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Un nuevo estudio científico ha revelado que un evento climático extremo ocurrido en el siglo VI podría haber intensificado la descomposición del mundo romano, ya debilitado tras la caída del Imperio de Occidente en el año 476 d.C.
Investigadores de la Universidad de Southampton, junto a colegas de la Universidad Queen’s de Canadá y la Academia China de Ciencias, descubrieron en la costa oeste de Islandia rocas que proporcionan evidencia directa de una breve pero intensa glaciación, conocida como la Pequeña Edad de Hielo Tardía.
Las rocas, halladas en una terraza elevada de playa, fueron transportadas por icebergs desde Groenlandia durante un periodo de enfriamiento global que comenzó alrededor del año 540 d.C. y duró entre 200 y 300 años. Según los científicos, este episodio climático extremo coincide con uno de los momentos más turbulentos de la historia europea: la fragmentación definitiva del Imperio romano y las migraciones masivas que redefinieron el continente.
«Este cambio climático pudo haber sido la gota que colmó el vaso para un imperio que ya enfrentaba múltiples crisis», explicó el profesor Tom Gernon, coautor del estudio publicado en la revista Geology y experto en ciencias de la Tierra en la Universidad de Southampton.
La costa de Groenlandia, de donde provienen las rocas analizadas en el estudio. Crédito: Prof. Ross Mitchell, Instituto de Geología y Geofísica, Academia China de Ciencias.
Aunque el Imperio romano de Occidente había caído formalmente en 476 d.C., el impacto de esta glaciación súbita habría afectado duramente a sus reinos sucesores y al aún vigente Imperio romano de Oriente (Bizancio), agudizando las crisis agrícolas, las epidemias y los desplazamientos de pueblos.
El enfriamiento habría sido causado por tres enormes erupciones volcánicas que lanzaron cenizas a la atmósfera, bloqueando la luz solar y reduciendo drásticamente las temperaturas globales. Este fenómeno, conocido como el evento Bond 1, provocó el desprendimiento masivo de icebergs, cuyas rutas y efectos ahora se evidencian en la geología islandesa.
Los investigadores analizaron las rocas utilizando diminutos cristales de circón, considerados «cápsulas del tiempo» por su capacidad de conservar información sobre su origen y antigüedad. Los datos indicaron que estos fragmentos provenían de diversas regiones de Groenlandia con una historia geológica que abarca hasta tres mil millones de años.
Pequeños cristales de circón extraídos de antiguas rocas de Groenlandia. Las líneas (llamadas zonaciones) registran el crecimiento del cristal en magmas a lo largo del tiempo, de manera similar a los anillos de los árboles. Crédito: Dr. Christopher Spencer, Universidad Queen’s, Canadá.
«Es la primera prueba directa de que grandes cantos rodados procedentes de Groenlandia llegaron hasta Islandia arrastrados por icebergs», señaló el Dr. Christopher Spencer, autor principal del estudio. La diversidad de los fragmentos confirma su origen glaciar, resultado del avance de los glaciares que erosionan el terreno y arrastran consigo una mezcla caótica de rocas.
Este hallazgo fortalece la hipótesis de que los eventos climáticos extremos del siglo VI jugaron un papel determinante en la desestabilización del Imperio romano, al provocar hambrunas, migraciones y conflictos sociales.
«Es un claro recordatorio de lo profundamente interconectado que está el sistema climático», concluyó el Dr. Spencer. «El crecimiento de los glaciares, el desprendimiento de icebergs y los cambios en las corrientes oceánicas son parte de un efecto dominó con implicaciones históricas y geológicas de gran alcance».
Fuente: Southampton. Edición: MP.
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