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Un gigantesco montículo con forma de escorpión, construido hace siglos en México, ha revelado un secreto asombroso: su diseño podría haber servido como un observatorio solar alineado con los solsticios de verano e invierno. Este hallazgo es notable no solo por la inusual figura, sino porque sugiere que el conocimiento astronómico y el control de los eventos celestes, una función que hasta ahora se creía reservada a la élite, pudo haber estado al alcance de la gente común.
Un mapa que muestra el montículo efigie del escorpión y las trayectorias que probablemente tomó el sol en los solsticios de verano e invierno. Crédito: Samuel Wilson, James Neely, Mark Willis, Chester Walker y Blas Castellón-Huerta; CC BY 4.0.
El montículo, de unos 62.5 metros de largo, fue documentado en 2014 por arqueólogos que realizaban un estudio de sistemas de irrigación prehistóricos en el valle de Tehuacán, ubicado a unos 260 kilómetros al sureste de la Ciudad de México. A partir de los artefactos y ofrendas encontrados, el equipo dató la estructura entre los períodos Clásico Tardío y Posclásico Temprano (aproximadamente entre el 600 y el 1100 d.C.).
La efigie del escorpión se ha mantenido notablemente intacta a lo largo de los siglos. Está esculpida con una mezcla de tierra y rocas apiladas de hasta 80 centímetros de altura, que delinean claramente la cabeza, el cuerpo, las pinzas y la cola del arácnido. De hecho, el equipo encontró artefactos enterrados justo donde se ubicaría el «aguijón».
Este tipo de montículo efigie —tierra apilada intencionalmente para formar una figura— es extremadamente raro en Mesoamérica, lo que convierte a este escorpión en un descubrimiento único, según señalaron los investigadores en el estudio publicado en la revista Ancient Mesoamerica.
El escorpión, conocido en la época prehispánica como Tlāhuizcalpantēcuhtli (deidad que representaba al planeta Venus, la estrella de la mañana), era una figura poderosa en la cosmovisión mesoamericana.
Durante el estudio, el equipo notó que la estructura estaba orientada de este a noreste, una pista crucial sobre su posible función astronómica. Los cálculos revelaron una asombrosa precisión en la alineación con los dos eventos solares más importantes del año.
Los investigadores estiman que en la mañana del solsticio de verano, si una persona se situaba en el «aguijón» del escorpión, el sol se elevaba justo por encima de la punta de la pinza norte (izquierda). Este evento era fundamental, ya que marcaba el inicio de la temporada de lluvias y siembra. Explican que, para los días previos al solsticio, el sol saldría entre las dos pinzas, y así señalaría la aproximación de la temporada de lluvias para que los agricultores locales pudieran preparar sus campos para la siembra.
Boceto a escala del montículo efigie del escorpión en el valle de Tehuacán, México. Crédito Blas Castellón.
De manera similar, el atardecer del solsticio de invierno también se conectaba con el montículo efigie del escorpión. Si una persona se paraba en la punta de la pinza izquierda, podía ver la puesta de sol más allá del aguijón, según encontró el equipo.
Basándose en estas estimaciones, el montículo permitía a sus usuarios identificar las fechas de ambos solsticios, que son alineaciones comunes en la arquitectura mesoamericana.
El descubrimiento tiene implicaciones significativas sobre la estructura social de la época.
«Es la primera indicación de que el conocimiento y control de los fenómenos astronómicos basados en observaciones solares no estaban totalmente en manos de la clase gobernante o sacerdotal», afirmó el autor principal del estudio, James Neely, profesor emérito de arqueología en la Universidad de Texas en Austin.
El montículo escorpión, parte de un complejo cívico y ceremonial de 9 hectáreas que pudo haber sido utilizado para la observación astronómica, habría sido una herramienta vital para los trabajadores agrícolas, ayudándolos a conocer con precisión el momento exacto para realizar rituales y gestionar sus ciclos de siembra y cosecha.
Entre los objetos desenterrados en el sitio se encuentran cuencos, frascos, fragmentos de platos, molcajetes (cuencos trípodes para moler alimentos), un incensario y el fragmento de una figurilla hueca, lo que confirma su uso en ceremonias y rituales agrícolas.
La existencia de este observatorio astronómico dentro de un sistema preexistente de canales de irrigación, asimismo, subraya la complejidad de la civilización que lo construyó y apunta a que los campesinos prehistóricos «vivieron una forma de vida de mayor independencia y autodeterminación del control de la élite/estatal, al igual que sus contrapartes modernas», concluyó Neely.
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