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China ha presentado un ambicioso plan de exploración espacial a largo plazo centrado en la habitabilidad planetaria y la búsqueda de vida extraterrestre.
La hoja de ruta, dada a conocer por el Laboratorio de Exploración del Espacio Profundo (DSEL), un organismo de investigación de nivel nacional bajo la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA), incluye misiones a Marte, Venus, Júpiter y Neptuno.
El plan comienza con la misión Tianwen-3, programada para despegar a finales de 2028. Su objetivo principal es traer a la Tierra muestras del suelo marciano, buscando indicios de vida pasada o presente en el planeta rojo.
En 2029, se lanzará la misión Tianwen-4, que visitará Júpiter y entrará en órbita alrededor de su luna Calisto. Además, hacia 2030, China construirá un dispositivo de simulación del entorno habitable planetario para experimentos en la Tierra.
En 2033, China planea enviar una sonda para recolectar partículas de la atmósfera de Venus y traerlas de vuelta para su estudio. Esta misión analizará el microambiente atmosférico del planeta, lo que podría arrojar luz sobre su pasado y su potencial para albergar vida.
Para 2038, el gigante asiático prevé establecer una estación espacial en la órbita lunar (ILRS) y una base de investigación en la superficie de Marte. Aunque no se espera que ninguna de estas misiones albergue tripulaciones humanas sino robóticas —al menos al principio—.
Por último, hacia 2039, podría despegar una misión nuclear a Neptuno, con el objetivo de estudiar su atmósfera, sus anillos y la luna Tritón. La misión exploraría la habitabilidad del sistema de Neptuno y la posibilidad de que Tritón albergue un océano subterráneo.
Un mosaico global en color muestra Tritón, la luna más grande de Neptuno, a partir de imágenes tomadas por la nave espacial Voyager 2 en agosto de 1989.
Si bien algunas misiones ya han sido aprobadas, otras enfrentan desafíos tecnológicos y económicos. Una misión a Neptuno requeriría importantes avances en tecnología nuclear para la propulsión y la generación de energía en el espacio profundo. Además, China ha dependido de Rusia para tecnologías clave, como las unidades de calentamiento por radioisótopos utilizadas en las misiones Chang'e.
Otros retos incluyen la comunicación a ultra larga distancia, la protección planetaria y el diseño de naves espaciales capaces de soportar misiones prolongadas. Además, algunos detalles sobre estas misiones aún no están claros. Por ejemplo, la misión Tianwen-4 a Júpiter no menciona una segunda sonda que, según una presentación previa de la CNSA, utilizaría la gravedad de Júpiter para impulsarse hacia Urano.
Paralelamente, China trabaja en la misión «Tierra 2.0», un observatorio de exoplanetas que se lanzará en 2028 con el objetivo de detectar un planeta similar al nuestro.
El plan de exploración espacial de China demuestra su creciente ambición en la búsqueda de vida extraterrestre y en la comprensión de la habitabilidad planetaria. Si bien algunas misiones ya están en marcha, otras enfrentarán importantes desafíos tecnológicos y financieros. De concretarse, estas misiones posicionarán a China como una de las principales potencias en la exploración del sistema solar en las próximas décadas.
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