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Pocos días antes de la navidad de 1969, trabajadores de la construcción en Tarento, Italia, se toparon con un gran sarcófago de piedra y vasijas de cerámica decoradas con figuras al estilo de la antigua Grecia. Como era típico de aquellos tiempos, los huesos dentro de la tumba fueron ignorados hasta que los bioarqueólogos obtuvieron el permiso para examinarlos en la década de los 1980. Al hacerlo, descubrieron que la osamenta posiblemente pertenecía al más antiguo atleta olímpico conocido del mundo.
A la izquierda de este «atleta de Tarento» —como fue bautizado el esqueleto—, había un alabastrón, un recipiente de pequeño tamaño lleno de un ungüento utilizado por los deportistas helenos. Alrededor de la tumba fueron encontradas cuatro ánforas panatenaicas, con retratos de Atenea de un lado y de eventos atléticos en el otro. La datación de estas grandes vasijas llevada a cabo por los investigadores las ubicó alrededor del año 480 a.C.
El lugar donde fue descubierto el esqueleto también es importante. Los registros históricos indican que Tarento era cuna y lugar de entrenamiento de muchos atletas famosos. En la antigüedad, Tarento (Táras, en griego; Tarentum en latín) era parte de Magna Grecia, un territorio ocupado por los colonos griegos en el sur de la península italiana y en Sicilia.
Los objetos hallados en la tumba ya otorgaban a su integrante una probable identidad, y los bioarqueólogos no harían más que confirmarla al estudiar minuciosamente los restos óseos.
La primera investigación sobre el esqueleto fue hecha en los 1980s por Sara Bisel, conocida por su gran trabajo en Herculano, una de las ciudades destruidas por la erupción del Monte Vesubio. Bisel halló fuerte evidencia de marcadores musculares —a medida que los músculos crecen al ejercitarse, el hueso subyacente se modifica también—. «Debió haber sido un atleta por naturaleza, bien alimentado y entrenado, era la personificación del espíritu olímpico», dijo la experta en una nota del National Geographic.
El atleta de Tarento fue objetivo de otras investigaciones que se sucedieron en décadas posteriores, la más reciente llevada a cabo a principios de los 2000s. En esta última ocasión, un equipo liderado por el investigador Gaspare Baggieri concluyó que la altura del hombre estaba levemente sobre el promedio de la época, superando los 1.70 metros. Además, era fornido, con amplios hombros y músculos poderosos.
En cuanto a su dieta, los análisis revelaron que era rica en mariscos y carne. La excelente condición de su dentadura respaldaba lo de la alimentación baja en carbohidratos.
Pero, ¿a qué disciplina deportiva se dedicaba el hombre desenterrado? A pesar de encontrarse a principios de sus treintas al momento de su muerte, el antiguo campeón sufría cierto grado de desgaste en las articulaciones de su hombro derecho. Baggieri explicó que este deterioro, en conjunto con la contextura robusta, apuntaría hacia la posibilidad de que estemos ante la presencia de «un lanzador de disco de clase mundial».
Asimismo, mediante simulaciones biomecánicas, el equipo de Baggieri descubrió que el atleta también era un buen saltador en largo, capaz de vencer a la gravedad durante 3 metros de distancia.
Lamentablemente, los exámenes científicos sobre el esqueleto no pudieron determinar el porqué el atleta de Tarento murió a tan temprana edad. Los expertos han sugerido que probablemente falleció poco después de retirarse de la actividad deportiva.
En tiempos tan antiguos no existían los antibióticos, por lo que, desde luego, cualquier enfermedad o mínima infección pudo ser la asesina.
Las Panateneas eran unas fiestas religiosas que se llevaban a cabo todos los años en Atenas dedicadas a Atenea, diosa Poliada (protectora de la ciudad), y que tenían lugar durante algunos días del mes de hecatombeón (primer mes en el calendario ático) equivalente a finales del mes de julio actual o principios de agosto. Eran las celebraciones religiosas más antiguas e importantes de Atenas.
Por otra parte, y cada cuatro años, se celebraban las Grandes Panateneas que duraban más que las anuales y que eran las más prestigiosas y apreciadas por los ciudadanos de Atenas, similares, en importancia, a los Juegos Olímpicos o los Juegos Panhelénicos.
El hombre de Tarento era un famoso campeón de las Grandes Panateneas, al menos eso se puede deducir de su sepulcro. Y si bien no hay un enlace directo de este atleta con los Juegos Olímpicos, los arqueólogos han inferido su participación basados en que alguien que triunfaba en Atenas casi obligatoriamente era invitado a competir en ellos. Una rama de olivo en el lugar del hallazgo habría sido más que suficiente para confirmarlo, pero al haber sido desenterrado el esqueleto medio siglo atrás, ya no hay esperanza de que esta evidencia botánica se haya preservado.
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