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Científicos militares chinos han llevado a cabo un innovador experimento de laboratorio para simular el impacto de tres misiles nucleares disparados consecutivamente sobre un mismo objetivo.
La nube de hongo formada durante la prueba del arma termonuclear Castle Bravo en 1954. Foto: Wikimedia Commons.
Los resultados, publicados en la revista Explosion and Shock Waves, demuestran que esta estrategia de «choque y pavor» amplifica drásticamente el poder destructivo de un ataque atómico. Y aunque esto parece una obviedad al principio, no lo es tanto considerando el escenario antes teórico en el que se centró el estudio: un ataque multi-punto coordinado diseñado para destruir búnkeres u objetivos altamente endurecidos que, según advierten los expertos, podrían sobrevivir al impacto de una sola ojiva nuclear o de armas convencionales de gran potencia, obligando así a repensar las estrategias de defensa.
Para llegar a estas conclusiones, un equipo dirigido por el profesor asociado Xu Xiaohui de la Universidad de Ingeniería del Ejército Popular de Liberación (EPL) llevó a cabo una simulación en laboratorio, para la cual se desarrolló un sistema experimental único a nivel mundial. Se utilizó una gran cámara de vacío metálica donde, a través de principios de la teoría de la similitud, lograron replicar el efecto de detonaciones nucleares a gran escala.
En el corazón de esta «apocalipsis en miniatura», un sistema de gas a alta presión disparó proyectiles para romper tres esferas de vidrio presurizadas enterradas en arena de cuarzo. Este mecanismo imitó la liberación rápida de energía de tres explosiones nucleares de bajo rendimiento en sucesión casi perfecta, con una diferencia de tiempo de solo 0.8 milisegundos entre ellas.
Para validar su configuración, el equipo recreó a escala el famoso test nuclear estadounidense «Palanquin» de 1965, que involucró una sola ojiva de 4.3 kilotones. Luego, compararon los resultados con su simulación de triple impacto.
Ingenieros del EPL (Ejército Popular de Liberación) realizan pruebas experimentales de ojivas que pueden programarse para impactar el mismo punto varias veces. Foto: Universidad de Ingeniería del Ejército de Liberación Popular.
Los hallazgos son sorprendentes:
«Los resultados demuestran que las explosiones multipunto mejoran significativamente el radio del cráter, el volumen y el área de proyección de la superficie libre en comparación con los eventos de un solo punto, expandiendo drásticamente la zona de daño», señala el estudio.
Si bien la obvia conclusión es que más explosiones causan más daño, los científicos chinos afirman que el verdadero valor de su investigación es el desarrollo de un método de prueba preciso para una amenaza que antes era solo teórica. El estudio destaca que las nuevas ojivas nucleares de bajo rendimiento y penetración terrestre que, según informes, están en desarrollo en los arsenales de EE.UU. y Rusia, podrían estar diseñadas para ataques coordinados de este tipo.
La investigación advierte que este tipo de ataque coordinado y de baja potencia podría percibirse como un uso nuclear «limitado» o «táctico», reduciendo potencialmente el umbral político para un conflicto atómico.
Los datos obtenidos por el EPL «sirven directamente a las necesidades de seguridad y protección de la nación para la ingeniería subterránea profunda», lo que sugiere que el objetivo principal del estudio es diseñar búnkeres y fortificaciones mucho más resistentes que puedan sobrevivir a un escenario apocalíptico de triple impacto.
La necesidad de esta capacidad avanzada de ataque subraya, a su vez, que para llevar a cabo una triple detonación sincronizada con tanta precisión se requerirían sistemas de entrega hipersónicos y un control de vuelo y temporización extremadamente avanzados, capacidades asociadas a los arsenales nucleares más modernos.
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