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Un equipo de investigadores en California, conocido por un experimento abortado en un portaviones retirado, estaba planeando un proyecto aún más ambicioso y arriesgado: probar equipos para rociar agua salada con el objetivo de oscurecer los rayos del sol. Este multimillonario proyecto consistía en generar nubes artificiales sobre una extensión de océano más grande que Puerto Rico, sin que las autoridades locales estuvieran al tanto de los planes.
En una operación encubierta frente a la costa de California, investigadores de la Universidad de Washington probaron un dispositivo diseñado para aclarar nubes utilizando una fina niebla de agua salada, con el objetivo de reflejar la luz solar de vuelta al espacio. El experimento, realizado en la cubierta de un portaaviones retirado, duró solo 20 minutos antes de ser detenido abruptamente por funcionarios municipales que no habían sido informados. Crédito: MysteryPlanet.com.ar.
El experimento inicial se realizó en 2023 sobre el USS Hornet, un portaviones retirado en la Bahía de San Francisco, que fue utilizado como base para probar una máquina diseñada para crear nubes artificiales. No obstante, la prueba fue cancelada rápidamente después de que las autoridades locales, en particular los funcionarios de la ciudad de Alameda, se enteraron del experimento por los medios de comunicación.
Ahora, nuevos documentos obtenidos por el medio POLITICO revelan que, incluso antes de este contratiempo, los investigadores ya discutían la posibilidad de llevar a cabo un experimento a gran escala sobre el océano, posiblemente frente a las costas de América del Norte, Chile o África.
De acuerdo a un plan de investigación de la Universidad de Washington de 2023, el experimento estaba diseñado para alterar la composición de las nubes sobre una superficie de 10.000 kilómetros cuadrados, un área mucho mayor que la de Puerto Rico. «La creación de nubes a esta escala sería fácilmente detectable desde el espacio», indicaba el documento.
Los cambios en el tamaño y número de las gotas en las nubes pueden modificar la cantidad de luz solar que esas nubes reflejan de vuelta al espacio. Crédito: MCB, Universidad de Washington.
Sin embargo, expertos en el tema señalaron que el equipo no consultó con las comunidades locales ni con los legisladores antes de realizar sus pruebas. Sikina Jinnah, profesora de estudios ambientales en la Universidad de California, Santa Cruz, comentó: «Alameda fue solo el primer paso hacia algo mucho mayor, y la falta de interacción con las comunidades locales fue un error grave».
Esta falta de transparencia y de compromiso público fue una constante crítica a la gestión del proyecto.
La razón de este enfoque furtivo parece ser la preocupación por las reacciones del público. En un mensaje de texto de agosto de 2023, un miembro del equipo escribió: «Creemos que lo más seguro es obtener ayuda para la revisión de la calidad del aire, pero evitaremos asustarlos demasiado». La preocupación sobre cómo el público podría percibir el experimento fue evidente a lo largo del proceso, y se implementaron estrategias de comunicación restrictivas.
Los investigadores utilizan modelos computacionales para simular cómo responden las nubes a los aerosoles de manera local, con el fin de informar las proyecciones sobre los efectos globales en el clima. Crédito: MCB, Universidad de Washington.
«El proyecto nunca se presentó adecuadamente a la comunidad antes de la prueba, y eso generó una respuesta negativa inevitable», agregó Kelly Wanser, directora ejecutiva de SilverLining, una organización involucrada en el proyecto. Si bien defendió la investigación, reconoció que la falta de diálogo con la comunidad fue una debilidad importante.
La geoingeniería solar, que busca mitigar el cambio climático mediante el reflejo de la luz solar, ha generado intensos debates. David Keith, profesor de ciencias geofísicas en la Universidad de Chicago, advirtió: «Si bien el propósito de estas investigaciones es explorar opciones, debemos ser extremadamente cautelosos con los posibles impactos de estas tecnologías».
La modificación de las nubes para oscurecer el sol podría tener efectos imprevistos sobre los ecosistemas, la agricultura y el clima en general. Aún así, el equipo que pergeñó el experimento defendió la necesidad de avanzar en estas pruebas.
«Nuestro enfoque está en investigar las tecnologías y no en desplegarlas a gran escala. Lo que buscamos es llenar los vacíos de información necesarios para determinar si son seguras y efectivas», argumentó Sarah Doherty, directora del programa de Marine Cloud Brightening en la Universidad de Washington.
A pesar de los esfuerzos por minimizar los riesgos, muchos científicos advierten que estas tecnologías podrían tener consecuencias a gran escala, como la alteración de patrones climáticos globales.
La controversia sobre la geoingeniería solar no se limita a los riesgos climáticos. Los críticos temen un «shock de terminación», un fenómeno en el que el clima podría experimentar un aumento abrupto de temperatura si las tecnologías se interrumpen inesperadamente antes de que se logre una transición energética global.
La congresista Marjorie Taylor Greene, conocida por sus críticas al cambio climático y la geoingeniería, expresó: «Estos experimentos podrían tener consecuencias catastróficas para el clima global y la salud pública». En la misma línea, más de 575 científicos han pedido una moratoria en los desarrollos de geoingeniería, subrayando la falta de una regulación adecuada para estas tecnologías.
Las emisiones de partículas de los barcos producen brillantes rastros en las nubes sobre el océano Pacífico. Crédito: MCB, Universidad de Washington.
El equipo de investigación de la Universidad de Washington, respaldado por multimillonarios como Chris Larsen, empresario de criptomonedas; Rachel Pritzker, filántropa; y Chris Sacca, capitalista de riesgo, sigue adelante con sus planes. Sin embargo, la falta de apoyo gubernamental y la creciente oposición por parte de la comunidad local están dificultando la implementación de pruebas a gran escala, lo que complica aún más sus esfuerzos.
La alcaldesa de Alameda, Marilyn Ezzy Ashcraft, no ocultó sus preocupaciones: «Queremos entender no solo los efectos de este pequeño experimento, sino también las implicaciones más amplias de la tecnología». Este comentario refleja el escepticismo local ante un proyecto tan controvertido.
Ante la presión pública y la incertidumbre sobre el futuro del proyecto, los investigadores de Washington se enfrentan a un dilema crucial: ¿deben continuar con sus experimentos, corriendo el riesgo de enfrentar aún más oposición, o deben replantear su enfoque y tratar de establecer un diálogo más abierto con las comunidades y autoridades? Mientras tanto, el debate sobre los límites y la viabilidad de la geoingeniería solar sigue siendo un tema abierto.
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