¿Y si el relato bíblico de Adán y Eva no fuera una historia original, sino la culminación de antiguas tradiciones mitológicas que codificaron el conocimiento astronómico en forma de narrativa?

Los orígenes astronómicos de Adán, Eva y la serpiente en el Jardín del Edén

Crédito: MysteryPlanet.com.ar.

En lugar de ser una revelación divina, el Génesis podría representar el antiguo intento de la humanidad por preservar la sabiduría celestial a través de los relatos. Los mitos de la creación habrían servido como vehículos culturales para transmitir un conocimiento basado en las estrellas de generación en generación. Este artículo rastrea las raíces de la historia a través de fuentes mesopotámicas y paralelos en mitos griegos e hindúes para revelar los fundamentos astronómicos del mito de Adán, Eva y la serpiente.

El relato del Jardín del Edén es, en muchos sentidos, un eco de historias mucho más antiguas, concebidas por culturas profundamente inmersas en la astronomía, para las cuales el cosmos era el eje central de su sistema de creencias.

Los precursores del mito del Edén

Las tradiciones mesopotámicas (sumerias, acadias y babilónicas) ya contenían elementos que más tarde resonarían en la historia de Adán y Eva. Existen claros paralelismos en temas como los primeros humanos, la creación a partir de arcilla, jardines paradisíacos, una serpiente y una prueba divina.

  • Adapa (Adamu): En el mito acadio (ca. siglo XIV a.C.), Adapa, a veces llamado Adamu, fue el primer hombre, creado por el dios Ea/Enki. Al igual que Adán, fue un prototipo de la humanidad, dotado de sabiduría pero privado de la vida eterna. Al ser llevado ante el dios del cielo Anu, se le ofreció el pan y el agua de la vida, pero, por consejo de Ea, los rechazó, perdiendo así la inmortalidad. Su propio nombre, Adapa/Adamu, resuena con el hebreo Adam.
  • El paraíso de Dilmun: El mito sumerio de Enki y Ninhursag (tercer milenio a.C.) describe la tierra de Dilmun como un paraíso sin muerte. Sin embargo, el dios Enki comió plantas prohibidas, lo que provocó que la diosa madre Ninhursag lo maldijera. Aquí encontramos los ecos del Edén: un jardín exuberante, un alimento prohibido, una transgresión divina y las consecuencias de la desobediencia.

Impresión de un cilindro sello mesopotámico (sumerio o acadio, ca. III milenio a.C. - II milenio a.C.). La figura central es a menudo identificada como el dios sumerio Enki, dios de las aguas, la sabiduría y la creación.

  • La Epopeya de Atrahasis: Este poema épico (ca. siglo XVIII a.C.) narra cómo los dioses crearon a los humanos a partir de arcilla mezclada con sangre divina para librarse del trabajo. Aunque no es una historia de tentación, el motivo de la humanidad modelada en arcilla anticipa al Génesis, donde Adán es formado del polvo de la tierra.
  • Gilgamesh y Enkidu: En la Epopeya de Gilgamesh (c. 1200 a.C.), la seducción de Enkidu por parte de Shamhat lo introduce al sexo, el pan y la civilización, haciéndole perder su inocencia y su naturaleza salvaje, en una clara analogía a la caída del Edén. Más adelante, la búsqueda de Gilgamesh de la planta de la vida eterna se ve frustrada cuando una serpiente se la roba y rejuvenece, repitiendo el tema de la inmortalidad perdida.

Por otra parte, más allá de Mesopotamia, encontramos un paralelo sorprendentemente directo en la epopeya hindú Bhavishya Purana, donde se narra una historia protagonizada por Adama y Havyavati. El relato cuenta que el Señor Narayana anunció que ambos nacerían para propagar generaciones de mlecchas (extranjeros o bárbaros). En un bosque, bajo un Papa-Vriksha (árbol del pecado), la serpiente Kali-purusha los engañó y Adama comió el fruto prohibido del árbol.

Sin embargo, para este último caso, es crucial señalar que la datación de los Puranas sigue siendo incierta. Si bien existen inscripciones del siglo V d.C. que citan versos de estos textos, los académicos argumentan que son compilaciones fluidas y estratificadas que desafían una datación precisa, lo que dificulta establecer una línea de influencia directa.

