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El marinero griego Polycarp Spentzas, operador de radio a bordo del Pothiti SWJC, tuvo una experiencia extraña e inolvidable en 1978. Nada más y nada menos que en el infame Triángulo de las Bermudas.
Pero ciertamente no fue la única persona que observó estos extraños sucesos en las últimas décadas.
A lo largo de los años, ha habido una multitud de sucesos extraños, inexplicables e inquietantes en esa famosa zona entre las Bermudas en el norte, las Bahamas en el sur y Miami Florida en el oeste —incluida la desaparición en 1945 de la famosa escuadrilla de aviones Avenger de EE.UU., el Vuelo 19, y un posterior avión de rescate—.
Para Spetzos, el marino mercante, los peligros legendarios de esa zona de repente se volvieron personales en 1978, cuando en el curso de sus deberes habituales observó que se desarrollaban los eventos descritos a continuación.
«Partimos de Porto Matanzas, Cuba, rumbo a Argel, con una velocidad promedio de 11 millas. Poco antes de las 12 del mediodía, hora local, los oficiales del puente del barco comenzaron a notar que les parecía que el barco navegaba a una velocidad inusualmente alta, pero los instrumentos mostraban una velocidad constante de 10 a 11 millas náuticas por hora», recordó. «Algunos de mis colegas inicialmente plantearon la hipótesis de que tal vez había cometido un error en el tiempo, ya que yo era el operador de radio. Pero eso no sucedió; y el barco siguió surcando las olas como un delfín».
«A las 12 del mediodía, el capitán le pidió al segundo oficial que pusiera al timón a un marinero paquistaní, ya que él mismo no se encontraba bien. No podía levantar los brazos y sentía todo el cuerpo demasiado pesado», continuó Spentzas.
»Pronto llegó el electricista al puente después de haber subido desde la sala de máquinas, molesto porque había notado que todos los relojes del barco se habían adelantado dos horas enteras. Además, el timonel no pudo mantener un rumbo constante, porque la brújula, que era giroscópica y estaba protegida de los campos electromagnéticos, giraba como loca. Entonces, tuvo que poner el piloto automático y logramos mantener un rumbo constante».
«Pero lo más extraño de todo fue algo que sucedió poco después de las 5 de la tarde. El cocinero y yo estábamos jugando al backgammon en la sala de fumadores, cuando de repente miramos hacia atrás y vimos, a babor (la izquierda del barco), es decir, el lado noroeste, a solo unas pocas millas de distancia, un gran objeto volador blanco no identificado en el cielo. Luego aparecieron dos objetos voladores más pequeños al oeste del grande y, de hecho, uno de ellos estaba unido a él», contó el marinero, quien admitió que al principio pensó que podría tratarse de algún tipo de experimento estadounidense.
«Salí de inmediato y fui al puente a preguntar, lleno de angustia, si alguien más había visto estos extraños artefactos. Ninguno se había dado cuenta. Sin embargo, estaba seguro de que algo extraño sucedía con el tiempo y cómo nos afectaba el movimiento de estos ovnis».
«Miré mi reloj y el tiempo había pasado. Puse el receptor de radio a 500 KHz, para completar el calendario y escuché el código Morse, pero fue anormalmente rápido. Envié una señal de solicitud de tiempo a 15 MHz RWM (Radio Moscú) y escuché las señales de tiempo de respuesta demasiado rápido, tan rápido que pensé que era culpa de la estación», explicó Spentzas.
El marinero saltó de su silla, abrió la ventana de la sala de navegación y miró al capitán. Al intentar usar el sistema Morse notó que sus manos manos no podían manejar ni siquiera cinco letras por minuto, tomándole unos dos minutos caminar hasta la silla para transmitir.
«Molesto, le dije al capitán: “¡Mis manos simplemente no funcionan, no me responden!”. Él dijo que nadie debería tocar el piloto automático del barco», contó.
Spentzas luego recordó que al día siguiente la tripulación había discutido los extraños eventos que les habían sucedido a todos.
Por ejemplo, un marinero se quejó de que cada vez que encendía un cigarrillo, no tenía tiempo suficiente para fumar, porque se quemaba de inmediato. El segundo oficial, que servía en el turno de medianoche a las cuatro de la mañana, se había ido a su camarote y se estaba cepillando los dientes antes de irse a la cama. De repente gritó que la hora acababa de cambiar a las 23:40, por lo que no tuvo tiempo para dormir.
«Todos nosotros sentimos bradicardia, un ritmo cardíaco anormalmente lento, así como hipotermia, durante ese tiempo», añadió Spentzas. «Desde hace años he tratado de explicar estos curiosos sucesos. Creo que la bradicardia y los reflejos reducidos de la tripulación se deben a lo que se llama “dilatación gravitacional del tiempo”. Este proceso ocurre según las teorías de Niels Bohr y Albert Einstein».
Ciertamente, la dilatación gravitacional del tiempo es una consecuencia de la teoría de la relatividad de Albert Einstein y de otras teorías relacionadas, las cuales postulan que el tiempo transcurre a diferentes ritmos en regiones de diferente potencial gravitatorio; cuanto mayor es la distorsión local del espacio-tiempo debido a la gravedad, más lentamente transcurre el tiempo. Esto se ha demostrado observando que los relojes atómicos a diferentes altitudes y, por lo tanto, a diferentes potenciales gravitatorios, muestran tiempos diferentes.
No obstante, los efectos detectados en estos experimentos son extremadamente pequeños, con diferencias que se miden en nanosegundos; cuando los reportados por el buque mercante griego parecen realmente desafiar el espacio-tiempo y la física, tal como reportaron miembros de la Marina estadounidense en los últimos años en sus encuentros con los llamados Fenómenos Aéreos No Identificados.
Lo que sea que realmente sucedió a Spentzas y su tripulación en ese extraño día en el Atlántico, hace pensar que los ovnis pueden tener algo que ver con el Triángulo de las Bermudas y sus misteriosas desapariciones. Puede ser —quien sabe— que esta vez los marineros hayan tenido la suerte de poder contar la experiencia en nuestra línea de tiempo...
Fuente: Greek Reporter/Topontiki. Edición: MP.
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