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La leyenda rigvédica de Indra matando al dragón Vritra parece describir una andanada abrasadora de impactos de un enjambre de cometas como el agente causal para el fin de la Edad de Hielo. Los ecos de la misma historia se pueden encontrar en la leyenda mesopotámica de Marduk matando al dragón acuático Tiamat, en el cuento popular cheroqui del Dios del Trueno matando a la monstruosa serpiente de agua Uktena, y en la leyenda griega de Zeus matando al monstruo con cabeza de serpiente llamado Tifón.
Hace aproximadamente 12.900 años (10900 a.C.), las temperaturas cayeron repentinamente a condiciones glaciales durante casi 1.200 años. Este período de enfriamiento repentino se conoce como Dryas Reciente —ya que fue identificado por primera vez en los granos de polen fosilizados de la flor silvestre Dryas octopetala, que se volvió común en partes de Europa hace unos 12.800 años—.
Durante mucho tiempo, los científicos no estaban seguros de qué había causado esta reversión abrupta a las condiciones de la Edad de Hielo.
En 2007, empero, un equipo de científicos internacionales liderado por Richard B. Firestone encontró pruebas convincentes de que la Tierra fue bombardeada por múltiples fragmentos de un cometa gigante que se desintegraba hace casi 12.900 años (c. 10900 a.C.), lo que desestabilizó la Capa de Hielo Laurentide y desencadenó el enfriamiento del Dryas Reciente. Las ondas de choque y la quema de biomasa generadas por este impacto catastrófico incluso llevaron a la extinción de 35 géneros de megafauna pleistocénica de América del Norte y pusieron fin a la cultura prehistórica Clovis.
Por otro lado, en 2008, geólogos del Instituto Niels Bohr de la Universidad de Copenhagen estudiaron los datos de los núcleos de hielo de Groenlandia y concluyeron que la Edad de Hielo terminó exactamente en el 9703 a.C. El investigador Jorgen Peder Steffensen escribió que «finalmente, hace 11.703 años antes del 2000 d.C., el clima volvió a un modo más cálido, donde ha permanecido desde entonces».
En una entrevista con el periódico danés Politiken, Steffensen dijo que la transición de la Edad de Hielo a nuestro actual período cálido e interglacial fue tan repentina que «es como si se hubiera presionado un botón». En el lapso de un solo año, las temperaturas aumentaron entre 10 y 15 °C en muchas partes del mundo.
A pesar de que el fin de la última Edad de Hielo se ha reducido a un año específico —es decir, 9703 a.C.—, los científicos no saben qué causó esta reversión abrupta en las temperaturas. Sin embargo, las leyendas y textos sagrados dejados por nuestros antepasados proporcionan algunas pistas fascinantes.
El Rigveda está compuesto por los textos sagrados más antiguos de la humanidad, escritos en sánscrito. Estos contienen más himnos dedicados al rey de los dioses que empuña el trueno, Indra, que a cualquier otra deidad.
El logro más destacado de Indra, por el cual fue elogiado en muchos himnos, fue derrotar al dragón Vritra (‘el envolvente’) y liberar las aguas de los Siete Ríos que habían sido sus «prisioneras». Fue debido a esta hazaña que a Indra se le dio el epíteto de Vritraghna (‘el asesino de Vritra’).
Antes de su épica batalla con Vritra, Indra consumió el jugo de Soma, que le dio «poder y éxtasis» (RV 6.40.2). Luego, «aliado con Vishnú», «mataste a Vritra, el dragón que encerró las aguas» (RV 6.20.2).
El arma utilizada por Indra para aplastar al dragón fue su trueno irresistible, «el rayo con mil púas y cien bordes», que le fue hecho por Tvastar (RV 6.17.10). Cuando Indra golpeó al dragón, «liberó la rápida ola de aguas, la gran hinchazón de las inundaciones la rodeó y obstaculizó» (RV 6.17.12). Las aguas liberadas descendieron por las laderas de las montañas a lo largo de canales que Indra había tallado y se precipitaron hacia el océano.
Este es el tema esencial de la leyenda que se repite en diferentes himnos del Rigveda, los cuales —es evidente— describen un evento de importancia monumental que ocurrió en el Himalaya en el pasado distante, ya que hay referencias inequívocas a los «Siete Ríos», que son los siete afluentes del río Indo que se llaman colectivamente Sapta-Sindhu.
