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Desde predecir la existencia de los agujeros negros hasta ser insultado por Albert Einstein, J. Robert Oppenheimer llevó una vida intrigante. Aquí hay ocho datos que no sabías sobre este personaje cuya historia recientemente fue plasmada en una película de Christopher Nolan.
Oppenheimer era un diletante incansable y le encantaba perseguir su curiosidad intelectual en cualquier dirección que lo llevara.
Después de haber sido presentado a la astrofísica por su amigo Richard Tolman, Oppenheimer comenzó a publicar artículos sobre objetos cósmicos teorizados, aún por descubrir. Estos documentos incluían cálculos de las propiedades de las enanas blancas y el límite de masa teórico de las estrellas de neutrones.
Representación de un agujero negro en la película Interstellar (2014) dirigida por Christopher Nolan.
Quizás su predicción astrofísica más sorprendente se produjo en 1939, cuando Oppenheimer coescribió —junto con su entonces alumno Hartland Snyder— Sobre la contracción gravitacional continua. En el documento usó las ecuaciones de la teoría de la gravedad de Albert Einstein, la relatividad general, para proponer el primer modelo que describió cómo una estrella moribunda podría colapsar, con «su atracción gravitacional excediendo su producción de energía».
El artículo recibió poca atención en ese momento, pero luego fue redescubierto por físicos que se dieron cuenta de que Oppenheimer había previsto la existencia de los agujeros negros y su nacimiento.
El asombroso intelecto y el vasto conocimiento de Oppenheimer no siempre superaron su inmadurez emocional e ingenuidad política.
Uno de esos casos fue un desacuerdo que tuvo con Albert Einstein durante el apogeo del macartismo. Al encontrarse con el célebre físico judeoalemán en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, le habló sobre los crecientes esfuerzos para revocar su autorización de seguridad debido a su oposición a la bomba de hidrógeno y sus pasados lazos con científicos de supuesta afiliación comunista.
Einstein aconsejó a su colega que no necesitaba someterse a una investigación y juicio extenuantes por parte de la Comisión de Energía Atómica; simplemente tenía que renunciar a ella.
Pero Oppenheimer respondió que haría más bien desde dentro del establishment de Washington que desde fuera, y que había decidido quedarse y luchar. Era una batalla que Oppenheimer perdería y la derrota lo marcaría para el resto de su vida.
Einstein caminó hacia su oficina y, asintiendo a Oppenheimer, le dijo a su secretaria: «Ahí va un narr (es decir, ‘tonto’ en yiddish)».
Oppenheimer enfrentó tiempos difíciles mientras estudiaba para su doctorado en física en el Laboratorio Cavendish en Cambridge, Inglaterra. Sus intensos problemas emocionales y sentimientos de creciente aislamiento lo llevaron a un período de profunda depresión.
Su asesor en Cambridge fue Patrick Maynard Stuart Blackett, un destacado físico experimental de gran inteligencia y talento, a quien Oppenheimer envidiaba. A pesar de que su estudiante era reconocido por su tendencia hacia lo teórico y la aparente falta de habilidad práctica, Blackett lo motivó a involucrarse activamente en el trabajo de laboratorio.
Universidad de Cambridge. Crédito: alexxis.
Los constantes fracasos en el laboratorio y la dificultad de ganarse la aprobación de su asesor generaban en Oppenheimer una intensa ansiedad. Consumido por los celos, pudo haber llegado a extremos. Un antiguo amigo, Francis Fergusson, afirmó que Oppenheimer una vez admitió haber mezclado químicos nocivos con una manzana y luego colocarla tentadoramente en el escritorio de Blackett.
Sin embargo, es importante señalar que no existe evidencia que respalde este incidente más allá de las afirmaciones de Fergusson, y el nieto de Oppenheimer, Charles Oppenheimer, negó que esto haya ocurrido en alguna ocasión. Además, en caso de haber sucedido, Blackett ciertamente no habría consumido la manzana.
Se dice que Oppenheimer enfrentó la expulsión de la escuela y posibles cargos criminales, antes de que su padre interviniera y negociara que su hijo fuera puesto en prueba académica.
Oppenheimer era muy persuasivo en ambientes relajados, pero tenía una terrible tendencia a derrumbarse bajo presión.
Solo dos meses después del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, se reunió con el presidente Harry S. Truman en la Oficina Oval para hablar sobre sus preocupaciones sobre una posible guerra nuclear futura con la URSS. Truman restó importancia a las preocupaciones de Oppenheimer y le aseguró al físico que los soviéticos nunca podrían desarrollar una bomba atómica.
Enloquecido por la ignorancia del presidente, Oppenheimer se retorció las manos y dijo en voz baja: «Señor presidente, siento que tengo sangre en las manos».
Truman se enfureció por este comentario y terminó rápidamente la reunión.
«Sangre en sus manos, maldita sea, no tiene ni la mitad de sangre en sus manos que yo», respondió Truman. «Simplemente no vas por ahí quejándote por eso».
El presidente le dijo más tarde a su secretario de Estado, Dean Acheson: «No quiero volver a ver a ese hijo-de-p*ta en esta oficina nunca más».
Truman volvió regularmente al tema de la reunión de Oppenheimer con Acheson, escribiendo en 1946 que el padre de la bomba atómica era un «científico llorón» que vino a «mi oficina hace unos cinco o seis meses y pasó la mayor parte de su tiempo retorciéndose las manos y diciéndome que tenían sangre en ellas debido al descubrimiento de la energía atómica».
