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¿Qué sucede con nuestra mente cuando es liberada de todo estímulo del mundo exterior? ¿Hay algún mecanismo inherente que la mantiene en marcha? Si es así, ¿es por un simple «software» del cerebro o hay algo más que la conecta a otro plano y un verdadero yo superior?
Para averiguar esto, John C. Lilly (1915-2001), un neuropsiquiatra estadounidense, realizó una investigación sobre el origen de la consciencia y su relación con el cerebro. Algo que le llevó a inventar los tanques de privación y aislamiento sensorial en 1954.
Su concepto original evolucionaría en los siguientes veintitrés años de trabajo, encontrándose varias formas de hacer que el aparato sea más simple y seguro. Por ejemplo, en los tanques originales, se tenían que usar máscaras bastante complicadas para poder respirar bajo el agua. Estas han sido eliminadas por completo en las versiones modernas.
Ahora, el tanque de aislamiento sensorial contiene en su interior 600 litros de agua y 300 kilos de sales Epsom o sulfato de magnesio (un compuesto químico conocido con la fórmula MgSO₄·7H₂O). De esta forma, se consigue crear una densidad como la del mar Muerto donde cualquier intento de sumergirse se ve frustrado ya que el cuerpo flota sin ningún tipo de esfuerzo.
Así, se pierde la noción del peso del cuerpo. La temperatura del agua oscila entre los 35 º y los 37.5 °C, de esta forma no se siente ni frío ni calor. La persona que entra en el tanque tiene la sensación de que su cuerpo se funde con el agua.
El nivel de sonido es bajo, solo se escucha la propia respiración y algunos sonidos débiles del agua de las tuberías; la interfaz agua-aire no transmite los sonidos del aire de manera muy eficiente. Es uno de los entornos más uniformes y monótonos que se pueden experimentar. Después del período de entrenamiento inicial, ningún observador está presente. Inmediatamente después de la exposición, el sujeto escribe notas personales sobre su experiencia.
En estos experimentos, el sujeto siempre descansa toda la noche antes de ingresar al tanque. Las instrucciones son inhibir todo movimiento en la medida de lo posible. Un conjunto inicial de exposiciones de entrenamiento supera los temores de la situación en sí.
Según registró Lilly, en el tanque se han vivido las siguientes etapas:
«He visto esto una vez, después de un período de dos horas y media. La cortina negra frente a los ojos —como la que se “ve” en una habitación oscura con los ojos cerrados— se abre gradualmente en un espacio tridimensional oscuro y vacío frente al cuerpo», contó el propio Lilly. «Este fenómeno capta el interés de uno de inmediato, y uno espera para saber qué viene después. Gradualmente aparecen formas del tipo que a veces se observa en los estados hipnagógicos».
En los experimentos, el neuropsiquiatra estadounidense notó que después de la inmersión, el día aparentemente comienza de nuevo, es decir, el sujeto se siente como si acabara de levantarse de la cama, este efecto persiste y el sujeto descubre que está fuera de sintonía con el reloj por el resto de ese día.
«También tiene que reajustarse a las relaciones sociales de manera sutil. La noche del día de la exposición encuentra que su cama ejerce una gran presión contra su cuerpo. Ninguna cama es tan cómoda como flotar en el agua», agregó.
Los tanques de aislamiento sensorial tiene distintos beneficios. Los expertos creen que el tiempo en ellos puede reducir el sistema nervioso simpático y encender el sistema nervioso parasimpático, relacionado con el descanso, de manera que se induce a un estado neurológico de sueño.
Otro efecto es el aumento de la secreción de endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad y consideradas analgésicos naturales producidos por el cerebro. Como consecuencia, la mente entra en un estado de relajación que permite usar partes inactivas del cerebro y armonizar los dos hemisferios. Este equilibrio garantiza una mejora de la salud física, mental y emocional.