Científicos e investigadores han señalado que el golpe a Vritra y la liberación de las aguas prisioneras de los Siete Ríos podrían aludir al gran deshielo de los glaciares del Himalaya al final de la última Edad de Hielo. Una de las primeras observaciones en esta línea provino del geólogo B.P. Radhakrishna, quien escribió lo siguiente en el libro Vedic Sarasvati: Evolutionary History of a Lost River of Northwestern India (1999):
«El registro geológico indica que durante la glaciación del Pleistoceno tardío, las aguas del Himalaya estaban congeladas y que en lugar de ríos solo había glaciares, masas de hielo sólido. A medida que el clima se volvía más cálido, los glaciares comenzaron a romperse y el agua congelada retenida por ellos surgió, inundando las llanuras aluviales frente a las montañas. Este fue un gran evento y no es de extrañar que los primeros habitantes de las llanuras entonaran cánticos alabando al señor Indra por romper los glaciares y liberar el agua que fluía en siete cauces poderosos».
La observación de Radhakrishna de que los glaciares serpenteantes del Himalaya se describían en los himnos védicos como el dragón Vritra es esclarecedora. No obstante, su sugerencia de que el deshielo de los glaciares del Himalaya había resultado en una liberación repentina de las aguas congeladas, que fluían en siete cauces poderosos, no es totalmente convincente. Esto se debe a que el deshielo de los glaciares ocurre lentamente debido a la inercia térmica de las grandes capas de hielo. El Pulso de Deshielo 1B, que causó un episodio de rápido aumento del nivel del mar entre 9500 a.C. y 9200 a.C., comenzó casi 200 años después de que terminó la Edad de Hielo.
Por otro lado, la leyenda de Vritra describe una liberación repentina y dramática de las aguas «prisioneras» de los Siete Ríos después de que Indra golpeara al dragón.
Un escenario ligeramente diferente fue propuesto por Graham Hancock en el libro Underworld: The Mysterious Origins of Civilization (2002). Allí, el autor sugirió que la liberación de las aguas prisioneras probablemente describe un episodio particularmente devastador de «desbordamiento de lagos glaciares», que ocurre cuando estos rompen sus presas de hielo o morrenas.
Es probable que algo similar a esto último haya prevalecido hacia el final de la última Edad de Hielo, aunque a una escala mucho mayor.
Con el inicio del Dryas Reciente, los glaciares comenzaron a avanzar nuevamente y alcanzaron el mismo tamaño gigantesco que tenían durante el Último Máximo Glacial. Es probable que la reactivación de los glaciares del Himalaya entre 10900 y 9700 a.C. bloqueara la mayoría de los valles de los ríos importantes, cortara el flujo de agua a lo largo de los cauces de los ríos y creara lagos glaciares masivos aguas arriba. Los bardos védicos pueden haber descrito este evento como el dragón Vritra «aprisionando» las aguas de los Siete Ríos.
Cuando la Edad de Hielo llegó a su fin de manera repentina en el 9703 a.C., las presas de hielo que habían bloqueado el flujo de los ríos se rompieron de manera súbita y catastrófica, y las aguas de los enormes lagos glaciares se precipitaron en enormes torrentes, descendiendo por las empinadas laderas de las montañas y deslizándose hasta el océano. Este evento probablemente fue descrito en los himnos del Rigveda como Indra matando al dragón Vritra y liberando las aguas de los Siete Ríos.
Hancock había opinado además que «los sabios que compusieron al menos algunos de los versos de los Vedas podrían haber estado en el Himalaya hace 12.000 años para presenciar el fin del avance frío del Dryas Reciente y «conmemorarlo como la victoria de Indra sobre Vritra».
Aunque esta parece ser la explicación más lógica para los susodichos himnos del Rigveda, tales ideas suelen ser ignoradas por los historiadores convencionales, que parecen no asignar ninguna importancia geológica, arqueológica o ambiental particular a estos himnos sagrados dejados por nuestros antepasados. Lo cual, por supuesto, no tiene sentido, ya que se espera que los textos sagrados que se han memorizado y transmitido oralmente durante muchos milenios contengan pistas importantes sobre los eventos significativos del pasado.
