En las profundidades de las selvas de Ecuador, vivió un grupo de gente cuya sociedad se basaba en el asesinato. Feroces guerreros que mataban a sus víctimas sin piedad y asesinaban a quienes se atrevían a aventurarse en sus dominios. Durante siglos mantuvieron sangrientas guerras de venganza, cortando la cabeza de los enemigos que mataban. Sus rituales de reducción de cabezas impresionaron al mundo.

Cabezas reducidas shuar en el Museo Quai Branly, París. Crédito: e y e / s e e.

¿Quiénes fueron estos feroces guerreros de la selva? ¿Por qué estaban tan obsesionados con la cacería de cabezas humanas? En las líneas que siguen nos adentraremos en el oscuro corazón del Amazonas para descubrir los misteriosos cazadores de cabezas. Una cultura cuyo comportamiento asesino los hizo ser temidos a todo lo largo del mundo.

Feroces guerreros del Amazonas

Desde el comienzo de la vida humana la tierra ha estado bañada en sangre. Cada época ha sido partícipe de la violencia y la guerra. Aún así, para algunas personas la muerte del enemigo no ha sido suficiente, por razones extrañas han cazado a otros seres humanos para obtener sus cabezas. Desde tiempos remotos y en diferentes lugares, feroces guerreros han mostrado con orgullo las cabezas decapitadas de sus enemigos. Pero hace mucho tiempo, para una cultura específica, la práctica de cazar cabezas se convirtió en una terrible obsesión asesina.

El Amazonas, 3.200.000 km2. de selva tropical sudamericana, la selva más grande de la Tierra. Los primeros europeos que afrontaron los peligros del Amazonas pensaron que estaban entrando a un fabuloso reino de civilizaciones perdidas y extraordinarias riquezas. Ellos creían que en esas desconocidas profundidades encontrarían extrañas criaturas de la mitología.

Amazonas. Crédito: Vinicius Löw.

A medida que los exploradores se adentraban en el Amazonas, la mayoría de esos supuestos habitantes de fábulas probaron ser producto de la imaginación. Por las junglas de Ecuador algunos de esos habitantes probaron ser espantosamente reales. Ellos se hacían llamar simplemente "humanidad", en su lenguaje: "el Shuar". Sus vidas eran un interminable ciclo de violencia, una eterna lucha de sangre de vecinos contra vecinos, un mundo dominado por las inapelables leyes de la venganza. En este violento cosmos, los despiadados enemigos se mataban unos a otros a lo largo de los oscuros caminos de la selva y la supervivencia dependía de quien obtenía primero la cabeza del enemigo.

Para los shuar el coleccionar cabezas humanas era una verdadera obsesión. No se les consideraba hombres a menos que obtuviesen una cabeza como trofeo a los 10 u 11 años de edad. Creían que su propia fuerza masculina y virilidad tenía que ver con el hecho de salir y matar a alguien. Pensaban que el poder adquirido venía de la cabeza de aquel a quien asesinaban.

Tal vez, es por esto que durante cientos de años pocos extranjeros se atrevieron a aventurarse en los dominios de los shuar, aquellos que lo hicieron pocas veces regresaron con vida. Aislados del mundo por su temible reputación, los shuar, se mantuvieron como un enigma estremecedor.

Invasión

Por cuánto tiempo han habitado los shuar, los más conocidos cazadores de cabezas del Amazonas, sus imponentes pero peligrosos territorios. Los estudiosos sólo pueden especular que tal vez, hace 10 mil años, errantes nómadas penetraron por primera vez las espesuras de la selva ecuatoriana. A lo largo de los siglos, los shuar aprendieron los secretos de supervivencia del Amazonas y adoraron las fuerzas todopoderosas que regían sus vidas. Para sobrevivir en su mundo los shuar también debieron dominar el arte mortal de la guerra.

No sabemos por qué la guerra se convirtió en algo tan importante para los shuar, algunos sostienen que las frecuentes matanzas mantenían un frágil equilibrio entre la gente y su medio. De hecho, el guerrero shuar a entonado una canción que a perdurado hasta el presente y que dice así: "Nací para sacrificarme y para morir peleando por la tierra". Eso se debe a que ellos dicen que la población puede realmente crecer sin ningún control; en su medio ambiente cuando esto sucede es terrible. Entonces, para que la gente no pase hambre por la escasez de alimento, prefieren guerrear, pues pelear o morir en la batalla es un gran honor.

