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Se trata de una serie de filamentos giratorios masivos cuya procedencia es poco clara.
Desde el punto de vista de la Tierra en uno de los brazos espirales de la Vía Láctea, la estructura de nuestra galaxia es bastante difícil de reconstruir. Esto se debe a que medir la distancia a algo en el espacio cuando no se conoce su brillo intrínseco es muy, muy difícil. Y hay muchos objetos cuyo brillo desconocemos. Esto significa que, a veces, podemos perdernos por completo enormes estructuras que uno pensaría que deberían estar justo debajo de nuestras narices.
Tal es el caso de un nuevo conjunto de estructuras enormes detectados en las regiones exteriores del disco galáctico, una suerte de filamentos giratorios masivos cuya procedencia es poco clara. Pero los astrónomos confían en que varios sondeos de seguimiento podrían resolver el misterio.
El descubrimiento se produjo gracias al observatorio espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea, un proyecto para mapear la Vía Láctea en tres dimensiones con la mayor precisión hasta el momento.
Gaia orbita el Sol con la Tierra, en una órbita circular alrededor del punto Lagrangiano Sol-Tierra L2 —una bolsa de espacio gravitacionalmente estable creada por las interacciones entre los dos cuerpos—.
A partir de ahí, estudia cuidadosamente las estrellas durante un período prolongado, observando cómo sus posiciones parecen cambiar frente a objetos más distantes. Esto proporciona un paralaje, que se puede utilizar para calcular las distancias a las estrellas.
Y si bien esto se puede hacer desde aquí en la Tierra, los efectos atmosféricos pueden interferir con las mediciones. Desde su posición en el espacio, Gaia tiene una ventaja, que ha estado utilizando con gran efecto. Desde su despliegue en 2013, los datos del telescopio espacial han revelado una serie de estructuras y asociaciones estelares de las que no teníamos idea.
Las nuevas estructuras fueron identificadas por un equipo liderado por el astrónomo Chervin Laporte de la Universidad de Barcelona en España. Los mismos datos también mostraron estructuras previamente conocidas con una claridad mucho mayor que la que habíamos visto antes.
«Informamos sobre el descubrimiento de múltiples filamentos nuevos incrustados en el disco exterior en regiones altamente extintas», escribieron los investigadores en su artículo. «Algunas de estas estructuras se interpretan como material de disco externo alterado, impulsado por impactos de satélites y actualmente en fase de mezcla ('plumas'). Debido a la larga escala de tiempo en las regiones del disco externo, estas estructuras pueden permanecer coherentes en el espacio de configuración durante varios miles de millones de años».
Tales filamentos giratorios en las afueras de la galaxia no son inesperados. Según las simulaciones, las interacciones entre la Vía Láctea y sus galaxias satélite podrían producir tales estructuras. La Vía Láctea tiene —tal vez— un enjambre de satélites actualmente en órbita.
Pero hay un problema: la gran cantidad de filamentos encontrados por Laporte y sus colegas supera ampliamente a los que se ven en estas simulaciones, lo que significa que necesitamos otra explicación.
Una posibilidad es que los filamentos sean restos de brazos espirales de marea que fueron alterados en varios momentos por interacciones con satélites; fósiles galácticos, en otras palabras.
Otra posibilidad es que sean las crestas de distorsiones del disco de la Vía Láctea que se produjeron debido a colisiones con otras galaxias. La Vía Láctea tiene un historial de colisiones con otras galaxias, que pueden causar perturbaciones en el disco galáctico, por lo que no es una suposición irrazonable.
Dichas colisiones, creen los investigadores, podrían enviar perturbaciones que se propagan a través del disco galáctico como ondas en un estanque.
El siguiente paso será realizar observaciones de seguimiento para tratar de determinar cuál de estos escenarios es el más probable.
«Típicamente, esta región de la Vía Láctea ha permanecido mal explorada debido al polvo intermedio que oscurece severamente la mayor parte del plano medio galáctico», señaló Laporte.
«Si bien el polvo afecta la luminosidad de una estrella, su movimiento no se ve afectado. ¡Ciertamente estábamos muy emocionados de ver que los datos de los movimientos de Gaia nos ayudaron a descubrir estas estructuras filamentosas! Ahora el desafío sigue siendo averiguar qué son exactamente estas cosas, cómo llegaron a ser, por qué en cantidades tan grandes, y qué pueden decirnos sobre la Vía Láctea, su formación y evolución», concluyó.
La investigación se ha publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society: Letters.
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