El mapa celestial del Edén: la astronomía detrás del mito

La clave para descifrar el relato del Génesis se encuentra en el cielo nocturno. El Árbol del Conocimiento del Edén puede interpretarse como una metáfora del Polo Norte Celestial (PNC), el eje sobre el cual parece girar todo el firmamento.

Esfera Celestial, mostrando el Polo Norte Celeste. Crédito: Jon Peli Oleaga (CCBYSA 4.0).

La serpiente corresponde a la constelación de Draco, que se enrosca perpetuamente alrededor de este polo cósmico.

Entre aproximadamente el 1700 a.C. y el 300 d.C., dos estrellas, Kochab (β Ursae Minoris) y Pherkad (γ Ursae Minoris), actuaron como estrellas polares gemelas, siendo conocidas como los «Guardianes del Polo». Este período coincide de manera fascinante con la evolución del relato de Adán y Eva, desde su transmisión oral hasta su forma escrita definitiva y posterior interpretación teológica.

Constelación de Draco.

Kochab, la estrella más brillante (magnitud aparente +2.07), puede asociarse con Adán, la figura más prominente en el Génesis.

Pherkad, la más tenue (magnitud aparente +3.05), correspondería a Eva.

Guardianes del Polo (Kochab y Pherkad) y Draco
Crédito: Tauʻolunga (CCBYSA 2.5).

Juntos, observan el árbol cósmico mientras Draco, la serpiente, se enrosca a su alrededor. La cronología es reveladora:

  • Segundo milenio a.C.: Mitos mesopotámicos como Atrahasis y Gilgamesh ya circulan, mientras Kochab y Pherkad comienzan su reinado como guardianes polares.
  • 1700-1000 a.C.: Las tradiciones orales israelitas adoptan motivos similares.
  • 1000-900 a.C.: Los escritores yahvistas dan forma a la primera versión escrita de la narrativa de Adán y Eva.
  • Siglos VI-V a.C.: Durante el exilio babilónico, los redactores sacerdotales le dan al Génesis su forma final, todavía bajo la vigilancia celestial de Kochab y Pherkad.
  • 300 a.C.-300 d.C.: Pensadores judíos y paleocristianos reinterpretan la historia, desarrollando temas como el pecado y la redención, mientras los «Guardianes» continúan marcando el polo. Fue Agustín de Hipona (354-430 d.C.) quien sistematizó estas ideas en la doctrina del Pecado Original.

Este ciclo celestial no es estático. La precesión de los equinoccios, un ciclo de 26.000 años, cambia lentamente la estrella que marca el polo. Antes de los Guardianes, alrededor del 2700 a.C. (la era de las pirámides y de las grandes culturas mesopotámicas), la estrella polar era Thuban (α Draconis), una estrella de la propia constelación de la serpiente. Cada era estelar inspiró su propia mitología.

Del Jardín de las Hespérides a la manzana del Edén

Un último paralelo proviene de la mitología griega. En uno de sus doce trabajos, Heracles (Hércules) debe obtener las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, que estaba custodiado por el dragón-serpiente Ladón. Esta imagen mítica probablemente influyó en la asociación posterior de la cultura europea con las manzanas en la historia del Edén, a pesar de que el Génesis nunca menciona una manzana, refiriéndose únicamente al «fruto» del árbol.

El jardín de las Hespérides de Frederic Leighton (1892).

En conclusión, la historia de Adán y Eva está lejos de ser una narración aislada. Es la culminación de una larga tradición de creación de mitos arraigados en los cielos. Desde los humanos de arcilla mesopotámicos y las serpientes que roban la inmortalidad, hasta el paraíso de Dilmun y las espirales celestiales de Draco, los temas de la creación, la tentación y la pérdida de la vida eterna se escribieron primero en las estrellas. El Génesis, entonces, puede ser visto no como una revelación original, sino como una herencia cultural: una alegoría astronómica que preserva el más antiguo intento de la humanidad por anclar su sentido de existencia en los majestuosos movimientos del cosmos.

Referencias: 

Edición: MP.

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