 27.ª Flotilla de Destructores, estuvo presente en la Bahía de Tokio cuando se firmó el documento de la rendición japonesa que dio final a la Segunda Guerra Mundial.
Pasó la guerra, Isabel creció, y el amor se consolidó. Jorge VI aceptó a Felipe como novio de su primogénita a regañadientes. El candidato no tenía ni tierra ni fortunas, pero contaba con una cualidad única: el amor incondicional de Isabel.
El 20 de noviembre de 1947, Felipe contrajo matrimonio con la heredera del trono británico. Para casarse con ella, tuvo que renunciar a su religión (la ortodoxa griega) y a su lealtad a Grecia. Por eso, perdió su título de «príncipe de Grecia y Dinamarca». Para resolver esto, el día de su boda, el que iba a convertirse en su suegro le concedió el tratamiento de Su Alteza Real y lo nombró duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich.
En 1952, Isabel ascendió al trono.
Como príncipe consorte, Felipe preguntó si podía quedarse en la Marina, y le respondieron que no. Palabras más, palabras menos, le informaron que debía limitarse a acompañar a la monarca calladito y modosito, y siempre caminando tres pasos por detrás de su esposa. No era por patriarcado, matriarcado, machismo ni feminismo, sino por algo mucho más anacrónico y rígido: por protocolo.
Si su estima andaba por el suelo, quedó definitivamente pisoteada cuando supo que tanto Carlos como Ana llevarían el apellido de su madre: Windsor, pero no el suyo: Mounbatten. Esto provocó tal enojo que pronunció una frase que aunque no pasó a la historia hizo historia: «No soy más que una maldita ameba. Soy el único hombre en el país al que no se le permite darles a sus hijos su apellido».
It is with deep sorrow that Her Majesty The Queen has announced the death of her beloved husband, His Royal Highness The Prince Philip, Duke of Edinburgh.
His Royal Highness passed away peacefully this morning at Windsor Castle. pic.twitter.com/XOIDQqlFPn
— The Royal Family (@RoyalFamily) April 9, 2021
Harto de su rol protocolar o de adorno de lujo, entre 1956 y 1957, Felipe decidió realizar un largo viaje sin su esposa. Los rumores comenzaron a proliferar: el príncipe viajaba solo pero no tan solo. Según las crónicas de la época, tuvo algunas amantes, como Daphne du Maurier, cuyo marido trabajaba en su oficina; su amiga de la infancia Hélène Cordet, madre de uno de sus ahijados, y Pat Kirkwood, una estrella de musical que poseía unas piernas consideradas «la octava maravilla del mundo». Se dijo que estuvo con Zsa Zsa Gabor y hasta que mantuvo un idilio con Susan Barrantes, madre de Sarah Ferguson, quien años después sería su nuera.
Fue entonces que Isabel comprobó que no solo era la reina de una de las naciones más poderosas de la Tierra, sino también la esposa de uno de los hombres más frustrados del mundo. Por eso, cuando nacieron sus hijos Andrés y, luego, Eduardo, no hubo primer ministro ni protocolo que se impusiera. Llevaron el apellido de su padre, y en primer lugar. Además, le concedió a su marido el título de «príncipe del Reino Unido».
A partir de esos gestos, Felipe pareció aceptar su destino. Viajó por todo el mundo y se convirtió en un gran ambientalista, publicando escritos y realizando, por casi medio siglo, charlas sobre temas afines para intentar que la humanidad tomara conciencia de su frágil relación con la naturaleza.
En 2011, con motivo del nonagésimo cumpleaños del duque, su esposa la reina le concedió un título que venía ostentando ella desde 1964, el de lord gran almirante del Reino Unido, en recompensa a sus seis décadas como consorte junto a ella.
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El duque, quien habiendo cumplido los noventa y seis años mantenía una nutrida agenda protocolaria, decidió retirarse de sus actividades el 2 de agosto de 2017, habiendo completado un total de 22.219 compromisos reales desde 1952.
Desde mediados de febrero a mediados de marzo de 2021, el príncipe Felipe, de 99 años, estuvo ingresado en el hospital Rey Eduardo VII y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Falleció el viernes 9 de abril de 2021, justamente el en día 99 del año...
El Duque de Edimburgo falleció a los 99 años del 9 del mes 4 de 2021. Numerológicamente:
9 + 9 + 9 + (4+2+0+2+1) 9 = 3+6 = 9#DuquedeEdimburgo #Numerologia #felipedeedimburgo #felipe
— Mystery Planet (@MysteryPlanet) April 9, 2021
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2 comentariosMe gustó el artículo. Me encanta la historia.
Responder
18:22
VAMOS MIRTHA LEGRAND!!!
ResponderEL CAMPEONATO YA CASI ES TUYO.
YA LO DESPACHASTE A FELIPE Y TE FALTA ISABEL II.
LA VIEJA ISABEL II SE RESISTE Y VAN CABEZA A CABEZA, PERO TENGO ESPERANZAS QUE GANE LA ARGENTINA.
VAMOS MIRTHA!!!