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«Sospecho que no existe en el universo mayor dicha que la incapacidad de la mente humana para vincular entre sí todo lo que ella contiene. Estamos morando en un islote de grata ignorancia, circundados por las aguas negras del infinito, y no nos está predestinado emprender grandes travesías».
H. P. Lovecraft, 'La Llamada de Cthulhu' (1926).
Entre los centenares de casos extraños, enigmáticos, que he investigado y conocido a través de los años, pocos tienen el misterio, el terror y las incógnitas del llamado «caso Dyatlov», ocurrido en Siberia, en 1959.
Un grupo de nueve personas —ocho estudiantes de Geología y su profesor— deciden atravesar el Paso Dyatlov, al pie de la montaña llamada Otorten (en los Urales), territorio de la etnia mansi (el paso sería llamado así precisamente luego de ese desastre, en recuerdo del apellido de su líder). En dialecto mansi (la etnia originaria de la región), precisamente, esa montaña, mal traducida en los mapas como «Montaña de la Muerte» tiene un nombre mucho más sugestivo y espeluznante: «Otorten», que significa 'no vayas allí'.
Y seguramente el grupo tendría que haber hecho caso de este consejo quizás centenario, pues desde siempre en la región abundaban las leyendas de desapariciones misteriosas, extrañas luces y no menos extraños humanoides. Pero el aguerrido y juvenil grupo (fogueado en muchas otras expediciones montañesas) no iba a hacer caso, en esa Rusia comunista de pensamiento pragmático y materialista, de monsergas de ancianas.
El grupo estaba integrado por Igor Dyatlov, líder del grupo (23 años); Zinaida Kolmogorova (22); Liudmila Dubinina (21), Aleksandr Kolevatov (25); Rustem Slobodin (23); Yuri Krivonischenko (24); Yuri Doroshenko (21); Nicolas Thibeaux-Brignollel (24); y Alexander Zolotarev (37). Yuri Yudin fue el único sobreviviente: sintiéndose afiebrado, decidió quedarse en el campamento-base del pueblo, el 1 de febrero de ese año, en que el resto de sus camaradas emprendió la que sería su última travesía.
Durante una semana no se tuvo noticias del grupo de jóvenes, hasta que las autoridades locales, preocupadas por su demora, exigidas tanto por Yuri como por las familias que desde lejanas ciudades llamaban en busca de noticias, salió en dirección de sus pasos. Y lo que hallaron aún hoy estremece.
Los nueve habían muerto, de una manera que se supone horripilante. Algunos, con todos sus huesos destrozados, como si hubieran caído de gran altura —pero fueron hallados en un claro del bosque, en terreno completamente llano—. Otros, tenían enormes tajos en sus cuerpos. Otros más, horriblemente, parecían haber sido parcialmente devorados o cuando menos arrancadas sus carnes. Otro más, le había sido extraída la lengua. Una de las mujeres tenía el cuello roto con la cabeza girada en ciento ochenta grados, y la otra, en lo que parece ser el epítome de la extrañeza, presentaba terribles quemaduras, sólo compatibles con una violenta exposición a radiación. Incidentalmente, tres de los hombres también presentaban huellas menores de radiación superior a la media normal. ¿Qué había ocurrido?
Huelga aclarar aquí que aún hoy el caso permanece insoluble para investigadores civiles y militares, pese a haberse destinado ingentes esfuerzos y recursos para explicarlo. Quedó claro, sí, que el grupo vivió horas de terror antes de su trágico final. En la carpa donde se cobijaban aparecían profusos cortes a cuchillo. Unos, horizontales y cortos, del lado que miraba hacia el bosque: posiblemente hechos con sigilo y aprensión para observar y vigilar algo que les perturbaba en esa dirección. Pero otros eran en todas direcciones, enormes, hechos evidentemente en un estado de paroxismo. Hechos para huir, para escapar frenéticamente de algo que se acercaba. Todos los cuerpos excepto uno estaban descalzos, lo que probaba que en el terror habían escapado de la carpa sin tomarse siquiera tiempo para calzarse.
Las simples cámaras fotográficas de entonces tenían algunas sorpresas. Las primeras fotos muestran un grupo divertido y relajado, acostumbrado a compartir vivencias al aire libre y paseos. A medida que se avanza en los carretes, las fotos son más esporádicas y más «funcionales»: perspectivas del bosque, de la montaña. Y recientes estudios han hallado que la penúltima foto muestra lo que parece un enorme ser bípedo, humanoide, emergiendo del bosque. Cualquier duda que pudiera tenerse respecto a lo que muestra la imagen se desvanece cuando se lee que en su libreta de notas, con trazo tembloroso y como frase final, uno de los estudiantes escribió: «El hombre de las nieves existe».
La última foto, desenfocada, tomada de noche a lo que parecen ser extrañas luces en el cielo, arroja más preguntas que respuestas. Fue pocos minutos antes del trágico desenlace.