Oppenheimer era un físico verbal por temperamento. No se basó únicamente en las matemáticas para entender el mundo; también buscó formas útiles de describirlo con palabras. Su felicidad retórica y su erudición sobre temas muy alejados de la física lo convirtieron en un orador cautivador.
Tenía tanto talento para elaborar oraciones hermosas —a menudo sobre la marcha— que cautivaba a los estudiantes a los que daba conferencias. Algunos de estos jóvenes se obsesionaron tanto con Oppenheimer que comenzaron a vestirse y actuar como él —se pusieron su traje gris y sus zapatos negros desgarbados, fumaban sus cigarrillos Chesterfield favoritos e imitaban sus gestos peculiares—.
Estos estudiantes/fans fueron apodados los «chicos nim nim» porque imitaban cuidadosamente el excéntrico tarareo «nim nim» de Oppenheimer.
Oppenheimer amaba los desafíos intelectuales y disfrutaba cualquier oportunidad de demostrar su prodigiosa habilidad para absorber información. Hablaba seis idiomas: griego, latín, francés, alemán, neerlandés (que aprendió en seis semanas para dar una conferencia en los Países Bajos) y el antiguo idioma indio del sánscrito.
También leyó muchos libros fuera de su campo. Les dijo a sus amigos que había leído los tres volúmenes de Das Kapital de Karl Marx de cabo a rabo en un viaje de tren de tres días a Nueva York; que de forma similar había devorado A La Recherche du Temps Perdu (‘En busca del tiempo perdido’ de Marcel Proust para curar su depresión mientras estaba de vacaciones en Córcega); y que había aprendido sánscrito para poder leer la escritura hindú Bhagavad Gita.
La lectura detallada de Oppenheimer del Gita le dio su cita más famosa. En una entrevista de NBC de 1965, recordó sus pensamientos al ver la nube de hongo de la primera prueba exitosa de la bomba atómica:
«Sabíamos que el mundo no sería el mismo. Algunas personas se rieron, algunas lloraron, la mayoría permaneció en silencio. Recordé la línea de las escrituras hindúes, el Bhagavad Gita. Vishnu está tratando de persuadir al Príncipe de que debe cumplir con su deber y, para impresionarlo, adopta su forma de múltiples brazos y dice: “Ahora, me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”. Supongo que todos pensamos eso de una forma u otra».
Pueden leer más sobre esta célebre frase en nuestro artículo «Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos». La historia de la infame cita de Oppenheimer.
Desde los 7 años, Oppenheimer quedó fascinado con los cristales debido a sus estructuras e interacciones con la luz polarizada. Se convirtió en un fanático coleccionista de minerales y utilizó la máquina de escribir de su familia para iniciar largas y detalladas correspondencias con los geólogos locales.
Sin saber que le estaban escribiendo a un niño de 12 años, un geólogo invitó a Oppenheimer a dar una conferencia en el Club de Mineralogía de Nueva York. Oppenheimer quería que su padre le explicara al club que su hijo solo tenía 12 años, pero a su padre le hizo gracia el incidente y lo instó a que fuera.
La sala de geólogos sorprendidos se echó a reír ante la revelación de que el niño era su corresponsal misterioso, pero pronto le proporcionaron una caja de madera para que pudiera llegar al atril. Oppenheimer pronunció su discurso y fue recibido con aplausos.
En 1936, Oppenheimer conoció por primera vez a Jean Tatlock y comenzó un apasionado romance que continuó a lo largo de su matrimonio con Katherine Puening y finalizó con la muerte de Tatlock en 1944.
Tatlock era una activa miembro del Partido Comunista y logró persuadir al científico para que aliviara sus preocupaciones sobre la pobreza que estaba presenciando durante la Gran Depresión mediante donaciones al partido.
La reputación de Oppenheimer como simpatizante del comunismo pronto atrajo la atención del FBI, cuyos agentes comenzaron a seguirlo e intervenir sus teléfonos.
Jean Frances Tatlock (1914-1944) fue una psiquiatra y médica estadounidense. Fue miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos y reportera y escritora de la publicación Western Worker del partido.
En 1944, Tatlock fue encontrada muerta en su apartamento por una aparente sobredosis de drogas. Había sufrido durante gran parte de su vida episodios intensos de depresión y dejó una nota sin firmar, por lo que su muerte fue declarada suicidio. No obstante, abundaban las teorías de conspiración —algunas alegadas por su hermano— sobre la supuesta participación de las agencias de inteligencia en su muerte.
Tatlock le presentó a Oppenheimer los escritos del poeta metafísico inglés John Donne, cuyo trabajo amaba. Justamente, se basó en la línea de un poema de Donne que dice «Golpea mi corazón, Dios de tres personas» cuando asignó el nombre clave Trinity a la primera prueba de una bomba atómica.
El monitoreo del FBI de Oppenheimer y Tatlock volvió a ser una piedra en el zapato durante su juicio en la audiencia de seguridad de la Comisión de Energía Atómica de 1954, donde se expuso su affaire y se usó para alegar que todavía tenía simpatías comunistas hasta bien entrada la Segunda Guerra Mundial. El juicio, que resultó en la revocación de la autorización de seguridad de Oppenheimer, lo alejó de la vida pública, convirtiéndolo en una de las víctimas más destacadas del macartismo.
NOTA: Los hechos anteriores fueron extraídos de la biografía American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer (Knopf, 2005), de Kai Bird y Martin J. Sherwin. Han sido resumidos para su publicación por Ben Turner para Live Science.
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