El repentino final del período del Dryas Reciente resultó en una serie de eventos catastróficos que ocurrieron en todo el mundo, no solo en el Himalaya. La leyenda védica de Indra matando a Vritra tiene su contraparte casi exacta en la historia de Marduk matando al dragón acuático Tiamat, según se describe en el Enuma Elish, el poema babilónico que narra el origen del universo.
Marduk era el dios de la guerra y el trueno, y estaba a la cabeza del panteón babilónico. El nombre Marduk se pronunciaba como Marutuk, que suena increíblemente similar a Marutvat, un epíteto de Indra, que significa ‘el líder de los Maruts’ (los Maruts son un grupo de dioses del cielo que acompañan a Indra). Mientras que Indra montaba un carro tirado por dos caballos o estaba sentado en un elefante llamado Airavata, Marduk iba a la batalla en su carro tormentoso tirado por cuatro caballos, o montaba un dragón cornudo llamado Mushussu. El rayo de Marduk y el «vajra» en las manos de Indra se parecen exactamente; ambos se asemejan a tridentes dobles.
Tiamat, era la diosa del mar salado, simbolizando las fuerzas del caos. En algunas fuentes se describe como una enorme serpiente marina o dragón marino. Tiamat engendró una camada de monstruos, serpientes con colmillos, hombres escorpión y otros, y nombró a su hijo Kingu como su general en su batalla contra los dioses. Pero Marduk hizo una «red de siete vientos» para atraparla, liberó un viento poderoso que hizo estallar su vientre y la mató con sus rayos. Luego cortó el cuerpo de Tiamat por la mitad. Sus ojos se convirtieron en la fuente de los ríos Tigris y Éufrates, y de sus pechos emergieron montañas.
Existen varios paralelismos evidentes entre esta historia y la leyenda rigvédica de Indra matando a Vritra. Mientras que la muerte de Vritra a manos de Indra liberó las aguas de los Siete Ríos, el asesinato de Tiamat por parte de Marduk liberó las aguas de los ríos Tigris y Éufrates. Marduk había atrapado a Tiamat con una «red de siete vientos», y esta red era el arma utilizada por Indra para atrapar a sus enemigos.
En el folclore nativo americano, por otra parte, se ha contado una historia similar. En las leyendas de los cheroqui, Uktena o Gran Serpiente era una monstruosa serpiente acuática. Cualquiera que se acercara a ella quedaba aturdido por la luz del cristal en su cabeza y corría hacia la serpiente en lugar de alejarse.
En un mito, Uktena fue asesinada en una batalla con el Tlanuwa, el Gran Halcón... En otra leyenda, Uktena luchó con el Dios del Trueno, enroscándose tan apretadamente alrededor de su cabeza que el dios clamó por ayuda. «Un cazador gritó que venía en ayuda de Trueno, pero antes de que pudiera llegar, el dios mató a Uktena con un golpe mortal».
El asesinato de la monstruosa serpiente acuática Uktena por parte del Dios del Trueno tiene paralelismos evidentes con la muerte de Vritra por Indra o de Tiamat por Marduk. La leyenda cheroqui no menciona específicamente la liberación de las aguas de los ríos tras la muerte de Uktena, pero a la luz de las otras conexiones simbólicas, es obvio que la misma leyenda se ha registrado aquí.
La historia griega de Zeus matando al monstruo Tifón sigue líneas similares. En la Teogonía, Hesíodo escribe que de los hombros de Tifón crecían «cien cabezas de serpiente, un dragón temible, con lenguas oscuras y parpadeantes, y de debajo de las cejas de sus ojos en sus cabezas maravillosas destellaba fuego...». Zeus golpeó a Tifón con su rayo, quemó las cabezas de serpiente del monstruo y arrojó su cuerpo destrozado a la tierra. Tal fue la fuerza del impacto que la tierra gimió y «una gran parte de ella fue chamuscada por el terrible vapor y se derritió como el estaño».
La fusión de la corteza terrestre debido al impacto sugiere impactos de meteoritos y cometas. Cuando un cometa o un asteroide golpea la Tierra, vaporiza el material de la roca que golpea, el cual luego se condensa en diminutas gotas de metal llamadas esférulas de impacto. ¿Está esta leyenda aludiendo a un impacto de cometa al final de la última Edad de Hielo? Muy posiblemente.