Durante la flotación se ralentizan los patrones de las ondas cerebrales (conocidas como la onda theta). Estas solamente se experimentan durante el proceso de la meditación profunda o justo antes del sueño. A raíz de esta característica, se plantea que una hora de flotación en el tanque de aislamiento sensorial equivale a cuatro horas de sueño.
Pero Lilly fue más allá de estos beneficios físicos y mentales. Quiso experimentar con los estados alterados de conciencia en los propios tanques, para lo cual se valió de una dosis de dietilamida de ácido lisérgico (LSD) —una sustancia psicodélica semisintética que produce efectos psicotrópicos—. Los resultados quedaron registrados en sus libros Programación y Metaprogramación en la Biocomputadora Humana (1968) y El Centro del Ciclón (1972).
«Durante esa primera experiencia con LSD en el tanque, rápidamente descubrí que era muy fácil dejar el cuerpo», escribió en el último libro. «La falta de estímulos que distrajeran me permitió programar cualquier tipo de viaje que pudiera concebir. Esta libertad de la realidad externa fue tomada como un punto muy positivo, no negativo. Uno podría ir a cualquier lugar que uno pudiera imaginar que podría ir. … Viajé por mi cerebro, observando las neuronas y sus actividades».
«Fue una propulsión hacia dominios y realidades que ni siquiera podía contar cuando regresé. Pero sabía que me había expandido mucho más allá de todo lo que había experimentado antes, y cuando me apretujaron de nuevo en el marco humano, lloré», contó.
Un día de 1958, Lilly entró en la sala del tanque, se puso la máscara y se sumergió en el agua por última vez en los Institutos Nacionales de Salud. Finalmente se había dado cuenta de que dentro del gobierno era imposible hacer la investigación que deseaba hacer. Inevitablemente, los funcionarios del instituto pedían controlar el trabajo del tanque de aislamiento. Y los encargados de la investigación del cerebro en el Instituto Nacional de Enfermedades Neurológicas y Ceguera comenzaban a ejercer controles inaceptables.
Por todo esto, en esta sesión en el tanque planeó revisar lo que había aprendido durante los últimos cinco años de experimentos.
Lilly siguió su procedimiento ahora más o menos estándar de relajar cada músculo de su cuerpo mientras flotaba en el agua. Luego relajó su mente y dejó ir los residuos de las actividades del día. De repente estaba en un nuevo espacio, un nuevo dominio.
Dejó su cuerpo humano atrás. Dejó su mente humana atrás. Se convirtió en un punto de conciencia, de conocimiento, en un espacio vacío, infinito, lleno de luz.
Lentamente dos presencias, dos Seres, comenzaron a acercarse a él desde la distancia. Hubo un intercambio a tres bandas de pensamiento directo, de significado directo, de sentimiento directo sin palabras.
Más tarde escribiría la experiencia como si se usaran palabras, como si los dos Seres le hubieran hablado en inglés, como si se hubiera convertido en el Tercer Ser.
Ellos y su propio ser interior discutieron en una suerte de coyuntura espacio-temporal para revisar la evolución de John de la vida real, como un vehículo humano de algo superior.
«Tú, el Primer Ser, y yo, el Segundo Ser, hemos estado controlando la coordinación de coincidencias de este agente en la Tierra. Siento que es importante que afirmemos todo esto muy claramente en beneficio del Tercer Ser, quien ha sido el responsable de ese agente humano. Es importante que no exceda el límite de velocidad evolutiva en este momento en particular; sin embargo, nos damos cuenta de que existe cierta discrepancia entre los humanos, que su evolución está avanzando extremadamente rápido en ciertas áreas y está retrocediendo en otras. Es el propósito de esta conferencia entre nosotros tres asegurarnos de que el Tercer Ser lo controle para que se mantenga dentro de ciertos límites bien definidos y evite el tipo de catástrofes que otros agentes de los nuestros han experimentado en este planeta», habría dicho al que llamó el Segundo Ser según escribió el neurocientífico.
