Durante más de un siglo, los egiptólogos creyeron que la destrucción de las estatuas de Hatshepsut, una de las pocas mujeres que gobernaron como faraón en el antiguo Egipto, fue el resultado de una vendetta personal. Según esta teoría, su sobrino y sucesor, Tutmosis III, habría intentado borrar su legado por completo. Sin embargo, una nueva investigación acaba de cambiar por completo esta interpretación histórica.

Revelan por qué fueron destruidas las estatuas de la reina Hatshepsut en el antiguo Egipto

Fragmentos de una estatua de Hatshepsut tallada en piedra caliza endurecida (aproximadamente a tamaño real) (MMA 29.3.2). Crédito: Harry Burton, 1929; Archivo del Departamento de Arte Egipcio (M10C 71) del Museo Metropolitano de Arte.

Un estudio publicado recientemente en la revista Antiquity revela que muchas de las estatuas de Hatshepsut no fueron destruidas por odio o por su condición de mujer gobernante, sino que fueron «desactivadas ritualmente», siguiendo una práctica común en el Egipto faraónico para neutralizar los supuestos poderes sobrenaturales de las representaciones reales.

Hatshepsut, que gobernó entre los años 1473 y 1458 a.C., fue conocida por su ambicioso programa de construcción —incluido su majestuoso templo en Deir el-Bahri, cerca de la antigua Tebas (actual Luxor)— y por liderar una famosa expedición comercial a la enigmática tierra de Punt. Aunque en principio debía actuar como regente de Tutmosis III, su hijastro, terminó por asumir el trono como faraona legítima, relegando a este a un rol secundario durante gran parte de su juventud.

En Deir el-Bahari se encuentra el singular templo de la reina Hatshepsut (XVIII dinastía), el más monumental de los construidos en el valle y único en su género en todo Egipto.

Décadas después de su muerte, arqueólogos encontraron restos fragmentados de sus estatuas enterrados en pozos en Deir el-Bahri. La hipótesis dominante hasta ahora era que Tutmosis III, al alcanzar el poder pleno, había ordenado su destrucción como castigo. Pero Jun Yi Wong, doctorando en Egiptología por la Universidad de Toronto, analizó registros arqueológicos de esas excavaciones realizadas en los años 1920 y 1930, y llegó a una conclusión distinta.

Según Wong, las estatuas no fueron dañadas en el rostro ni se borraron sus inscripciones —algo típico cuando se quiere eliminar toda memoria de una figura histórica—, sino que fueron rotas específicamente en el cuello, la cintura y los pies, puntos débiles usados tradicionalmente para desactivar estatuas funerarias o reales. Estas acciones formaban parte de un ritual destinado a anular cualquier poder espiritual atribuido a la figura representada.

Hatshepsut

Una de las estatuas de Hatshepsut procedente de Deir el-Bahri que fue excavada en la década de 1920. Se encontraba en varias piezas cuando fue hallada y desde entonces ha sido restaurada antes de ser exhibida en el Museo Metropolitano de Arte de la ciudad de Nueva York. Crédito: Museo Metropolitano de Arte, Fondo Rogers, 1931; Dominio público; CC0 1.0 Universal.

«Los antiguos egipcios veían a las estatuas reales como entidades poderosas, casi vivas. Al morir un faraón, era común “desactivar” sus estatuas para que no siguieran ejerciendo influencia en el mundo físico», explicó Wong en declaraciones al sitio especializado Live Science.

¿Tutmosis III redimido?

Este hallazgo pone en contexto una práctica que también se ha observado en otros yacimientos como la Cachette de Karnak, donde se encontraron cientos de estatuas de faraones de distintas épocas, muchas de ellas también desactivadas ritualmente.

Ubicación de la cantera y del Pozo de Hatshepsut en relación con los templos reales de Deir el-Bahri. Sheikh Abd el-Qurna se encuentra fuera de la imagen, hacia el sur; el Asasif está ubicado al este. Ilustración de Pamlyn Smith, adaptada por el autor del estudio; utilizada con permiso del Departamento de Arte Egipcio del Museo Metropolitano de Arte.

Wong reconoce que Hatshepsut sí fue blanco de una campaña de persecución tras su muerte, evidenciada por la sistemática eliminación de su imagen y nombre en templos y monumentos de todo Egipto. Aún así, la manera relativamente respetuosa en que fueron tratadas sus estatuas en Deir el-Bahri sugiere que el motivo no fue un rencor personal.

Es posible que Tutmosis III actuara movido por presiones políticas o por el deseo de reforzar su propia legitimidad, más que por animadversión hacia su madrastra. «La idea de que Tutmosis III odiaba intensamente a Hatshepsut probablemente sea una proyección moderna. El análisis de los restos sugiere que sus motivaciones fueron más rituales y pragmáticas que emocionales», concluyó Wong.

Reconstrucción de los fragmentos de la estatua de Hatshepsut. Crédito: Harry Burton, 1929; Archivo del Departamento de Arte Egipcio (M10C 58) del Museo Metropolitano de Arte.

Este estudio no solo reescribe parte de la historia de la célebre reina, sino que también ofrece una nueva perspectiva sobre las complejas creencias religiosas y políticas del antiguo Egipto.

Fuente: Antiquity/LS. Edición. MP.

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