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Los esqueletos humanos modernos evolucionaron en su forma ligera hace relativamente poco tiempo, después del inicio del Holoceno hace unos 12.000 años e, incluso, más recientemente.
El trabajo, basado en imágenes de alta resolución de las articulaciones de los huesos de los humanos modernos y los chimpancés, así como de fósiles de especies extintas, muestra que durante millones de años nuestros ancestros tuvieron alta densidad ósea, hasta que un cambio hacia una vida más sedentaria habría originado un descenso dramático de esta característica.
Publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences, los resultados de este trabajo revelan una mayor disminución en la densidad de las extremidades inferiores que en la de los miembros superiores, lo que sugiere que la transformación puede estar ligada a un cambio de los seres humanos a partir de un estilo de vida de caza y recolección a uno de agricultura sedentaria.
«A pesar de siglos de investigación sobre el esqueleto humano, éste es el primer estudio que muestra que el esqueleto humano tiene una densidad sustancialmente menor en las articulaciones que en todo el esqueleto, incluso en los antiguos agricultores que trabajaban activamente la tierra», señala Brian Richmond, autor del estudio, curador en la División de Antropología del Museo Americano de Historia Natural y profesor de investigación en la Universidad George Washington, Estados Unidos.
En comparación con los parientes vivos más cercanos, los chimpancés, así como a nuestros antepasados humanos extintos, los humanos son los únicos que tienen un tamaño corporal ampliado y superficies articulares en las extremidades inferiores en combinación con un esqueleto relativamente ligero. Pero hasta ahora, los científicos no sabían que las articulaciones óseas humanas son significativamente menos densas en comparación con las de otros animales o cuándo durante la evolución humana apareció por primera vez esta característica única.
«Nuestro estudio muestra que los humanos modernos tienen menos densidad ósea que la que se ve en las especies relacionadas y no importa si nos fijamos en los huesos de las personas que vivían en una sociedad industrial o poblaciones agricultoras que tenía una vida más activa. Ambos tienen mucha menor densidad ósea», plantea Habiba Chirchir, autora principal del artículo e investigadora postdoctoral en el Museo Nacional del Instituto Smithsoniano de Historia Natural, que inició el trabajo en la Universidad George Washington con Richmond. «Lo que queremos saber ahora es si esto es una característica humana temprana que define a nuestra especie», añade.
Para explorar esta cuestión, Chirchir, Richmond y un equipo internacional de investigadores usó de tomografía computarizada de alta resolución y microtomografía para medir la estructura del hueso esponjosa o trabecular de las articulaciones de las extremidades en los humanos modernos y los chimpancés, así como en los homínidos fósiles atribuidos a 'Australopithecus africanus', 'Paranthropus robustus', 'Homo neanderthalensis' y 'Homo sapiens'.
Sus resultados muestran que de los humanos modernos sólo los últimos tienen una baja densidad trabecular a lo largo de las articulaciones de las extremidades y que la disminución es especialmente pronunciada en las articulaciones inferiores —la cadera, la rodilla y el tobillo, en lugar de las superiores —en el hombro, el codo y la mano. La aparición de este cambio anatómico tardío en nuestra historia evolutiva puede haber sido consecuencia de la transición de una vida nómada a una más estable.
«Para nuestra sorpresa, a lo largo de nuestro remoto pasado, vemos que nuestros ancestros y parientes humanos, que vivían en ambientes naturales, presentaron un hueso muy denso; e incluso los primeros miembros de nuestra especie, que se remontan a hace 20.000 años más o menos, poseían huesos que eran casi tan densos como se ha visto en otras especies modernas», señala Richmond. «Pero esta densidad cae drásticamente en tiempos más recientes, cuando empezamos a utilizar las herramientas agrícolas para cultivar alimentos y establecernos en un lugar», agrega.
Esta investigación proporciona un contexto antropológico a las enfermedades óseas modernas como la osteoporosis, una patología que debilita los huesos y que puede ser más frecuente en poblaciones contemporáneas, debido en parte a los bajos niveles de actividad de caminar.
«En la gran mayoría de la prehistoria humana, nuestros ancestros participaron en actividades que involucraban recorrer distancias superiores a las que hacemos hoy —resalta Richmond. «No podemos comprender plenamente la salud humana hoy sin saber cómo nuestros cuerpos evolucionaron para funcionar en el pasado, por lo que es importante entender cómo nuestros esqueletos evolucionaron en el contexto de los niveles de alta actividad».
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2 comentariosObvimente esto es otra prueba de manipulación de la raza humana por los extraterrestres, llámeseles Anunnaki o de otro modo.
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0:44
Deberia hacerse un estudio actual de densidad osea con altletas de entrenamientos pesados...para ver si es por sedentarismo u otro motivo...de que el chimpance es nuestro pariente vivo mas cecano.¿¿??? y pariente.¿¿??? ....una lombriz se arrastra como una piton pero no son parientes cercanos..los animales fueron primero en este mundo...vaya a saber de donde venimos y quienes pueden ser supuestamente parientes cercanos...saludos
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