Los himnos rigvédicos nos informan que Indra lanzó «el rayo con mil púas y cien filos» para destrozar el cuerpo de Vritra y liberar las aguas prisioneras. Esto parece implicar que una lluvia de grandes y afilados proyectiles, probablemente restos de meteoritos rocosos o desechos de cometas, impactó en las capas de hielo del Himalaya y desencadenó el colapso de las presas de hielo y la subsiguiente fusión.
«Indra con su propio trueno grande y mortal golpeó en pedazos a Vritra» (RV 1.32.5). «Emasculado pero reclamando vigor varonil, así yacía Vritra con miembros dispersos» (RV 1.32.7). «El Dragón yace debajo de los pies de torrentes que Vritra, con su grandeza, había cercado» (RV 1.32.8). «Enrollado en medio de corrientes que nunca cesan, fluyendo sin descanso siempre hacia adelante. Las aguas se llevan el cuerpo sin nombre de Vritra» (RV 1.32. 10).
Aunque los himnos generalmente describen a Indra como un poderoso dios que monta un carro tirado por un par de caballos, uno que elogia su hazaña de matar a Vritra lo describe como una «cola de caballo»: «Era la cola de un caballo cuando él (Vritra), oh Indra, golpeó con tu rayo; tú, Dios sin igual» (RV 1.32.12).
Esto evoca la imagen de un cometa, ya que la cola curva y polvorienta de un cometa se asemeja a la cola o crin de un caballo. El filósofo romano Plinio mencionó una clase de cometas llamados hippeus o ‘cometas de caballo’, que tenían penachos parecidos a las crines de los caballos en rápido movimiento. Hefestión de Tebas nos dice que el cometa Hippeus predijo la rápida caída de reyes y tiranos.
La representación más antigua conocida de un «cometa de caballo» se encuentra en las monedas de bronce emitidas por Mitrídates VI de Ponto, que muestra el cometa inusualmente brillante que apareció alrededor del año 135 a.C., coincidiendo con el año de nacimiento del monarca. Las monedas representan una estrella de diez puntas con una larga cola que se asemeja a la crin de un caballo.
¿Podría ser que la aparición celestial de Indra, hacia el final de la última Edad de Hielo, tuviera la forma de un «cometa de caballo»? Tal vez por eso Indra solía ser visto en los cielos por los primeros poetas, pero en un himno de un período posterior, el compositor se pregunta en voz alta: «¿Dónde se encuentra el famoso Indra ahora? ¿Dónde viaja, entre qué pueblo?» (RV VI.21.4).
La idea de que Indra sea un «cometa de caballo» se alinea con la hipótesis del prof. R.N. Iyengar del Instituto Indio de Ciencia, quien argumentó con evidencia sustancial en el artículo titulado Cometas y Lluvias Meteoríticas en el Rig Veda y su Significado que el grupo de deidades rigvédicas llamadas Maruts, que eran seguidores de Indra (a Indra se le llama Marutvat, es decir, ‘Jefe de los Maruts’), eran en realidad «tormentas meteoríticas».
Hay 33 himnos dedicados a los Maruts en el Rigveda. Se les describe como un grupo compuesto por 27 a 60 feroces hijos de Rudra (Shiva). La mayoría de los himnos los describen como objetos celestiales brillantes que se mueven en enjambres y parecen estrellas brillantes. Su rugido induce miedo en las mentes de los hombres y arrojan piedras que perturban los océanos, despedazan montañas y moradas humanas, y matan animales. En una ocasión, crearon un cráter de impacto lleno de agua. También se comen los bosques con sus brillantes llamas rojas.
El profesor Iyengar cree que tales himnos solo pueden referirse a un «enjambre de meteoritos» que entra periódicamente en la atmósfera terrestre y causa estragos generalizados.
La leyenda rigvédica de Indra matando a Vritra parece estar hablándonos de un momento excepcional en nuestra prehistoria, cuando un enjambre de cometas llamado los Maruts entraba periódicamente en la atmósfera terrestre y golpeaba la superficie de la Tierra con grandes trozos de roca.
Quizás dicho enjambre quedó atrapado en el campo gravitatorio de la Tierra durante un período prolongado hacia el final de la última Edad de Hielo. Algo similar ocurrió con el cometa Shoemaker-Levy 9 en 1992, cuando fue capturado por el campo gravitatorio de Júpiter durante un acercamiento cercano y luego se desintegró en al menos 20 piezas. Durante un período de seis días en julio de 1994, estas piezas, con diámetros de hasta 2 km, impactaron contra Júpiter a 60 km/s y crearon enormes cráteres en su superficie.
