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El continente perdido de Argoland, que se separó de Australia hace 155 millones de años sin dejar rastro geológico aparente, ha sido finalmente localizado.
Este hallazgo ha aliviado a los investigadores, quienes temían que la aparentemente mágica capacidad de un continente para desprenderse y desaparecer sin dejar rastro trastornara por completo aspectos significativos de su comprensión del complejo pasado geológico de la Tierra.
En un estudio publicado hace unos días en Gondwana Research, el equipo que localizó lo que queda de Argoland señaló que la fragmentación de continentes que desaparecen en el manto terrestre ha ocurrido ocasionalmente en el pasado. Sin embargo, en esos casos la desaparición de una masa terrestre tan grande dejó una señal inconfundible en su entorno.
«Por ejemplo, en algún momento del pasado, la Gran Adria —que se extendía desde lo que ahora es la península ibérica hasta el actual Irán— se sumergió en el manto terrestre», explicó el equipo en un comunicado de prensa. «Pero la capa superior quedó atrás y se dobló para formar las montañas del sur de Europa».
Al igual que con la Gran Adria, existían pruebas suficientes de la separación de Argoland de Australia para que el evento fuera aceptado como un hecho. No obstante, este continente perdido aparentemente se había desprendido y esfumado en el manto terrestre sin dejar rastro.
Siguiendo una pista geológica que parecía llevar al noroeste desde Australia, Douwe van Hinsbergen, un investigador de la Universidad de Utrecht, y su colega Eldert Advokaat, encontraron un tesoro de información geológica que creían que podría ayudar a explicar la desaparición de Argoland. Desafortunadamente, resultó ser aún más complicado de lo que esperaban.
«Literalmente estábamos lidiando con islas de información, por eso nuestra investigación tomó tanto tiempo», explicó Advokaat. «Pasamos siete años ensamblando el rompecabezas».
Finalmente, su trabajo dio sus frutos a medida que las piezas de esta suerte de «argopélago» (un juego de palabras con archipiélago) comenzaron a encajar, revelando las huellas del continente perdido de Argoland. La clave estuvo en determinar las edades de varias capas de roca —o fragmentos— del continente perdido y comparar las fechas de su llegada a la región del sudeste asiático. Esto incluyó que los investigadores recogieran muestras manualmente en Sumatra, las islas Andamán, Borneo, Sulawesi y Timor.
Sus sorprendentes resultados también revelaron por qué otros tuvieron tanta dificultad para localizar el continente perdido de Argoland en primer lugar. Se había dividido en tantas piezas comenzando hace casi 300 millones de años. Luego, esas piezas comenzaron una marcha separada pero coordinada hacia el noroeste que duró millones de años, lo que las hacía parecer «perdidas». Solo las fechas coincidentes de estas piezas dispares de Argoland revelaron que el continente no estaba perdido después de todo, sino que estaba tan fragmentado que llevó años de investigación encontrar y conectar sus restos.
«Los fragmentos formaron un collage», explican los investigadores. «Argoland está oculto bajo las exuberantes selvas verdes de gran parte de Indonesia y Myanmar».
Además de resolver un misterio de 155 millones de años, este hallazgo brindó consuelo a los expertos, ya que la desaparición de continentes sin dejar rastro podría plantear graves problemas tanto para los geólogos como para los historiadores.
«Si los continentes pueden sumergirse en el manto y desaparecer por completo, sin dejar rastro geológico en la superficie, entonces tendríamos muy poca idea de cómo podría haber sido la Tierra en el pasado geológico», explicó van Hinsbergen. «Sería casi imposible crear reconstrucciones fiables de antiguos supercontinentes y la geografía de nuestro planeta en eras pasadas».
Estas reconstrucciones son vitales para comprender procesos geológicos y biológicos, incluyendo la evolución de la biodiversidad, la formación del clima terrestre o incluso la búsqueda de materias primas.
«Y a un nivel más fundamental: para comprender cómo se forman las montañas o para descifrar las fuerzas impulsoras detrás de la tectónica de placas; dos fenómenos estrechamente relacionados», concluyó van Hinsbergen.
Fuente: EurekAlert/TD. Edición: MP.
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