¿Acaso pelearon los shuar con sus enemigos para capturar sus mujeres u obtener más tierras? Lo cierto es que el peligro acechaba constantemente tras la belleza amazónica mientras los guerreros se enfrentaban a sus enemigos, sedientos de saldar viejas cuentas con sangre. El enemigo podría ser otro shuar o un miembro de otra tribu, como los achuar que eran sus enemigos tradicionales; pero, a veces, era un sistema más complicado de guerra entre clanes que había durado generaciones. Era algo como lo que Shakespeare escribió en Romeo y Julieta, una familia shuar entablaría una lucha con otra y se estarían asesinando entre sí por muchas generaciones.

Shuar. Crédito: COICA.

En esos viejos tiempos de violencia y temor, cada extranjero era sometido a un riguroso interrogatorio por parte de su anfitrión. Solamente cuando el visitante había logrado demostrar que no era miembro de ningún clan enemigo, bajarían la guardia los shuar y se ofrecería hospitalidad al extranjero. Esto se debe a que, en el mundo de los shuar, el miedo era un factor de la vida diaria. Con cada atardecer aparecía la amenaza del enemigo en busca de cabezas. La amenaza de muerte acechaba en las sombras de la noche. En un mundo como este, sólo los más fuertes vivirían. Durante miles de años, los shuar estuvieron entre los más fuertes.

Cuando el poderoso imperio Inca invadió sus territorios en el siglo XV, los shuar demostraron que tan feroces eran en su lucha por sobrevivir. Aplastaron a las armadas incas enviadas para destruirlos. En el siglo XVI, Ecuador fue conquistado por los aventureros españoles en busca de riquezas. Los españoles obligaron a los shuar a pagarles un tributo en oro. Éstos entregaron el oro, pero mientras los españoles se deleitaban con su nuevo tesoro los guerreros de la selva los masacraron. Los conquistadores, enfurecidos, enviaron armadas para aniquilar a los hombres salvajes que se habían atrevido a retar el poderío imperial de España; pero los shuar buscaron a los soldados españoles que invadieron sus tierras y los exterminaron.

España nunca conquistó los dominios de los cazadores de cabezas. Los shuar fueron los únicos nativos de Norte y Sudamérica en enfrentarse al poder colonial y vencer.

Para mantener su independencia los shuar debían de ser poderosos guerreros pero, ¿qué los llevó a cortar las cabezas de aquellos a quienes mataban? La respuesta quizás pueda encontrarse en un mundo más allá de los sentidos.

La visión

En la profundidad del Amazonas, en un remoto pasado, los shuar se convirtieron en feroces guerreros en su lucha por sobrevivir ¿Acaso esa lucha los convirtió en cazadores de cabezas? La respuesta puede estar en el invisible y terrible mundo de lo sobrenatural.

Los shuar creían que el mundo a su alrededor no era más que un pálido reflejo de una realidad más profunda, un mundo espiritual más allá de lo que podían percibir los sentidos. Para buscar esa realidad, los shuar se convirtieron en expertos en la utilización de las plantas alucinógenas, que crecían en la selva que los rodeaba. Tan arraigada estaba su creencia en un mundo espiritual superior que los shuar incluso le daban alucinógenos a sus niños para mostrarles esta realidad.

Cuando un joven llegaba a la pubertad sus representantes lo consideraban preparado para una escalofriante y agotadora prueba. A ningún shuar le era permitido hacer el amor a una mujer hasta no haber pasado este desgarrador rito.

Bajo la tutela de los mayores, los jóvenes comenzaban su búsqueda dirigiéndose a una cascada sagrada. "Me dirijo a donde existe una gran cascada. Emerge de donde la montaña se convierte en piedra. Esta cascada ha de darme fuerza. Espero, luego de este viaje, obtener una muy larga vida" (visión de un ancestro shuar). Los hombres que eran poderosos cuando vivían en la tierra son transformados en animales poderosos cuando mueren. Viven en la selva como espíritus, viven en la cascada. Esa es la razón por la que los shuar iban a la cascada, para poder ver a estos grandes hombres, para obtener su fuerza y energía, y para hacer contacto con su arutam.

Un arutam es un espíritu de la naturaleza, es el espíritu de la vida. Hay un momento en el que se escuchará una voz, podría salir de un jaguar, de una anaconda, de la misma cascada o de un enorme halo de luz y se recibirán mensajes sobre lo que se deberá hacer. "Yo soy tu antepasado. De la misma manera en que yo he vivido mucho tiempo, tu vivirás mucho tiempo. De la misma manera en que yo he matado muchas veces, tu matarás" (visión de un ancestro shuar).