Entonces, de acuerdo a los relatos rigvédicos, uno de los cometas en este enjambre, llamado Maruts, era un gigantesco «cometa caballo», al que los sabios se referían como Indra, el Rey de los Dioses. Este gigantesco cometa bombardeó los glaciares del Himalaya con grandes trozos de proyectiles ardientes que hicieron que las barreras de hielo se rompieran y liberaran torrentes de agua que habían estado atrapados en los lagos glaciares de gran altitud. Esta andanada abrasadora de impactadores efectivamente puso fin a la Edad de Hielo e inició la cálida época interglacial en la que vivimos hoy, llamada Holoceno. Toda la naturaleza experimentó una transformación drástica —casi como si el invierno hubiera cedido paso a la primavera— en el 9703 a.C.
Ahora llegamos a una conclusión bastante increíble: ¡Indra mató a Vritra exactamente en el 9703 a.C.! Es asombroso darse cuenta de que, de hecho, es posible asignar una fecha específica a esta famosa leyenda rigvédica, que tiene sus equivalentes en las tradiciones de muchas otras culturas. Esto demuestra que muchos de los himnos sagrados y leyendas orales transmitidas por nuestros ancestros codifican información vital sobre los eventos monumentales del pasado remoto, y como tal, son de gran importancia para nosotros para obtener una comprensión integral de lo que pudo haber sucedido en nuestro planeta en esos tiempos antiguos.
Sin embargo, aún queda una pregunta final por responder. Si fue un enjambre de cometas lo que puso fin a la última Edad de Hielo, ¿de dónde provenía?
El profesor R.N. Iyengar —cuyo perspicaz artículo sobre las lluvias de cometas en el Rigveda se mencionó previamente— asoció a los Maruts con la corriente de meteoros Táuridas. Proporcionó pruebas específicas de los textos védicos para respaldar su argumento. Escribió que el texto llamado Taittiriya Brahmana «asocia una temporada con los Maruts, a saber, el hemanta rtu (es decir, otoño), la temporada húmeda, que es el período de dos meses que termina con el solsticio de invierno». Como sabemos, este es el momento del año en que la Tierra atraviesa la corriente de meteoros Táuridas del Norte.
También señaló que otro texto de la era védica llamado Taittiriya Aranyaka menciona dos grupos diferentes de deidades celestiales relacionadas: Rudra-gana y Marut-gana.
«El Taittiriya Aranyaka diferencia a Rudra-gana de Marut-gana y menciona que el primero aparece en el grisma-rtu (verano), la temporada de dos meses que termina con el solsticio de verano antes de que comience la temporada de lluvias». El último aparece en el hemanta-rtu, como en el Taittiriya Brahmana», escribió el profesor.
«Los comentaristas mencionan que ambos son deidades celestiales que aparecen en las respectivas estaciones. Rudra-Gana se describe como vestido de blanco y reaparece con la temporada de verano. El segundo grupo aparece rojo de enojo, como listo para la batalla, en la temporada húmeda. Es fácil reconocer que ambos deben ser grupos de meteoros separados por seis meses», añadió.
Sobre la base de esta información, Iyengar concluyó que la corriente de las Táuridas era la fuente de los impactadores, ya que, según escribió, «incluso ahora, las dos ramas de la lluvia de meteoros aparecen en mayo-junio y noviembre-diciembre».
Antes de continuar, cabe recordar que las lluvias de meteoros ocurren cuando nuestro planeta atraviesa una corriente que intersecta su órbita; es decir, verdaderos «ríos de escombros» dejados por un cometa compuestos principalmente por polvo y guijarros.
La corriente de meteoros Táuridas es atravesada por la Tierra dos veces durante su órbita alrededor del Sol: una vez en verano y otra al final del otoño.
