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Los restos de un rey guerrero que gobernó las estepas euroasiáticas hace cerca de 2.500 años, han sido descubiertos en el territorio de Altái, al sur de Rusia.
Se trata de un regente de los pueblos escitas, nombre dado en la antigüedad a los miembros de un grupo de pueblos de origen iranio, caracterizados por una cultura basada en el pastoreo nómada y la cría de caballos de monta. Y, de hecho, los caballos eran tan importantes para este pueblo, que los restos del monarca hallados no estaban solos, sino acompañados por los de su fiel caballo. Además, también se encontraron pequeñas piezas de oro, una espada escita (o akinak) y un cincel de bronce.
De acuerdo a los arqueólogos, las piezas de oro parecen haber formado parte de adornos en la ropa del rey.
El Profesor Alexander Kazakov, quien ha liderado los trabajos de excavación como parte de una investigación arqueológica del Instituto Ley Barnaul del Ministerio del Interior de Rusia, dijo que «a pesar que el material de la ropa se ha desintegrado hace tiempo, aún permanecían en el suelo los detalles de oro que la adornaban».
La extensión de los pueblos escitas varió a lo largo del tiempo, pero en general comprendía las llanuras de la estepa póntica desde el Danubio hasta las costas septentrionales del mar Negro, tal como se lo indica en el mapa a continuación.
La mayor parte de lo que se conoce sobre los escitas procede de fuentes extranjeras, concretamente griegas y chinas, que los describen como «bandas de feroces guerreros nómadas». Sus técnicas fulminantes de batalla —que incluía principalmente la utilización de arqueros a caballo— los llevaron a forjar su primer reino hacia el siglo 7 a.C. Un par de siglos después, establecieron lucrativas alianzas comerciales con Grecia y su élite se volvió increíblemente acaudalada.
La datación de la nueva tumba hallada en la periferia de la aldea Krasny Yay, en el Altái, arroja una fecha entre el 500 y el 400 a.C. Si bien el sitio ha sido mayormente obliterado por décadas de actividad agrícola, la tumba o kurgan (montículo funerario) poseía en su interior un anillo de piedras que protegían los restos del rey escita.
«Que este hombre haya sido enterrado con su caballo al menos 500 años antes del nacimiento de Cristo, muestra que tan importante era este noble animal para los escitas», dijo Kazakov. «Y el hecho que conozcamos tan poco sobre los detalles del proceso de enterramiento, hacen de la tumba descubierta algo muy valioso».
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