Arutam.

Los shuar creían que cualquiera que tuviera un alma arutam no podía ser asesinado. Sin embargo, el poder del arutam comenzaría a desvanecerse en pocas semanas. Para conservar su arutam el hombre shuar debía cortar la cabeza de un enemigo. La cacería de cabezas era un ataque sencillo y despiadado. Los shuar atacaban sin avisar, generalmente de madrugada. Sus objetivos eran clanes enemigos u hombres sagrados sospechosos de brujería. Los mayores y más experimentados jefes iniciaban a los jóvenes en las tácticas de la cacería de cabezas. Frecuentemente obligaban a sus víctimas a salir al descubierto prendiendo fuego a sus viviendas. Cuando los adormilados y asustados habitantes huían de las llamas los cazadores de cabezas los mataban; hombres, mujeres y niños, jóvenes y viejos.

Cuando la matanza terminaba, los shuar no perdían tiempo en celebraciones. Se apresuraban a regresar a sus casas cargando consigo las cabezas del enemigo. Creían que las muertes habían desatado una nueva y más temible fuerza: las almas en pena de sus víctimas sedientas de venganza. Para protegerse de estos espíritus vengadores, los asesinos debían realizar uno de los más misteriosos rituales de la humanidad...

Cabezas reducidas

Por cientos de años ningún extranjero se atrevió a penetrar los dominios de los shuar. Se rumoraba que asesinaban a cualquier forastero que encontraban en sus tierras. No sería sino hasta el siglo XIX que los misterios de los cazadores de cabezas se revelarían al mundo. Aventureros europeos que se adentraron en el Amazonas conocieron tribus que comerciaban con los shuar. Pronto, un extraño y macabro obsequio comenzó a aparecer en los salones de moda de la elite europea.

Cuando llegaron por primera vez a las capitales europeas, traídas por viajeros provenientes del Amazonas, las cabezas reducidas causaron gran sensación. Hay que tener en cuenta que era la época del circo de P. T. Barnum, una época en la que gigantes, enanos, mujeres gordas o con barbas; en fin, todo lo que fuera exótico y diferente, era presentado ante el público. Todo se ocultaba en el sentido que eran tribus perdidas o personas desconocidas, así que las cabezas reducidas encajaban muy bien dentro de esa clase de curiosidades públicas, extrañas y grotescas. Habían relatos de cazadores blancos que iban a una selva y volvían como cabezas reducidas. Existía un gran interés por las cabezas de cabellos rubios o con barba.

En la época victoriana, los coleccionistas ricos que querían entretenerse después de cenar sacaban de sus pulidos armarios sus cabezas-trofeos, compradas a algún coleccionista que fue a la selva. Como resultado de esto, comenzó una gran demanda por cabezas reducidas y los shuar empezaron a exportarlas, además de coleccionarlas para fines rituales.

Para satisfacer la creciente demanda, los comerciantes comenzaron a comprar y robar los cuerpos no reclamados de las diferentes morgues, luego reducían las cabezas para venderlas a confiados coleccionistas. Los victorianos estaban seguros de su superioridad sobre los salvajes reductores de cabezas. Mientras tanto, promovían el comercio de cabezas reducidas.

Los científicos de la época se preguntaban acerca de las técnicas de reducción de cabezas. La primera presentación de una cabeza reducida a una sociedad científica fue en 1862, esto fue en la Sociedad Antropológica de París. Lo milagroso y emocionante de esto para la sociedad era el hecho de cómo un conjunto de personas primitivas de la selva podía reducir el tamaño de una cabeza humana con tal perfección. Mucha de esa emoción se debía al hecho de que la cabeza era reducida de un modo muy simétrico, astuto y nunca antes visto.

Cien años más tarde, el Occidente había aprendido mucho más acerca de la reducción de cabezas. A medida que los occidentales establecieron pacíficos contactos con los shuar, cineastas se apresuraron hacia el Amazonas para explotar la fascinación del público por las cabezas reducidas. Por ser tan sensacionalistas, estos documentales dieron a las audiencias del mundo su primera visión de los misteriosos cazadores de cabezas del Ecuador.

Los cineastas estaban emocionados y los antropólogos pasaban el rato cuestionando a los shuar. Así, pudieron encontrar respuestas a antiguos enigmas.