Otro tema que destaca sobre esta experiencia es cómo estos seres hablaron sobre sus creencias más profundas.
«Él está oscilando entre dos sistemas de creencias. En el primero cree que la mente es el software computacional del cerebro, que el cerebro evolucionó en el planeta Tierra de los antepasados del hombre y generó la conciencia. En el segundo sistema, él cree en nosotros. Esta creencia está contaminada por su fe infantil en el alma. Todavía tiene que desarrollar una visión pura e integrada de la mente como una entidad no contenida en el cerebro. Cuando él está en el tanque de aislamiento por un período de tiempo suficiente, el segundo sistema de creencias comienza a hacerse cargo. Cuando él está en el laboratorio o lidiando con las realidades de apoyo de su investigación, el sistema de creencias de la mente contenida se hace cargo», fueron las palabras.
De acuerdo al científico, estos seres eran de un plano superior —¿el Akasha?— que controlaba lo que sucede en el nuestro, al punto de ser los autores de esas coincidencias en nuestras vidas que no podemos explicar de manera consciente o controlar.
«En la vida de uno puede haber cadenas peculiarmente apropiadas de eventos relacionados que conducen a consecuencias que son fuertemente deseadas. Después de tales experiencias, uno se pregunta cómo se desarrolló tal serie de eventos; a veces hay un fuerte sentimiento de que alguna inteligencia —mayor que la nuestra— encaminó el curso por ciertas líneas que estaba programando», dijo Lilly al respecto. «En tal serie, la vida se vuelve más grande de lo esperado o planificado».
«Los eventos reales —en el momento en que ocurren— pueden experimentarse como negativos (castigo), positivos (gratificantes) y/o neutrales (indiferentemente objetivos); las experiencias reales en sí pueden implicar dolor, miedo, ira, alegría, deleite, amor y/o un estado de objetividad/neutralidad desapasionada. La propia participación en los eventos parece, más tarde, de alguna manera basada en que se le enseñe algo que uno necesita saber antes de que se desarrollen los siguientes eventos», concluyó.
Con el tiempo y dados sus beneficios, mucha gente experimentaría con los tanques de aislamiento sensorial como una forma de terapia.
Por ejemplo, el físico cuántico Richard Feynman en su libro ¡Seguramente está bromeando, Sr. Feynman! (1985) lo describió de esta manera:
«Tuve muchos tipos de experiencias fuera del cuerpo. Una vez, por ejemplo, pude “ver” la parte de atrás de mi cabeza, con mis manos apoyadas contra ella. Cuando moví mis dedos, los vi moverse, pero entre los dedos y el pulgar vi el cielo azul. Por supuesto que eso no estaba bien; fue una alucinación. Pero el punto es que mientras movía mis dedos, su movimiento era exactamente consistente con el movimiento que estaba imaginando que estaba viendo».
Bri Jurries, estudiante de inglés de la Universidad de San Diego, también compartió su experiencia en un ensayo del Huffington Post:
«Después de deconstruirme a mí misma y al entorno que me rodeaba, un sentimiento que solo puede describirse como pura conciencia apareció entre los escombros del desmantelamiento; aunque no tenía idea de dónde estaba situada en el espacio, el tiempo y la ubicación, estaba más consciente que nunca de que existía, que era algo más grande, más significativo, algo más que mi identidad superficial basada en el ego…
»Me sentí persuadida, con extraña familiaridad, de que dentro de mí está la capacidad tanto de crear como de ser creada, génesis y re-génesis, novedad y renovación. Sentí físicamente esta convicción en lo profundo de mi cuerpo, una sensación que solo puedo describir como ubicada en el espacio en el medio de mi caja torácica. Me sentí a la deriva en el tanque, con los ojos cerrados, con mi cabello largo extendiéndose alrededor de mi cabeza y remolinos morados en espiral sobre mí, me sentí divina, como si fuera Dios. Yo soy Dios».
Por MysteryPlanet.com.ar.
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