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Aunque se le somete periódicamente a «tratamientos de belleza», el Taj Mahal, uno de los monumentos más admirados y fotografiados del mundo, acaba siempre adquiriendo una tonalidad marrón poco favorecedora.
La operación de limpieza consiste en aplicar y retirar capas de arcilla, como si fuera un peeling, sobre la superficie marmórea de ese icónico edificio, mandado construir por el emperador mogol Shah Jahan entre 1631 y 1654 en la ciudad india de Agra.
Los científicos no sabían exactamente de dónde procedía el «enmarronamiento»: quizá se debiera a un proceso de oxidación desencadenado por la humedad de la niebla, o tal vez el mármol sufriera los efectos de la contaminación, en forma de gas sulfuroso. Mike Bergin, del Instituto de Tecnología de Georgia, decidió investigar, y en primer lugar se preguntó: ¿por qué podía limpiarse el Taj Mahal con arcilla y no con agua? El agente contaminante debía entonces estar formado por partículas muy pequeñas, no solubles en agua.
Bergin y sus colegas analizaron el aire de la zona y recogieron muestras de las superficie del edificio para dar con el responsable. Y ahí lo tenían: el suntuoso mármol estaba cubierto por partículas de carbono que absorbían la luz ultravioleta y le conferían ese filtro amarillento-marrón, como comprobaron los investigadores con un modelo informático. Las emisiones de los vehículos y la polución producida al quemar basura y estiércol son, pues, los responsables del afeamiento Taj Mahal, pero también, advierten los científicos en la revista Environmental Science & Technology, de poner en peligro la salud de los habitantes de Agra.
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