Un concepto errado muy común con respecto a las cabezas era que se reducían con el cráneo y todo. Es un hecho que un cráneo humano no puede reducirse, es hueso sólido así que ello no sería posible. La solución para esto era bastante simple: la cabeza era separada del cuerpo y se efectuaba un corte que se hacía, usualmente, desde la parte trasera del cráneo hasta la coronilla, entonces la piel era despegada. En ese punto el cráneo ya no tenía ninguna utilidad así que era sencillamente desechado.

Luego, comenzaba el proceso de sumergir la cabeza en agua próxima a hervir. El secreto era en dejar que el agua no hirviese totalmente, pues el cabello se dañaría y caería. Después de retirar la cabeza del agua próxima a hervir, se volteaba, y varias piedras calientes eran colocadas dentro de ella. Entonces estas eran removidas cuando se enfriaban para luego sustituirlas por otras nuevas y finalmente por arena caliente. Este proceso continúa reduciendo la cabeza y la seca.

Uno de los pasos de la reducción de cabezas es meter a esta en agua caliente (recuadro). Foto: tzantza o cabeza reducida en el Museo Pitt Rivers, Oxford.

Finalmente, la cabeza es suspendida sobre una hoguera humeante en la que se seca y reduce más su tamaño. Tan pronto la cabeza ha sido colgada y secada es de aproximadamente la mitad del tamaño de una cabeza humana normal.

No fue sino hasta mediados de la década del 50 que la ciencia resolvió el misterio de cómo los shuar reducían las cabezas. Sin embargo, existían otras incógnitas en este rompecabezas. De todas las tribus de cazadores de cabezas conocidas por la ciencia sólo los shuar encogían las cabezas que coleccionaban como trofeos. La explicación yacía en el mundo invisible de los espíritus de los shuar y en el indescifrable código de venganza del Amazonas.

Por siglos la pasión de los shuar por la reducción de cabezas se mantuvo como un misterio. Nadie se atrevió a entrar en sus territorios para conseguir una explicación. Pero en el siglo XX, los visitantes comenzaron a entrar a los dominios de los shuar. Los antropólogos pronto descubrieron por qué los cazadores de cabezas no perdían tiempo para reducir la cabeza del enemigo. Luego de reducir la piel a dimensiones minúsculas, los shuar cosían las pestañas fuertemente y pegaban la apertura bucal usando espinas, como si sellaran herméticamente la cabeza minúscula. Probablemente hacían esto para detener la posible fuente de poder sobrenatural que creían habitaba en la cabeza reducida, así prevenían que se escapara o escabullera; pues era una fuerza peligrosa que, de no ser vigilada, arremetía contra la comunidad o volvía para vengarse de su asesino.

Los shuar creían que en el momento en que un guerrero tomaba la vida de uno de sus enemigos, el alma de este añoraba venganza. Sólo había una manera de prevenir que un alma en pena realizara su terrible venganza, encogiendo la cabeza de la víctima el alma quedaba atrapada dentro de esta antes de que pudiera destruir al asesino o a su familia.

En los años 70, gracias a unas leyes promulgadas por el gobierno, la cacería de cabezas llegó a su fin. Una forma de vida de miles de años de antigüedad había desaparecido. La cacería de cabezas fue víctima de la modernización. Muchos temen que los mismos shuar sean las próximas víctimas.

En años recientes las principales selvas del Amazonas se encuentran bajo el feroz ataque de un nuevo y mortal enemigo: la codicia del mundo industrializado. Cada año, 42 millones de acres de selva desaparecen para siempre.

Como sus antiguos predecesores, los shuar de hoy en día están luchando por sobrevivir, pero con una estrategia totalmente diferente. El plan de batalla de la nueva generación shuar es pedir a los visitantes que los ayuden en sus luchas por salvar sus tierras y su antigua cultura antes de que ambas sean destruidas.

¿Podría ser que esta gente antigua nos recuerde algo que debido a nuestro gran poder hemos olvidado? Muchos conocedores piensan que sí. Los shuar nos dicen que no debemos ver al mundo como algo para usar y del cual abusar. Debemos verlo como parte de nosotros, el medio ambiente no esta afuera de nosotros, es lo que somos.

Aunque cada vez ganen más aliados, los shuar tienen un futuro incierto. Ellos saben que pronto habrá más bocas hambrientas que alimentos para compartir. Durante miles de años estos feroces guerreros del Amazonas jamás se han tenido que someter a las reglas de los demás. Hoy están a la búsqueda de nuevas y pacíficas formas de mantener el frágil balance entre su vida y su entorno. ¿Tendrán éxito o estarán tentados a retomar la antigua y sangrienta costumbre de la cacería de cabezas?...

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