Muchos investigadores estamos de acuerdo que la muerte de este grupo de personas se debió al ataque demencial de un «alma», palabra que en mongol significa 'hombre salvaje' y es como se conoce al «yeti» o «abominable hombre de las nieves» en Rusia. No debe extrañar al lector su dilatada geografía: antropoides gigantescos, mitad humanos, mitad primates, han sido reportados no solamente en Asia sino en Estados Unidos (Sasquatch), Australia (Yowuie) y Argentina y Bolivia (Ukamar Zupai). Ciertos estudiosos creen que se trata del «eslabón perdido», o supervivientes de alguna especie homínida que no logró desarrollarse y extenderse en el globo. Otros —entre quienes me incluyo— tenemos fundadas razones para suponer que se trata más bien de una entidad extraterrestre o proveniente de una dimensión o mundo paralelo, por fantástica que esta posibilidad parezca.
Las extrañas luces que aparecen en el cielo en la última fotografía (y que en algún momento fueron interpretadas como «OVNIs») resultan ser coincidentes, según las investigaciones, con un experimento balístico que justo en esas fechas llevó a cabo la ex URSS: el primer lanzamiento de un misil de varias etapas, que debía caer y desintegrarse, cabalmente, en la noche del 4 de febrero de 1959 en el monte Otorten.
Hubo una falta de coordinación de las autoridades. Mientras los militares creían que en la región no había nadie, las autoridades civiles del pueblo no sabían del experimento militar y por eso no pusieron reparos a la expedición de los estudiantes. Pero no fue la caída del cohete lo que los mató.
Se sabe hace tiempo que aquellas extrañas criaturas —a las que genéricamente llamaremos aquí «yetis»— tienden a ser retraídas y rehuir el contacto humano. Pero algo ocurre cuando se sienten acorraladas y amenazadas: sobran los testimonios que demuestran que experimentan un cambio aterrador en sus conductas, volviéndose demencialmente furiosas y asesinas y, concretamente en Rusia, hay varios asesinatos de leñadores o viandantes que han tenido lamentables encuentros con estas criaturas. En esa línea de pensamiento, entonces, es muy posible suponer que el yeti y los jóvenes coexistían en esa región del bosque, quizás el primero acechando y vigilando, sin atacar, al segundo (como demostraría la foto donde se le ve a la distancia). Pero cayó el misil, y el críptido (el yeti) enloqueció.
Ahora bien, ¿porqué afirmar que se trata de entidades «no terrestres» en lugar de, simplemente, postular que es una especie animal desconocida? En este caso particular, precisamente por el tipo de heridas atípicas descubiertas en los cadáveres. ¿Qué animal, simple animal, por desconocido que sea, es capaz de provocar «quemaduras asimilables a radiaciones desconocidas»? Esta sola prueba documental evidencia el origen no terrícola de la criatura. ¿Qué otra alternativa cabría? Otra vez recordando a Lovecraft, entonces, uno tendría que pensar en extraños entes procedentes de otro lejano confín del Tiempo, del Espacio o de una Dimensión Paralela, que al materializarse, manifestarse en nuestro espacio y momento tridimensional adquirió características de horror que sólo el genio de Providence pudo haber entrevisto en sus pesadillas.
Monte Otorten. 'No vayas allí'. Si tan sólo, detrás de las sonrisas, hubieran hecho caso…
Por Gustavo Fernández.
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4 comentariosAlgo tienen de razón pero no son extraterrestres solo es una especie que espera su oportunidad para desarrollarse cómo especie humana.
ResponderExtraterrestres o yeti o ambas cosas, ya he leido visto documentales de este caso, y la verdad es muy complicado lo sucedido en esas montañas, pero los aliens y yeti son tan reales como nosotros los humanos,
Responderhoy con otro metodo de descomponer el fotograma...si compruebo que la supuesta foto del yetyi ., si esta tocada..lo que parece el brazo derecho cercano al arbol ,es una rama ..se corta la imagen cercano al hombro y en el medio del pecho se nota lo pixeleado de la imagen....en fin otra foto mas trucha
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23:32
sin dudar de este tema se hablo en su momento mucho...y nunca quedo claro que paso...quizas una prueba de misiles ocurrida ese mismo dia por las fuerzas armadas de la antigua urss....solo le confirmo que la foto del supuesto yety es real y no esta tocada pero....como tiene un desenfoque notable o movida pues el foco no esta en ningun lado....bien puede ser alguien difrazado ,solo para joder cosa comun en aquella epoca...y la de las luces LES CONFIRMO. es un vehiculo tipo oruga de nieve con dos de sus focos .! luz de la izquierda faro principal y la mas pequeña es un busca huellas..se ven detalles de ruedas ,parilla y parte de carroceria...lo demas se lo dejo a ustedes.saludos
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