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Uno de los sistemas de circulación oceánica más grandes del planeta, encargado de regular el clima mundial, está en su punto más débil de los últimos 1.600 años y podría acarrear graves alteraciones ambientales. Si el hecho te suena familiar, es porque se trata del desencadenante de la catástrofe en la película El Día Después de Mañana.
Geólogos y oceanógrafos han venido recopilando evidencia convincente de las consecuencias del cambio climático sobre la Circulación Atlántica Meridional de Retorno (AMOC, por sus siglas en inglés), un sistema de aguas profundas que hace circular el agua caliente de la corriente del Golfo al Atlántico Norte, donde libera calor a la atmósfera y calienta Europa occidental.
Una primera investigación presenta pruebas de que las aguas superficiales en el Atlántico Norte —el motor que mantiene la AMOC en constante movimiento— comenzaron a debilitarse hacia 1850, posiblemente por el aumento de la afluencia de agua dulce, menos densa que el agua de mar, causado por el derretimiento del hielo marino, los glaciares y las plataformas congeladas.
«El agua dulce hizo que la AMOC se debilitara porque evitó que las aguas se volvieran lo suficientemente densas como para hundirse», aseguró a AFP David Thornalley, coautor de uno de los estudios.
En un segundo artículo, se analizaron las temperaturas de la superficie del océano utilizando modelos climáticos globales para concluir que la AMOC ha disminuido en aproximadamente un 15 % en los últimos 50 años, probablemente debido al cambio climático producto de la actividad humana.
De acuerdo con la Institución Oceanográfica de Woods Hole (EE.UU.), que participó en la investigación, si el sistema sigue debilitándose podría alterar los patrones climáticos de EE.UU. y Europa: más enfriamiento en el Atlántico Norte, mayores tormentas invernales en el continente europeo, posible desplazamiento hacia el sur de lluvias tropicales, y un aumento más rápido en el nivel del mar en la costa este estadounidense.
Estas corrientes también transportan nutrientes, oxígeno, larvas de coral o peces de un área a otra, contribuyendo a la capacidad de los océanos para absorber y almacenar dióxido de carbono (CO²). En este sentido, la pesquería comercial podría verse afectada así como algunas especies de peces, aves y ballenas debido a la carencia de aguas ricas en oxígeno.
Asimismo, esto conducirían a un circulo vicioso al «dejar más dióxido de carbono en la atmósfera, que contribuye al calentamiento global», concluye Thornalley.
Fuente: Nature. Edición: RT.
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