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Unos mil años atrás, los nativos americanos crearon la imagen de una serpiente de cascabel de 3 metros de longitud en las paredes y el techo de una cueva, así como otras figuras que probablemente representen espíritus de el inframundo.
La cueva tiene cientos de pinturas rupestres y se considera el lugar más rico en arte rupestre de los nativos americanos en el sureste de Estados Unidos. Para estudiar este arte histórico, un equipo de investigadores recurrió a la fotogrametría —una técnica que consiste en tomar cientos de imágenes digitales para construir un modelo 3D virtual—. Usando este método, detectaron cinco pinturas rupestres gigantes —o glifos— previamente desconocidas.
«Esta metodología nos permite crear un modelo virtual del espacio que podemos manipular», dijo el primer autor del estudio, Jan Simek, distinguido profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Tennessee. «En este caso particular, el techo de la cueva está muy cerca del suelo. Por lo tanto, su campo de visión está limitado por su proximidad al techo. Nunca vimos estas imágenes muy grandes porque no podíamos retroceder lo suficiente para distinguirlas».
«Después de crear el modelo virtual, fuimos capaces de verlo desde una perspectiva más amplia. Nos permitió ver las cosas de una manera que no podemos ver en persona», agregó.
El glifo que establece un récord luce un patrón de diamante, lo que indica que puede representar una serpiente de cascabel de espalda de diamante (Crotalus atrox), una criatura considerada sagrada por los pueblos indígenas del sureste de Estados Unidos. Estos pueblos construyeron grandes montículos de tierra, utilizados para una variedad de propósitos, incluidos rituales, y para estar más cerca de los espíritus del mundo superior; mientras que las cuevas se consideraban como lo opuesto: rutas hacia el inframundo.
«Estos son especiales porque hasta ahora no hemos tenido grandes figuras de esta área», señaló Simek. «Por ejemplo, hay imágenes de arte rupestre similares a las que encontramos aquí pero hechas por pueblos indígenas en el oeste —aunque estos glifos no se encuentran en cuevas—. El hallazgo de arte rupestre del sureste, por lo tanto, suma a la discusión sobre otras imágenes monumentales que vemos en diferentes partes de América del Norte».
Esta cueva se descubrió por primera vez en 1998 y permanece sin nombre, con el apodo de «cueva sin nombre 19» para proteger los descubrimientos. La cueva contiene más de 5 kilómetros de pasajes subterráneos con la mayoría de las pinturas descubiertas en una gran cámara, según un estudio de 1999 publicado en la revista Southeastern Archaeology.
Al continuar utilizando técnicas de fotogrametría en la cueva sin nombre 19 y otras, el equipo espera mejorar aún más la comprensión del arte indígena estadounidense.
El estudio ha sido publicado en línea hoy en la revista Antiquity.
Fuente: Live Science. Edición: MP.
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