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Solo hay una nebulosa del Anillo para gobernarlos a todos. Ahora Webb ha puesto su mirada en este popular objetivo astronómico, revelando la complejidad de su estructura con un detalle sin precedentes, y la posibilidad de que la estrella moribunda en su centro tenga una compañera.
La nebulosa del Anillo (también conocida como Messier 57) se considera uno de los mejores ejemplos de una nebulosa planetaria que tenemos hasta ahora. Sin embargo, se podría argumentar que «nebulosa planetaria» es un término un poco engañoso para este espectáculo de un año luz de ancho. Y es que, de hecho, no tiene nada que ver con los planetas. Las nebulosas planetarias son básicamente regiones de gas y polvo cósmico formadas a partir de las capas exteriores de estrellas moribundas, en este caso bastante esféricas y similares al sol.
«Alguna vez se pensó que las nebulosas planetarias eran objetos simples y redondos con una sola estrella moribunda en el centro. Fueron nombradas por su apariencia difusa, similar a la de un planeta, a través de pequeños telescopios», explicó el astrónomo Roger Wesson de la Universidad de Cardiff, quien forma parte del equipo ESSENcE (Evolved StarS and their Nebulae in the JWST Era), un grupo internacional de expertos en nebulosas planetarias y objetos relacionados.
ESSENce aprovechó las observaciones de Webb en el campo de visión de los instrumentos NIRCam (Cámara de infrarrojo cercano) y MIRI (Instrumento de infrarrojo medio), para estudiar la nebulosa del Anillo, revelando detalles sin precedentes.
«Cuando vimos las imágenes por primera vez, nos sorprendió la cantidad de detalles que contenían. El anillo brillante que le da su nombre a la nebulosa está compuesto por alrededor de 20.000 grupos individuales de gas hidrógeno molecular denso, cada uno de ellos con una masa similar a la de la Tierra», dijo Wesson.
Dentro del anillo, hay una banda estrecha de emisión de hidrocarburos aromáticos policíclicos o PAH, moléculas complejas que contienen carbono y que no se esperaba que se formaran en la nebulosa del Anillo. Asimismo, fuera del anillo brillante, se observan «picos» curiosos que apuntan directamente en dirección opuesta a la estrella central, que son prominentes en el infrarrojo pero que solo se ven muy débilmente en las imágenes previas del telescopio espacial Hubble.
«Creemos que esto podría deberse a moléculas que pueden formarse en las sombras de las partes más densas del anillo, donde están protegidas de la radiación directa e intensa de la estrella central caliente», comentó el astrónomo.
Las imágenes del instrumento MIRI del Webb proporcionaron la vista más nítida y clara hasta el momento del tenue halo molecular fuera del anillo brillante. Una revelación sorprendente fue la presencia de hasta diez características concéntricas espaciadas regularmente dentro de este tenue halo.
«Estos arcos deben haberse formado aproximadamente cada 280 años, a medida que la estrella central se estaba desprendiendo de sus capas exteriores. Cuando una sola estrella se convierte en una nebulosa planetaria, no hay ningún proceso que conozcamos que tenga ese tipo de período de tiempo», dijo Wesson. «En cambio, estos anillos sugieren que debe haber una estrella compañera en el sistema, orbitando tan lejos de la estrella central como lo hace Plutón de nuestro Sol. Mientras la estrella moribunda se deshacía de su atmósfera, la estrella compañera dio forma al flujo de salida y lo esculpió».
«Ningún telescopio anterior tenía la sensibilidad y la resolución espacial para descubrir este sutil efecto», concluyó.
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