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A finales del mes pasado y antes que la noticia se hiciese viral en medios masivos, te informamos sobre un pequeño asteroide destructor de ciudades (2024 YR4) que tiene una leve probabilidad de impactar con nuestro planeta en 2032. Pero, ¿qué ocurriría si en lugar de un objeto pequeño, el impacto proviniera de un asteroide mucho más grande, como el ampliamente estudiado por la sonda OSIRIS-REx de la NASA, Bennu?
Un reciente estudio de modelado climático, publicado en la revista Science Advances por investigadores del IBS Center for Climate Physics (ICCP) de la Universidad Nacional de Pusan, Corea del Sur, ha respondido a esa pregunta, revelando los devastadores efectos que un asteroide de tamaño mediano (~500 m) podría tener sobre el clima y los ecosistemas terrestres y marinos.
El sistema solar está repleto de objetos que orbitan cerca de la Tierra, y aunque la mayoría no representan peligro, algunos han sido identificados como posibles amenazas. Uno de ellos es el asteroide Bennu, con un diámetro aproximado de 500 metros y una probabilidad estimada de 1 en 2.700 de colisionar con la Tierra en septiembre de 2182, según estimaciones recientes.
Este mosaico de Bennu se creó utilizando observaciones realizadas por la nave espacial OSIRIS-REx. Crédito: NASA/Goddard/Universidad de Arizona.
Para evaluar los efectos de un impacto de estas características, los investigadores del ICCP utilizaron un modelo climático avanzado para simular una colisión con un asteroide de tamaño mediano. La simulación incluyó una inyección masiva de varios cientos de millones de toneladas de polvo en la atmósfera superior, provocando drásticas alteraciones en el clima, los ecosistemas y la composición química de la atmósfera.
Utilizando el superordenador Aleph del IBS, los autores del estudio analizaron varios escenarios de impacto con inyecciones de polvo de entre 100 y 400 millones de toneladas. Los resultados muestran un «invierno de impacto» que alteraría drásticamente el clima en los 3 a 4 años posteriores al evento. En el peor de los casos, la disminución de la radiación solar provocaría un enfriamiento global de hasta 4 °C, una reducción del 15 % en las precipitaciones y una pérdida del 32 % en la capa de ozono.
Según la Dra. Lan Dai, investigadora postdoctoral del ICCP y autora principal del estudio, «el invierno abrupto causado por el impacto generaría condiciones climáticas extremadamente hostiles para la vida, reduciendo la fotosíntesis en los ecosistemas terrestres y marinos entre un 20 % y un 30 %, lo que podría desencadenar una crisis global de seguridad alimentaria».
Si impacta, podría causar una destrucción similar a la del evento de Tunguska. Entre las regiones en riesgo se encuentran el norte de Sudamérica, África central y el sur de Asia. #asteroide #impacto #2024yr4 https://t.co/lVL9mjghB3
— Mystery Planet (@MysteryPlanet) January 31, 2025
En cuanto a los océanos, el modelo reveló un comportamiento sorprendente en el crecimiento del plancton. Mientras que en tierra la recuperación de la fotosíntesis tardaría alrededor de dos años, en el océano el plancton se recuperaría en apenas seis meses, incluso superando sus niveles normales.
El Prof. Axel Timmermann, director del ICCP y coautor del estudio, explicó que «este fenómeno se debe a la concentración de hierro en el polvo del impacto». El hierro es un nutriente esencial para las algas, y en regiones donde su disponibilidad natural es baja, como el océano Austral y el Pacífico tropical oriental, el polvo rico en hierro podría desencadenar floraciones masivas de algas diatomeas. Estas floraciones atraerían grandes cantidades de zooplancton, lo que podría ayudar a mitigar la crisis alimentaria global derivada del colapso de la vegetación terrestre.
Respuestas climáticas y ecológicas a inyecciones de 400 millones de toneladas de polvo tras el impacto de un asteroide tipo Bennu. Cambios espaciales en la temperatura de la superficie (arriba a la izquierda), precipitación total (arriba a la derecha), cambio porcentual en la productividad primaria neta terrestre (abajo a la izquierda) promediado durante los primeros 24 meses, y cambio porcentual en la productividad primaria neta marina (abajo a la derecha) promediado entre los 10 y 38 meses después del impacto en relación con la simulación de control. Crédito: L. Dai y A. Timmermann, Sci. Adv., 2025.
Los investigadores destacan que asteroides de tamaño mediano impactan la Tierra aproximadamente cada 100.000 a 200.000 años, lo que implica que nuestros ancestros podrían haber experimentado eventos similares en el pasado, posiblemente influyendo en la evolución humana y nuestra diversidad genética.
Este estudio proporciona nuevas perspectivas sobre los efectos catastróficos de impactos de objetos cercanos a la Tierra. En los próximos pasos, los investigadores del ICCP planean estudiar cómo los humanos primitivos podrían haber respondido a tales eventos utilizando modelos computacionales basados en agentes, que simulan las interacciones humanas, sus ciclos de vida y la búsqueda de alimento en condiciones extremas.
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