La primera de estas travesías de las Táuridas ocurre entre el 5 de junio y el 18 de julio, con su actividad máxima alcanzada el 29 de junio. Esta es conocida como la lluvia diurna de Táuridas Beta. La segunda travesía tiene lugar entre el 10 de septiembre y el 20 de noviembre, cuando la Tierra cruza las Táuridas del Sur, seguida de las Táuridas del Norte, que van del 20 de octubre al 10 de diciembre. Estas son esencialmente dos segmentos de la misma corriente de meteoros. Las Táuridas del Sur alcanzan su punto máximo el 10 de octubre, mientras que las Táuridas del Norte lo hacen el 12 de noviembre. La máxima actividad de las Táuridas se observa durante una semana que se extiende del 5 al 12 de noviembre. Dado que estas lluvias de meteoros tienen lugar a fines de octubre y principios de noviembre, también son conocidas como «bólidos de Halloween».
Como señaló el profesor Iyengar, en los textos astronómicos védicos, las deidades celestiales llamadas Rudra-Gana, que aparecían en la temporada de verano, se describían como «vestidas de blanco». Esto se debe a que las Táuridas Beta, que están activas del 5 de junio al 18 de julio, son una lluvia diurna y los meteoros —si son visibles— aparecen como rayas blancas de luz. Por otro lado, los textos védicos describen a los Marut-gana, que aparecen en otoño, como «rojos de enojo». Esto se debe a que los meteoros de las Táuridas del Norte, que atraviesan los cielos entre el 20 de octubre y el 10 de diciembre, tienen un tono amarillo, naranja o rojizo.
Y mientras que la mayoría de las corrientes de meteoros contienen partículas pequeñas, no más grandes que un grano de arena o guijarro, las Táuridas contienen algunos trozos grandes de roca. Las Beta han sido responsables de generar meteoros impactadores en la Tierra en el pasado reciente. Los expertos creen, por ejemplo, que probablemente causaron el evento Tunguska del 30 de junio de 1908, cuando un gran meteoro explotó sobre Siberia Oriental con la fuerza de mil bombas nucleares de Hiroshima y devastó más de 2.000 kilómetros cuadrados de bosque. Se ha calculado que el meteoro tenía alrededor de 36 metros de ancho y pesaba 100 millones de kilogramos.
Los astrónomos británicos Victor Clube y Bill Napier habían postulado que el progenitor de la corriente de las Táuridas era un gigantesco cometa, de unos 50 a 100 km de diámetro, que había ingresado al sistema solar interno al menos 20.000 a 30.000 años atrás. El cometa fue arrojado a una órbita a corto plazo alrededor del Sol y se desintegró en etapas, dejando atrás el rastro de escombros conocido como el Complejo Táurida.
La investigación realizada por Clube, Napier, Asher y sus colegas indica que el gigantesco cometa progenitor de las Táuridas todavía permanece oculto en el centro de la corriente, moviéndose dentro de un enjambre densamente empaquetado que consiste en varios cometas menores formados por la fragmentación del progenitor —todos los cuales probablemente estén en un estado latente— y docenas de asteroides de tamaño completo de hasta 1 km de ancho. Semejante cúmulo de cometas y asteroides dentro de esta corriente se llama el «Enjambre Resonante Táurido».
El débil cometa Encke, que es el único cometa visible dentro de la corriente de meteoros de las Táuridas hoy en día, orbita el Sol una vez cada 3.3 años y podría ser un fragmento recientemente reactivado del cometa progenitor. El Enjambre Resonante Táurido está en una órbita similar a la de Encke, moviéndose alrededor del Sol en una trayectoria que cruza la Tierra cada 3.3 años. Napier señaló que al menos 19 de los mayores Objetos Cercanos a la Tierra (NEOs) tienen órbitas significativamente cercanas a la de Encke, lo que sugiere que podrían ser los remanentes del colosal progenitor de las Táuridas.
Por lo tanto, el lugar más probable para el enjambre de cometas llamado Maruts y el gigantesco «cometa caballo» llamado Indra descrito en el Rigveda, es dentro del Enjambre Resonante Táurido.
Es sumamente posible que la Tierra haya tenido algunos encuentros de frente con tal enjambre en las décadas previas al 9703 a.C., lo que resultó en una serie de bombardeos cometarios que pusieron fin a la última Edad de Hielo. Los recuerdos de este evento épico fueron registrados por los sabios védicos en sus himnos sagrados que conmemoraban la victoria del dios del trueno Indra sobre el dragón Vritra, que había encarcelado las aguas de los Siete Ríos.
Por Bibhu Dev Misra vía Graham Hamcock. Edición: MP.
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