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Ocultas bajo capas de tierra y la densa vegetación, hay pruebas crecientes de la influencia humana que se remonta a miles de años.
En un nuevo estudio, el científico de teledetección Vinicius Peripato, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, lideró un gran equipo de investigadores en la búsqueda de signos de obras terrestres encontradas en datos LiDAR que abarcan 5.315 kilómetros cuadrados.
El LiDAR, un sistema de radar basado en la luz, utiliza el tiempo de destellos láser emitidos por una aeronave para penetrar a través de capas de follaje, suelo y otros materiales con el fin de mapear variaciones en estructuras, revelando potencialmente obras realizadas por la mano humana.
Este tipo de tecnología ha demostrado su valía una y otra vez al despejar virtualmente capas de vegetación en las zonas tropicales, por lo que no debería sorprendernos el que —al igual que en otros lugares del mundo— haya encontrado algo en el Amazonas. Pero lo impactante aquí es la escala. En una sola pasada, el equipo de Peripato encontró 24 perturbaciones previamente no identificadas en el suelo, con formas, ubicaciones y disposiciones que insinuaban fuertemente un origen arquitectónico.
Como resultado, en el sur del Amazonas encontraron indicios de un pueblo con una plaza en una región que se cree que en el pasado albergaba a decenas de miles de personas, conectadas por redes de caminos que rivalizaban con las de la Europa clásica. Asimismo, en el suroeste descubrieron extraños motivos geométricos hechos de tierra, lejos de cualquier camino detectable.
Distribución geográfica de estructuras geométricas precolombinas conocidas y recientemente descubiertas en la Amazonia. Crédito: V. Peripato et al., Science, 2023.
Extrapolando la expansión de posibles obras terrestres en toda la Amazonia, los investigadores estiman que entre 10.000 y 24.000 estructuras aún podrían yacer ocultas bajo siglos de hojarasca, sedimentos y crecimiento forestal. Esto sugiere que más del 90 por ciento de la historia humana en este sitio del mundo aún no se ha descubierto, y mucho menos se ha analizado y reportado.
Rastros de esta antigua y próspera sociedad aún pueden persistir en la estructura misma del ecosistema amazónico. Peripato y su equipo midieron la presencia y abundancia de 79 especies de árboles cultivados en casi 1.700 parches de bosque, incluyendo varios sitios cercanos a las obras terrestres descubiertas. De esas especies de flora, un poco menos de la mitad eran más comunes cerca de los sitios de ocupación antigua, como el árbol de nuez de Brasil (Bertholletia excelsa), mientras que alrededor de un cuarto estaba en menor número de lo esperado.
En total, la presencia o abundancia de 53 de las 79 especies estaba de alguna manera relacionada con la distribución pasada de los seres humanos.
Nube de puntos LiDAR y terreno digital debajo de la selva con una exageración vertical de 2,5 metros. La escala de la derecha representa la altura de los árboles. Crédito: Vinicius Peripato.
Dado que muchas de ellas tenían múltiples usos —incluyendo especies capaces de producir frutas y nueces comestibles—, es fácil imaginar áreas de bosque resonando con los restos de cultivos libres de malezas y plantas competitivas, y fertilizados con desechos compostados y cenizas conocidas como tierra oscura.
En lugar de un territorio virgen, la Amazonia podría ser más similar a un jardín descuidado que ha crecido sin control.
Rastrear los restos físicos de estos sitios podría proporcionarnos más información sobre cómo las culturas transformaron el bosque para satisfacer a comunidades de tal tamaño y diversidad sin poner en peligro su destrucción.
El estudio sobre estos asombrosos hallazgos ha sido publicado en la revista Science.
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