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Desde su lanzamiento, el telescopio espacial James Webb ha revolucionado nuestra comprensión del cosmos, pero su más reciente descubrimiento podría alterar fundamentalmente nuestra visión del origen del universo. Según nuevas observaciones, la disposición del movimiento de las galaxias podría ser evidencia de que nuestro universo está sellado dentro de un agujero negro.
El Webb, que comenzó a operar en el verano de 2022, ha identificado que la mayoría de las galaxias del universo primitivo parecen rotar en la misma dirección. Aproximadamente dos tercios giran en el sentido de las agujas del reloj, mientras que el resto lo hace en la dirección opuesta. En un universo aleatorio, los astrónomos esperarían encontrar una distribución equitativa del 50 % en cada dirección. Sin embargo, esta asimetría sugiere una posible preferencia direccional en la rotación galáctica.
Este sorprendente patrón se detectó mediante el JWST Advanced Deep Extragalactic Survey (JADES), que analizó un conjunto de 263 galaxias. Para los científicos, la implicación de este fenómeno podría estar relacionada con la hipótesis de que nuestro universo nació dentro de un agujero negro giratorio.
Galaxias espirales fotografiadas por el Webb que giran en la misma dirección con respecto a la Vía Láctea (rojo) y en la dirección opuesta con respecto a la Vía Láctea (azul). El número de galaxias que giran en la dirección opuesta con respecto a la Vía Láctea, según se observa desde la Tierra, es mucho mayor. Crédito: JWST/L. Shamir, MNRAS, 2025.
La teoría de la «cosmología de agujeros negros», también conocida como «cosmología de Schwarzschild», sugiere que nuestro universo observable podría ser en realidad el interior de un agujero negro dentro de un universo padre más grande. Esta idea fue introducida por el físico teórico Raj Kumar Pathria y el matemático I.J. Good, y ha sido defendida recientemente por el físico polaco Nikodem Poplawski, de la Universidad de New Haven.
Según Poplawski, cuando el núcleo de una estrella masiva colapsa para formar un agujero negro, la materia no necesariamente se comprime hasta una singularidad. En su lugar, debido a la torsión del espacio-tiempo y la rotación del agujero negro, la materia podría experimentar un «rebote» y expandirse, dando origen a un nuevo universo. Esta expansión podría ser lo que conocemos como el Big Bang.
Ejemplo de galaxias fotografiadas por el Webb y los picos de las transformaciones del gráfico de intensidad radial de cada imagen. Las líneas formadas por los picos permiten identificar la dirección de la curvatura de los brazos y, en consecuencia, la dirección de giro de la galaxia. Crédito: L. Shamir/MNRAS, 2025.
«Si nuestro universo nació dentro de un agujero negro en rotación, esto podría haber influido en la dirección del movimiento de las galaxias, creando la asimetría observada», explicó Poplawski.
El descubrimiento del Webb podría tener repercusiones profundas en la cosmología. Si se confirma que el universo tiene un eje de rotación preferido, esto podría respaldar la teoría de que los agujeros negros generan nuevos universos a través de conexiones tipo puente de Einstein-Rosen, también conocidos como «agujeros de gusano».
No obstante, hay otra posible explicación: la rotación de la Vía Láctea podría estar influyendo en las observaciones del Webb, sesgando la percepción de la distribución de las galaxias en el universo profundo. Si este es el caso, los astrónomos deberán recalibrar sus mediciones de distancia cósmica, lo que podría resolver otros misterios pendientes, como la discrepancia en la tasa de expansión del universo y la aparente existencia de galaxias «demasiado antiguas».
Este estudio fue publicado recientemente en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society y promete abrir un nuevo capítulo en la comprensión del cosmos. Si el universo realmente nació dentro de un agujero negro, estaríamos frente a una revolución en nuestra percepción de la realidad.
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