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En la película El Día Después de Mañana, la interrupción de una corriente oceánica en el Atlántico norte provoca una catástrofe climática sin precedentes. Ahora, los científicos han detectado señales de advertencia del colapso de la Corriente del Golfo, uno de los principales puntos de inflexión potenciales del planeta.
Si la Tierra tuviera pulso, podría ser la Circulación de Reversión Meridional del Atlántico (AMOC), un remolino de corrientes oceánicas que transporta el calor tropical al norte hacia las aguas polares.
Durante el siglo pasado, este latido global se ha calmado, disminuyendo a una velocidad jamás vista en más de un milenio. Una nueva investigación basada en una variedad de índices, ha reforzado la opinión de que el debilitamiento no es trivial y que la transición crítica es inminente.
El estudio realizado por el científico climático Niklas Boers de la Universidad Libre de Berlín, en Alemania, es solo el último en señalar cómo la Corriente del Golfo —la principal de la AMOC por el volumen de agua que desplaza— parece estar avanzando lentamente hacia un punto de inflexión importante.
Su investigación, publicada recientemente en Nature Climate Change, afirma que la AMOC puede permanecer relativamente estable en dos estados distintos.
Una es la forma robusta a la que nos hemos acostumbrado a lo largo de gran parte de la historia moderna, impulsada por cantidades significativas de agua cálida de los trópicos que se evapora en su viaje hacia el norte y se vuelve cada vez más densa a medida que baja la temperatura y aumenta la salinidad.
Este proceso no solo distribuye la energía térmica por el océano y la atmósfera, sino que mantiene la mezcla de minerales y compuestos orgánicos que fertilizan las aguas del océano en movimiento libre.
El otro es un sistema mucho más débil con aguas lentas que se toman su tiempo para distribuir agua cálida y rica en nutrientes alrededor del Atlántico.
Aunque los estudios sobre la AMOC eran raros antes de las últimas décadas, ha habido indicios de que la enorme cinta transportadora no es lo que solía ser.
Dadas las complejidades de los modelos climáticos, se desconoce la razón exacta del aparente cambio, lo que deja espacio para debatir el pronóstico y las implicaciones exactas. Pero cada vez hay más evidencia de que el aumento de la escorrentía del hielo derretido está alterando la salinidad y la temperatura de una manera que efectivamente frena todo el sistema.
Según algunos modelos, la AMOC podría tolerar cierto grado de desaceleración, permaneciendo relativamente estable incluso cuando los polos se derriten y hasta regresando a su antigua gloria sin problemas.
— Leonardo DiCaprio (@LeoDiCaprio) August 6, 2021
Pero no todo el mundo está de acuerdo. Como escribe Boers en su estudio, hay buenas razones para sospechar que la red de corrientes podría no solo colapsar en una forma débil que es obstinadamente estable, sino que está a punto de hacerlo.
«Por tanto, los resultados presentados aquí muestran que la disminución de AMOC, recientemente descubierta durante las últimas décadas, no es solo una fluctuación relacionada con la variabilidad climática de baja frecuencia o una respuesta lineal al aumento de las temperaturas», escribe Boers.
«Más bien, los hallazgos presentados sugieren que esta disminución puede estar asociada con una pérdida casi completa de estabilidad de la AMOC en el transcurso del último siglo, y que podría estar cerca de una transición crítica a su modo de circulación débil».
Las consecuencias de un debilitamiento drástico y sostenido de las corrientes no se comprenden del todo. Según algunas medidas, podría enfriar el planeta, e incluso podría contrarrestar lo peor del calentamiento global.
Pero antes de emocionarse demasiado, esta no es necesariamente la buena noticia que imagina. Los enormes cambios en la distribución de energía y nutrientes en las corrientes del Atlántico tendrían profundas consecuencias en los sistemas meteorológicos y la ecología en Europa y América, con efectos económicos masivos en todo, desde la agricultura hasta el turismo.
Lo que el Amazonas podría ganar en lluvias, por ejemplo, Europa podría perder en productividad.
Si bien Boer confía en que su modelo indica que la AMOC está a punto de inclinarse, no hay una manera fácil de predecir el momento de los eventos geológicos. Incluso un cambio repentino podría tardar años en ocurrir, si no décadas.
Lo único que está claro es cómo nuestras acciones corren el riesgo de arrastrarnos más cerca de lo inevitable.
«Así que lo único que se puede hacer es mantener las emisiones lo más bajas posible», le dijo Boer a Damian Carrington de The Guardian. «La probabilidad de que ocurra este evento de impacto extremadamente alto aumenta con cada gramo de CO2 que arrojamos a la atmósfera».
Fuente: The Guardian/SciAl. Edición: MP.
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