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Un nuevo estudio basado en datos de la misión Dawn sugiere que el planeta enano, ubicado en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, reunió en su pasado distante los tres ingredientes necesarios para ser habitable.
El planeta enano Ceres se muestra en esta imagen de color realzado hecha con fotos de la misión Dawn de la NASA. Nuevos modelos térmicos y químicos, basados en los datos de la misión, indican que Ceres pudo haber tenido hace mucho tiempo condiciones adecuadas para la vida. Crédito: NASA/JPL-Caltech/UCLA/MPS/DLR/IDA.
Una nueva investigación de la NASA ha descubierto que Ceres pudo haber contado con una fuente duradera de energía química, es decir, el tipo de moléculas adecuadas para alimentar el metabolismo de ciertos microbios. Aunque no hay evidencia de que hayan existido microorganismos en Ceres, el hallazgo refuerza las teorías de que este intrigante planeta enano, el cuerpo más grande del cinturón de asteroides, pudo haber tenido las condiciones necesarias para albergar formas de vida unicelulares.
Los datos de la misión Dawn, que finalizó en 2018, ya habían revelado dos piezas críticas del rompecabezas de la habitabilidad en Ceres. Primero, que sus regiones brillantes y reflectantes son sales dejadas por un líquido que emanó desde su interior, confirmando la existencia de un enorme reservorio de salmuera (agua salada) bajo la superficie. Segundo, la misión encontró evidencia de material orgánico en forma de moléculas de carbono, un componente esencial, aunque no suficiente por sí solo, para la vida.
Los nuevos hallazgos, publicados el 20 de agosto en la revista Science Advances, aportan la tercera y última pieza: una fuente de energía duradera. Esto no significa que se haya encontrado vida, sino que probablemente había «alimento» disponible en caso de que la vida hubiera surgido allí.
Para llegar a esta conclusión, los autores crearon modelos térmicos y químicos que simulaban la temperatura y composición del interior de Ceres a lo largo del tiempo. Descubrieron que hace unos 2.500 millones de años, el océano subterráneo del planeta enano pudo haber recibido un suministro constante de agua caliente con gases disueltos, proveniente de las rocas metamorfoseadas de su núcleo. El calor se generaba por el decaimiento de elementos radiactivos en el interior rocoso de Ceres cuando este era joven, un proceso interno que se considera común en nuestro sistema solar.
Esta ilustración representa el interior del planeta enano Ceres, incluyendo la transferencia de agua y gases desde el núcleo rocoso hasta un reservorio de agua salada. El dióxido de carbono y el metano se encuentran entre las moléculas que transportan energía química bajo la superficie de Ceres. Crédito: NASA/JPL-Caltech.
«En la Tierra, cuando el agua caliente de las profundidades se mezcla con el océano, el resultado suele ser un festín para los microbios, un banquete de energía química», explicó Sam Courville, autor principal del estudio. «Por lo tanto, podría tener grandes implicaciones si pudiéramos determinar si el océano de Ceres tuvo una afluencia de fluidos hidrotermales en el pasado».
El Ceres que conocemos hoy es frío y es poco probable que sea habitable. El calor interno ha disminuido, gran parte del agua se ha congelado y el líquido restante se ha convertido en una salmuera muy concentrada. El período de mayor potencial para la vida habría sido entre 500 y 2.000 millones de años después de su formación (es decir, hace entre 4.000 y 2.500 millones de años), cuando su núcleo rocoso alcanzó su máxima temperatura.
Este descubrimiento tiene implicaciones más allá de Ceres, ya que sugiere que muchos otros cuerpos helados de tamaño similar en el sistema solar exterior, que no se benefician del calentamiento gravitacional de planetas gigantes, también pudieron haber tenido un período de habitabilidad en su pasado.
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