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Las inscripciones consisten en lo que parecen ser dos paneles de símbolos que algunos creen que representan jeroglíficos. Los defensores de esta teoría sostienen que narran la historia de antiguos egipcios que habrían viajado hasta Australia hace miles de años.
Según los investigadores más heterodoxos, una parte de los jeroglíficos egipcios encontrados en Australia relata la historia de una flota egipcia que, al regresar a casa, fue sorprendida por una tormenta severa. La nave principal se volcó, resultando en la muerte de la mayoría de la tripulación.
Los pocos supervivientes, liderados por un hombre llamado Netjet Sobut —posiblemente el capitán— lograron llegar a la costa, donde plasmaron sus desgarradora experiencia en un remoto acantilado de arenisca en Nueva Gales del Sur.
Este sitio, cercano a la ciudad de Gosford, contiene alrededor de 300 símbolos distribuidos en las paredes de un estrecho cañón. Muchos de estos se encuentran en lo alto de las paredes, accesibles solo con andamios o escaleras, lo que sugiere un esfuerzo deliberado por colocarlos en un lugar protegido y apartado.
Desde principios del siglo XX, las comunidades locales han conocido la existencia de las misteriosas inscripciones, con informes documentados que datan de la década de 1970. Aún así, el lugar permaneció relativamente desconocido hasta hace poco, cuando comenzó a atraer la atención de estudiosos y teóricos de la conspiración.
Mohamed Ibrahim y Youssef Awyan, investigadores egipcios, han dedicado años a traducir los jeroglíficos en Australia. Su enfoque fue llegar al sitio sin conocimientos previos de su historia para evitar sesgos.
La detallada traducción del dúo reveló que los jeroglíficos no son simples símbolos aleatorios, sino un texto coherente que cuenta una historia específica y conmovedora. Por ejemplo, estos navegantes antiguos expresaron la gratitud a sus dioses por haber sobrevivido y realizaron ritos funerarios para sus compañeros caídos, orando por la protección del lugar de entierro e invocando la vida eterna para los fallecidos.
De acuerdo al análisis de los investigadores, las inscripciones datan de la dinastía Saíta (siglos VI-V a.C.), un período conocido por la revitalización del arte, la cultura y el poder militar en Egipto.
Esta nueva datación desafía afirmaciones anteriores que situaban los jeroglíficos en el Reino Antiguo, unos 2.000 años antes. Asimismo, se identificaron símbolos raros entre las inscripciones que no fueron comprendidos completamente por los egiptólogos hasta hace poco, lo que para Ibrahim y Awyan refuerza la autenticidad de los jeroglíficos.
La idea de que los antiguos egipcios podrían haber llegado a Australia no es del todo descabellada si consideramos sus habilidades náuticas.
Los egipcios, cuya civilización floreció a lo largo del Nilo, construyeron impresionantes embarcaciones no solo para navegar por el río, sino también para realizar largos viajes por mar. Un ejemplo notable es la barca solar del faraón Keops, de casi 44 metros de largo, que demuestra la capacidad de los egipcios para construir grandes barcos oceánicos. Esta embarcación, que ahora se exhibe junto a la Gran Pirámide en Guiza, es significativamente más larga que la Santa María de Colón, utilizada para viajar al continente americano.
Registros históricos también describen expediciones egipcias a través de los mares, como la famosa expedición de la reina Hatshepsut al país de Punt en el siglo XV a.C., lo que sugiere que los egipcios exploraron más allá de su entorno inmediato.
A pesar de la evidencia presentada por Ibrahim y Awyan, persiste el escepticismo. Sus detractores argumentan que los jeroglíficos de Gosford son un fraude, señalando alteraciones modernas como una figura de Anubis, que es claramente más grande que los demás símbolos.
Algunos sugieren que las inscripciones fueron creadas por soldados que regresaron de la Primera Guerra Mundial o por bromistas locales familiarizados con los jeroglíficos egipcios.
El egiptólogo Boyo Ockinga, quien visitó el sitio hace 25 años, desestimó las inscripciones como objetos «egiptizantes», comparándolas con esfinges y pirámides toscamente talladas en la arenisca cercana. Sin embargo, esta comparación podría ser inexacta, ya que las inscripciones de Gosford muestran —como mencionamos más arriba— una gramática compleja y símbolos raros que no fueron catalogados hasta 2012, lo que añade credibilidad a las afirmaciones de autenticidad.
En este contexto, ¿podría ser la susodicha figura de Anubis un agregado moderno para desacreditar los jeroglíficos genuinos?
Además de los jeroglíficos, existen otras pruebas que sugieren un posible contacto entre Egipto y Australia. Por ejemplo, se han encontrado varios búmeran en la tumba de Tutankamón, lo que plantea preguntas sobre su presencia en Egipto y la posibilidad de comercio entre ambas regiones.
Ibrahim y Awyan señalan que el término egipcio para bumerán se traduce como ‘arma de extranjero’, lo que implica que los egipcios reconocían el arma como un artefacto de tierras distantes. Además, el mural más antiguo conocido con decoración pintada en Egipto, en una tumba de Nejen (c. 3200 a.C.), muestra una isla habitada por un hombre que sostiene lo que parece ser un búmeran, lo que podría representar una temprana referencia a Australia.
Ibrahim y Awyan están convencidos de que los jeroglíficos de Gosford son restos auténticos de una antigua expedición egipcia que llegó a las costas de Australia hace más de 2.500 años. La presencia de jeroglíficos raros, la alineación con las prácticas funerarias egipcias y la capacidad de los egipcios para emprender expediciones marítimas más allá de lo que se creía tradicionalmente, brindan cierto respaldo a la autenticidad de estas inscripciones.
No obstante, la falta de investigaciones más profundas, como la búsqueda de restos humanos en el sitio, limita la posibilidad de confirmar esta teoría, dejando el misterio de los jeroglíficos de Gosford abierto a futuras pesquisas arqueológicas y debates.
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