Justo debajo de las gélidas capas de hielo antártico, los investigadores han descubierto una fuga de gas que podría cambiar el destino climático de la región.

La fuente del metano es probablemente depósitos de algas en descomposición enterrados bajo sedimentos y es probable que tenga miles de años.

Por primera vez, los científicos han detectado una fuga activa de gas metano —un gas de efecto invernadero con 25 veces más potencial de impacto climático que el dióxido de carbono— en aguas antárticas.

Mientras que las fugas submarinas de gas metano han sido identificadas previamente alrededor de todo el mundo, los hambrientos microbios han ayudado a contenerlas al engullir gran parte del gas antes que este escape a la atmósfera. Pero de acuerdo a un nuevo estudio, publicado esta semana en la revista Proceedings of the Royal Society B, ese no parece ser el caso para la Antártida.

Los autores hallaron que a los microbios que se alimentan del metano les tomó casi cinco años el responder a la fuga antártica, e incluso entonces no lograron consumir el gas completamente. De acuerdo al primer firmante del estudio, el ecologista marino Andrew Thurber, la fuga submarina envió metano a la atmósfera durante todo ese tiempo —un fenómeno que los actuales modelos climáticos no tuvieron en cuenta al predecir el futuro del calentamiento atmosférico—.

«La tardanza en el consumo del metano es el hallazgo más importante; y no es una buena noticia», dijo.

«El metano es un subproducto de la materia ancestral en descomposición, sepultada bajo el lecho marino o atrapada en el permafrost polar. El cambio climático ya está causando que algo del permafrost se derrita, liberando lentamente vastos depósitos de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el verdadero impacto de las fugas de metano submarinas es algo poco estudiado, especialmente en la Antártida. Y la razón es simple, son difíciles de encontrar», explica Thurber.

La fuga reciente, ubicada a una profundidad de 10 metros en un sitio conocido como Cinder Cones, en el mar de Ross, fue descubierta por casualidad cuando buzos civiles se sumergieron allí en 2011. Thurber y sus colegas visitaron el lugar más tarde ese mismo año, y el suelo marino mostraba signos de fuga de metano: «alfombras» blancas de microorganismos que existen en una relación simbiótica con los microbios consumidores de metano.

Un análisis de sedimentos confirmó lo obvio: el metano se estuvo escapando desde abajo del lecho marino. Cuando el equipo regresó a Cinder Cones cinco años después, más microbios habían aparecido, pero su lento crecimiento y la poca profundidad de las aguas, significa que es casi seguro que el gas se haya filtrado a la atmósfera.

La presencia de manchas blancas junto a las estrellas de mar, son microbios que comen metano, que emana del fondo del mar. Crédito: Andrew Thurber/Oregon State University.

En términos generales, esta es solo una pequeña fuga, y probablemente no inclina la balanza climática de manera significante. Pero las aguas alrededor del continente blanco podrían contener tanto como el 25 % del metano marino del planeta, y más fugas podrían estar ocurriendo en este momento sin que lo sepamos.

«Entender cómo los depósitos de gases de efecto invernadero en las profundidades submarinas interactúan con el océano y la atmósfera sobre él, podría tener enormes implicaciones para la precisión de los modelos climáticos, la cuestión es hallarlos y estudiarlos mientras nuestros modelos aún importen», concluyen los investigadores.

Fuente: Live Science. Edición: MP.

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